La chapa

Carlos Oya

Metamorfosis

¿De quién fue la repulsiva idea de que a toda una generación de críos inocentes como yo se los introdujera en el abominable arte de la cría de gusanos de seda?

Odio a los insectos y derivados, parientes lejanos o familias políticas como arácnidos, gasterópodos o anélidos. Los odio, aborrezco y temo a partes iguales. Ya sé que son fundamentales para los ecosistemas , que suponen mil millones de toneladas en nuestro planeta ( para que se hagan una idea superan a todos los hombres y animales de granja sobre encima o entre la Tierra) ,que a menos que las inteligencias artificiales y/u ordenadores cuánticos nos echen una mano ( biónica o no) estamos lejos de conocerlos en su totalidad: el número de especies clasificadas de insectos oscila entre las 750.000 y las 950.000 pero es que los científicos extrapolando los datos y con aparato estadístico afirman que el número de especies conocidas y desconocidas puede alcanzar los cien millones y que al ritmo actual se tardarían unos quince mil años en su clasificación. En román paladino insectos para “jartarse”. Pero es que encima algunos experimentan una metamorfosis que etimológicamente significará “más allá de la forma” que en griego quedara de lo más fino pero es una asquerosidad. ¿De quién fue la repulsiva idea de que a toda una generación de críos inocentes como yo se los introdujera en el abominable arte de la cría de gusanos de seda? ¿Del doctor Mengele en su retiro de Brasil? Y luego además era un timo. Del capullo no salía una mariposa multicolor sino una polilla de mierda. Más tarde me quedé “traumado” cuando menor de edad fui a ver “La mosca” de Cronenberg y a día de hoy sigo teniendo pesadillas con ese Jeff Goldblum de leprosería echando potas corrosivas en las manos de la gente. Adoro a Kafka pero un servidor en esta vida no se vuelve a acercar a “Las aventuras y desventuras de Gregorio Samsa sobre una cama” ni con un palo. El hombre y la mujer han evolucionado. Ahora algunos se metamorfosean y se desmetamorfosean delante de un móvil. El otro día asistiendo en un garito cuyo nombre no recuerdo (me acuerdo perfectamente pero paso de darles publicidad con lo carísima que tienen la birra) al bolo de “Los asesinos del amor” unos individuos, individuas, individues se pasaron todo el concierto echándose fotos y obstaculizando la visión del público. Cuando sonaba el chasquido el móvil al parecer suelta también una toxina por uno de esos mil agujeros que tiene detrás como la del Joker pues una y otra vez forzaban los tendones para enseñar toda la piñata o apretaban sus belfos en una carnosa y apretada “o” mientras que sus dedos por una suerte de espasmo muscular como el del gas mostaza en Ypres se contraían extrañamente en un mismo arcano gesto de la victoria pero en horizontal ( a lo mejor es alguna contraseña masónica). Al momento de desvanecerse el flash volvían a su apatía habitual hasta que a los tres minutos volvían a hacerse otra foto, y luego otra, y luego otra…Tanta metamorfosis es cansado pero después de realizar un cónclave todos y todas en el servicio de caballeros salieron imbuidos de renovadas energías y determinación para continuar la tarea con fotos de grupos, autofotos, exigir a la peña (con poco éxito) que los retratara y en general fastidiando. Odio admitirlo pero prefería a los gusanos de seda.