El bar de la esquina

Antonio Reyes

Ultraeuropa

Los partidos fuera del espectro ultra no han hecho su trabajo y punto

«Todo lo que se rompe inventa a su enemigo». Esta frase de Benjamín Prado podría ser el mejor resumen para lo que nos está cayendo encima desde hace tiempo. Sí, las nuevas olas de extrema derecha ya han llegado. Y no solo a España, sino por todo el mundo. Llevan tiempo buscando el hueco para colarse en nuestras vidas. Sí, papá, otra vez. Y son los mismos.

Europa retumba con las encuestas para las elecciones del 9J y empiezan las quinielas a pecho descubierto en la derecha para ver con qué partido pactar. La extrema derecha no nació de repente, sino que estaban camuflados en los partidos de derechas, agazapados esperando pacientemente su momento y ahora son las Taylor Swift entre los más jóvenes. Han logrado su objetivo: ser más interesantes por sus proclamas que por sus programas, algo que saben cala hondo entre la juventud, cansada hace años de que quienes tienen el poder de hacer cumplir parte de sus sueños lleven tiempo en una siesta que ya dura demasiado.

Y ocurre lo de siempre, que cuando damos la alarma de que viene el lobo, este ya se ha merendado la mitad del corral y a la otra mitad se lo ha llevado a su terreno. Saben manejar las decepciones ajenas mejor que nadie, a la historia me remito. No es que sea muy difícil, porque viendo a los cabecillas de estos partidos reaccionarios es fácil pensar que tampoco es que hayan tenido que sudar la gota gorda para lograrlo.

Los partidos fuera del espectro ultra no han hecho su trabajo y punto. Ni políticas sociales efectivas, ni preocupación real y práctica por sus ciudadanos, ni mejora de la sanidad de todos, ni separación de religión de la educación pública, ni nada de nada. Años, años llevamos pidiendo políticas de verdad y cuyos efectos los notemos todos, no solo aquellos que se arriman a la mejor ascua lanzando sus redes sobre el dinero de todos que termina siendo para unos pocos, amiguitos sobre todo. La extrema derecha ni tiene programa ni lo necesita para lograr sus objetivos. Basta con dar a la gente lo que se escucha en los bares, hartos de chupitos y carajillos de anís del mono y con eso ya tienen suficiente. Ni pajolera idea de economía, ni de cultura, ni de vivienda, ni ná de ná. Ellos llegaron para engordar sus tripas, no las del resto. Ni tienen programa ni se espera que lo tengan. Eslóganes, propaganda fascista, xenófoba, homófoba y poco más que añadir. Si acaso, su desprecio hacia el cuerpo libre de las mujeres como añadidura Fotos con genocidas, con presidentes locos motosierra en mano y esa dificultad tan llamativa de hablar del régimen franquista como un estado del terror. Eso sí. Saber que parte de la magistratura está de tu lado y que poner denuncias apoyadas solamente en noticias de prensa se admitirán sin tener en cuenta lo que digan los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado tiene que ser para estar todo el día empalmado. Y no es para menos. La incapacidad de hacer política de alto nivel hay que camuflarla con la ayuda de otros. Es preocupante ver cómo los que más necesitan ayuda son quienes apoyan a estos personajes, quedando clara una cosa: a menos nivel cultural, más votos que se lleva la ultraderecha. Han conseguido hacerles creer que todos podemos llegar a tener un alto nivel adquisitivo.

Esto es tan verdad como que Jaén merece algo más y que la deuda del ayuntamiento capitalino la crearon quienes ahora se enfurruñan porque Hacienda no les hace casito. De aquellos barros, estos lodos. La extrema derecha no crece por ciencia infusa, sino por el descontento general y por la desesperación de quienes peor lo están pasando, que ahora se agarran a un clavo ardiendo porque lo que ha habido hasta ahora no responde a sus plegarias. La culpa es de ellos, de todos, de los que legislan y de los que callan porque creen que con ellos no van las políticas sociales. Ah, y también que el número de chicos jóvenes que los siguen han interiorizado que la masculinidad y sus privilegios están en peligro. Y claro, un español, español de verdad, por ahí sí que no pasa.

Llegarán a un gran pacto europeo estos partidos ultras con el resto de derechas continentales y nos cortarán las alas en nombre de sus magníficos sueldos, que es lo que de verdad añoran. Y Europa será menos Europa. ¿Y de quién será la culpa? De todas aquellas personas que se quedarán en casa porque creen que las políticas comunitarias no sirven para nada.

Es postureo, y de eso aquí sabemos mucho últimamente. La política no es hacerse fotos, vídeos simpáticos para redes ni convencer de que tu misión es ver los toros desde la barrera, como quien se deja ir en un paso de semana santa sin cargar nada. Es ponerse el mono de trabajo y no derivar a otros lo que tú, en su momento, dijiste que harías. Escurrir el bulto es de personas indignas de su puesto y del sueldo que cobran. Aquí también hay gente que llegó con la bandera de «esto lo cambiamos en dos días» amparados en el descontento lógico de la gente y resulta que al final ni ideas ni valentía. Quizá peor, ya que hubo muchos giennenses que apostaron por sus siglas y ahora resulta que la decepción es el fruto que estamos recogiendo. Cumplid vuestra palabra porque no estáis aquí como testigos, sino como actores. Esto es la vida real. Dejad de poneros de lado y actuad, que de árbitros andamos sobrados. Sé que tiene que ser duro cuando el treinta y tres por ciento de vuestros concejales desearía estar en el otro bando, pero es lo que hay. No sé. Yo os veo poco activos en cuanto a hechos. Eso sí. De actuar sabéis un rato. Lo malo es que el guion que presentasteis a concurso resulta ser una farsa con exceso de maquillaje y sobreactuación.

Es más difícil creer en estos «nuevos» sarmientos que conducir siguiendo las marcas viales de la ciudad de Jaén. Si están cuatro años tranquilos llevándoselo crudo, pues esa alegría que le dan al cuerpo. Política sin política, sin exigencias, sin ideas y sin capacidad.

Europa y Jaén se parecen mucho más de lo que creemos. En el continente prolifera el fascismo regularizado y aquí, en Jaén, cabezas vacías que llegan a la política sin saber hacer la O con un canuto y con una más que evidente cara dura, porque ni siquiera sienten vergüenza de serlo y ahí están, presumiendo de no sé qué pollas entre fotitos sujetando carteles y vídeos sin cuajo.