Han estado años en escaparates y nadie se ha fijado en ellas. Ahí, blancas, clásicas, sin unos ojos que se centraran en ellas y las sacasen del hastío de la invisibilidad a la que alguien las sumió desde su nacimiento.
Pero he aquí que un día, desde una cuenta de Instagram, alentado o alentada con toda seguridad por la propia marca, una mente pensante las rescató del ostracismo y les otorgó una nueva vida. Ahora, esas zapatillas que pasaron inadvertidas para las personas que no ir a la última supone el mayor de los fracasos, visten los pies de hombres y mujeres porque así lo dictan las redes.
Estos dos primeros párrafos representan lo que somos. No le prestamos atención a una prenda de vestir hasta que la vemos en perfiles que viven de eso. Las marcas regalan ropa a ¿influencers?, les pagan para dar visibilidad a sus productos. Mecha prendida. Ahora solo queda esperar que la peña se gaste el dinero que, en muchas ocasiones, ni siquiera tienen, y hala, ya estamos a la moda. Que alguien nos dice que ahora se llevan estas zapatillas, pues a por ellas. Que mañana se recupera ese pantalón que ni de coña nos hubiésemos puesto en la vida, pues a por él. Y así vamos, negando nuestros propios gustos a cambio de formar parte del ejército cortado por las mismas tijera, no vaya a ser que alguien crea que no estamos a la última.
Y si hablamos de lugares donde comprar, rematamos ya la faena. Hay dos páginas que lo están petando últimamente. No voy a decir sus nombres porque a mí no me pagan para hacerles publicidad, así que me limitaré a decir que gracias a nuestras compras compulsivas por los precios tan económicos que tienen, estamos colaborando de manera obscena en cargarnos este planeta. Sí, así es, por mucho que lo sepamos y sigamos sin hacer nada a cambio de comprar, comprar y comprar.
En España se tiran al año casi un millón de residuos textiles y tan solo entre un diez y un doce por ciento se recicla o reutiliza. Ahora pensemos en la contaminación que produce el transporte para que nos llegue a casa. Produce el diez por ciento de las emisiones totales de CO2 de todo el mundo, más que el transporte aéreo y envíos marítimo juntos. Todo para que estemos a la última y por comprar en páginas tan alejadas de nuestra residencia.
La otra consecuencia de estas compras compulsivas son los locales vacíos en el centro de las ciudades, como he dicho mil veces por aquí. Familias que han tenido que cerrar sus negocios porque sus vecinos prefieren comprar en páginas que no aportan nada ni a la economía local ni nacional. A los de aquí que les jodan. Ya me gustaría saber dónde se fabrican las pulseritas con la bandera que con tanto orgullo lucen cuando lanzan sus proclamas de España first. Pero, ¡ojo!. No vayamos a creer que solo los rojigualda compran así, que la culpa es de todos, vaya por delante.
Y no solo de ropa vive el hombre, no. Alimentación, cosmética, tecnología o muebles. De todo tenemos por aquí, pero por lo que sea nos gusta más lo que llega desde Asia y otros países. «Nos comen los inmigrantes», «hay que cerrar las fronteras porque nos quitan el trabajo». ¿En serio? ¿De verdad haces una cosa y la contraria? ¿Así es como demuestras tu españolidad cada 12 de octubre? Tío, tía, anda, dale una vueltecilla al mejunje que tienes en la cabeza y empieza a ordenar los cajones de tu cerebro, que de tanto decir viva España te has olvidado de quienes la forman y le dan vida a diario cuando suben las persianas de sus negocios, esos en lo que en tu puñetera vida has puesto un pie dentro. Os importa la patria tanto como vecinos que piden ayuda caben en vuestra muñeca, vestida de un olor tan rancio que apestáis de lejos.
Antonio Reyes
El bar de la esquinaZapatillas
En España se tiran al año casi un millón de residuos textiles y tan solo entre un diez y un doce por ciento se recicla o reutiliza