La bisagra

Raúl Beltrán

El manantial más genuino

Estamos tan lejos y solos de nosotros mismos que aún nos cuesta calzarnos el orgullo de nuestra ciudad y pasear por las calles que nos vieron crecer

En el torrente caudaloso o en su discurrir apesadumbrado pero fértil, a borbotones o cadencioso, la historia de todos los asentamientos humanos desde la antigüedad, de nuestras ciudades de hoy, tienen en el agua su origen. No hay vida sin ella, ni pasado, ni futuro. Jaén emergió de la riqueza de los manantiales a las faldas del cerro de Santa Catalina, como un breve pasto, como una hiedra de hoja perenne que se agarró con fuerza al suelo calizo de esta tierra.

Pero pudo no haber sido aquí, pudo haber sido a unos pocos kilómetros, en la margen derecha del Guadalbullón. Podríamos pensar que la historia es caprichosa, aunque no es así. La historia nace de las decisiones y voluntades de los pueblos. Así, cuando las tropas de Aníbal y Escipión se enfrentaron en la segunda guerra Púnica en la península, el poblado íbero del cerro de Santa Catalina se alineó con las fuerzas romanas, mientras que el situado en el Puente Tablas lo hizo con los cartagineses. De ahí que tras la victoria de Roma, el asentamiento junto al Guadalbullón fuera arrasado y abandonado durante muchos años, mientras el de la ladera del monte creció al latido de sus raudales y ricas huertas hasta Marroquíes Bajos.



Por eso Jaén no tiene río. Por eso está situado a las faldas del cerro de Santa Catalina y aunque más tarde el Puente Tablas fue nuevamente poblado, nunca llegó a romanizarse. Tras la toma del asentamiento del cerro, aproximadamente en el año 212 antes de nuestra era (a.n.e.) por Escipión El Africano, Tito Livio dijo que era una ciudad opulenta y recibió los nombres de Auringi y Oringe por Estrabón; Polibio la conoció como Elinga y el Concilio de Ilíberis, como Advinge, y más tarde Plinio como Nijis u Oringis. Pero no fue hasta el emperador Vespasiano, o tal vez su hijo Tito, en el siglo primero, que le dieron el rango de municipio con derecho latino, conociéndose en adelante como municipio Flavio Aurgitano o Aurgi.

Una decisión, o la voluntad quebrada de un pueblo por las armas enemigas, esculpieron las calles que hoy habitamos de norte a sur. Y otra decisión, ésta voluntaria, pero también como un acto de guerra a la inacción y al abandono, dio a luz hace ahora diez años a Jaén Genuino.

El programa Jaén Genuino nació en mayo de 2015 con la firme intención de poner en valor el conjunto histórico de la capital, darlo a conocer, y provocar un cambio en la actitud de las administraciones para que invirtieran en él. Con el lema “El pasado sí tiene futuro” y de la mano de su coordinador, Tomás Roldán, y su comisario, Rafael Cámara, Gestión de Medios Jiennenses revolucionó y cambió el papel de uno de sus medios de comunicación, ahora EXTRA JAÉN, para ponerlo al servicio del desarrollo y recuperación del conjunto histórico de Jaén, convirtiéndose Jaén Genuino, en una herramienta de difusión y conocimiento del legado artístico, monumental e histórico de esta zona de la capital.

En esta década Jaén Genuino no sólo ha reunido a todas las administraciones y a la Universidad de Jaén en torno a un programa reivindicativo y divulgativo, sino que ha implicado al tejido empresarial, económico y asociativo en un objetivo común: luchar por nuestro conjunto histórico.

Actividades como la Noche Jahenciana, que desde su primera edición llenó las calles del casco antiguo con miles de visitantes ebrios de patrimonio, abriendo aquellos monumentos que incomprensiblemente seguían cerrados al público, en manos de no sabemos qué zafia y desafortunada miopía de gestión turística; la Carrera Nocturna Noche de San Juan, que unió el deporte al patrimonio y que recuperó una efeméride olvidada en la ciudad, pero muy arraigada en otros territorios; las veladas de teatro en el Castillo de Santa Catalina, por las que han pasado en estos diez años miles de espectadores y decenas de grupos de teatro de la escena jiennense; o las Jornadas Jahencianas, una cita anual con prestigiosos expertos tanto de la Universidad de Jaén como de otras universidades españolas para analizar en profundidad cuestiones del patrimonio desde su pasado, presente y, por descontando, ofreciendo un análisis ponderado y cualificado sobre su utilidad en el futuro.

Charlas, conciertos, exposiciones, conferencias y visitas guiadas se han sucedido en esta década de forma periódica hasta que Jaén Genuino se ha convertido en el mayor y mejor programa de difusión de los valores del conjunto histórico de Jaén.

Aun así queda mucho camino por recorrer y mucho trabajo por hacer entre todos, pero con la certeza de que Jaén Genuino seguirá siendo un ariete que doblegue la apatía generalizada que, como en su día ocurriera en la ciudad, creciendo sobre las aguas de sus raudales y manantiales, se ha ido apoderando a lo largo de los siglos de un pueblo que ni ha sabido ni ha querido valorar cuanto poseía. Sólo cuando intramuros hemos sido capaces de conocer, sorprendernos y enorgullecernos de nuestro patrimonio, extramuros ha venido a visitarnos para conocer nuestra hospitalidad y la riqueza que emana de un pueblo que a veces olvida o que como en el poema de Juan Manuel Molina Damiani, “A modo de coda”, recuerda a Jaén “…ajena al desgarrón de este presente donde nos sentimos cada día más extranjeros, ay, lejanos y solos”.

Estamos tan lejos y solos de nosotros mismos que aún nos cuesta calzarnos el orgullo de nuestra ciudad y pasear por las calles que nos vieron crecer y que encalaron nuestras prendas del acento ronco del hombre sencillo, de la dignidad austera del paseante, del mirón curioso de esquina y bar que huele a hollín, fruto de nuestra autocombustión estúpida y apátrida.

Estamos tan lejos del despertar que ni un millón de sacudidas de ilusión pueden sacarnos del cálido lecho de la inconsciencia, a pesar de la belleza con la que aquella vieja noche nos arroparon nuestros ancestros.

Tan solos que las manos se nos volvieron muñones desatentos, incapaces de conducirnos por el prado frondoso de una ciudad en letargo que ha conservado intacto el esplendor de su pasado.

Aun así, diez años después, una década más tarde y más despiertos, estamos tan cerca y tan juntos de vencer las batallas que queden por librar que difícilmente nuestro pasado pueda burlar nuevamente a un futuro que brota de manantial tan colmado, abundante y genuino.

Por nuestro conjunto histórico.