La chapa

Carlos Oya

Negro sobre blanco

Ya pocos nos manchamos las manos de tinta al hojear la prensa y los políticos editan twits mientras les sujeta el cubata algún asesor

La semana pasada hubo artículo pero no. Alienado por la procrastinación (ya saben “Tres tristes tigres procrastinaban etc…”) que es como los sociólogos, esos señores entregados a explicarnos lo obvio, llaman al “no dejes para mañana lo que puedas hacer hoy” de toda la vida decidí que no me “pillaba más al toro” y que mi columna estaría lista con días de antelación para su publicación no con minutos o segundos como había sido la costumbre. Craso error. Por motivos que no vienen al caso la pantalla de mi móvil se rasgó como el velo del templo a la muerte de Jesús y como fiamos a esos pequeños dispositivos nuestro trabajo, las fotos de la familia, amigos y ciertos pecadillos veniales me fue imposible recuperar el artículo en cuestión. Lo que trajo a mi cabeza la expresión “negro sobre blanco” cuando hacía referencia a algo que una vez impreso era intocable y ahí se quedaba “per secula seculorum”. Ya pocos nos manchamos las manos de tinta al hojear la prensa y los políticos editan twits mientras les sujeta el cubata algún asesor ( por lo visto es para lo único que sirven) que luego borran a duras penas con la resaca del día siguiente dejando limpio el escenario del crimen(aquí la amiga Pam del ministerio de Igualdad es maestra en este viejo arte de tirar la piedra y esconder la mano) y donde antes se ciscaban en vaya usted a saber no queda nada o a lo sumo una nota a pie de página que reza “Si alguien se ha sentido ofendido por mis palabras pido disculpas pues nunca fue mi intención”. Pero la expresión “Negro sobre blanco” también ha traído a mi mollera el espléndido programa de Fernando Sánchez Dragó sobre literatura en la televisión pública. Vi debates entre Anasagasti y Savater, sacó de su cenobio al enorme Ricardo Sánchez Ferlosio y le dedicó dos programas, conversó con Sabina, platicó con Günter Grass y Ana María Matute, recordó a Borges con María Kodama y en su programa “El mundo por Montera” nos brindó el mítico momento de un Arrabal achispado loando al mineralismo …¿o era milenarismo? que ha pasado al imaginario colectivo de esta piel de toro. Es cierto que nunca logré acabar un libro suyo, sus opiniones políticas eran polémicas, se marcó algunas declaraciones de dudoso gusto sobre sexo y menores y es comprensible que gente cabal no se acerque a él ni con un palo pero…de ahí a que en ese espejo de la miseria humana en que a veces se convierte Internet se lean expresiones de júbilo ante el deceso, memes sobre el difunto aún caliente o chistes de dudoso gusto sobre un muerto aún fresco dice mucho de la catadura moral de algunas personas para las que no hay límites y que son capaces de vender su alma por un puñado de likes, followers, retweets o como carajo se llame toda esa basura.