La chapa

Carlos Oya

Frío

Bob Dylan escribió a un “amor bajo cero”. “Estoy ardiendo y tengo… frío” cantaba Manolo Tena en su grupo Alarma en los 80 antes de que le diera por las...

 Frío

Foto: EXTRA JAÉN

Coche helado.

Bob Dylan escribió a un “amor bajo cero”. “Estoy ardiendo y tengo… frío” cantaba Manolo Tena en su grupo Alarma en los 80 antes de que le diera por las caracolas. Parafraseando es lo que de deben pensar esa orla de becarios informantes a tiempo real de la secular ola de frío que atravesamos : “Estoy riendo y tengo frío “. No sé desde cuándo se asocian las temperaturas bajo cero al bienestar humano. Quizá me he perdido algo o ese día no fui a clase pero no entiendo esa cara de felicidad de los presentadores de los telediarios generalistas cuando nos cuentan que vamos a pasar más frío que en la comunión de Pingu. A lo mejor tienen el ojito puesto en el colectivo masoca que disfruta con placas de hielo en aceras ávidas de ancianas caderas, verter agua caliente en el parabrisas de su coche cuando aún no ha salido el sol o poner el despertador media hora antes para que le dé tiempo a ponerse todas las capas de abrigo cual lasaña humana más los adminículos correspondientes. O puede que sean grandes fanes de “Fargo”. Aunque lo más verosímil de esa sonrisa de cabroncete es que esté dirigida a la miríada de corresponsales (la mayoría jovencísimos) que repartidos por todo el país nos informan de que en Enero hace mucho frío. Aún me hunde más en la perplejidad que estos chavales diseminados en puertos de montaña, el Bierzo, o en un lugar perdido de Soria también sonrían. Sonrisa cuando tiran una piña a una fuente helada y nos descubren ante nuestro ojo atónito que el agua a bajas temperaturas pasa de líquido a sólido. Sonrisa cuando meten una pierna y la nieve le llega a las rodillas y el escalofrío al alma. Sonrisa cuando la ventisca les dobla el paraguas a lo Boris Johnson. Sonrisa cuando vadean riachuelos de gélida agua de los deshielos. ¿Acaso salen drogados (el óxido nitroso o “gas de la risa” fue bastante popular durante una época, sobre todo para los dentistas)? ¿Se inoculan el virus de la rabia para que se produzca la involuntaria “sonrisa sardónica” o el absurdo de tal repliegue de recursos para cubrir lo obvio ha hecho mella en su razón? Lo desconozco. Pero tengan por seguro que mañana mientras yo maldigo el frío poniéndome los calcetines una pareja de presentadores sonrientes anunciarán nuevas bajadas de temperaturas con el mismo júbilo que la última victoria de Nadal en Roland Garros. Así salga el sol por Antequera.