Los grupos tributo no hacen música, hacen nostalgia. Y la nostalgia siempre ha vendido pero ahora más. Un amigo que ahora sirve en el ejército austrohúngaro me cuenta que en uno de sus permisos en los que viajó al terruño se pasó por un concierto tributo de “Héroes del Silencio” y eso era como viajar atrás en el tiempo sin Delorean y con exnovias incluidas. No digo que estén mal los grupos tributo, tampoco digo que estén bien. Están y punto. Aunque sin acritud, lo de maquillarse e ir con las pintas, el corte de pelo (o el peluquín en algunos casos) y la actitud de los homenajeados me causa una sensación de grima y tristeza. Que no se me malentienda. Un grupo tributo es mucho mejor que Máster Chef. Pero eso no es música. Es…otra cosa. Lo petan, eso está claro. Unos por ver un sucedáneo de sus ídolos ya que el bolsillo no da (un apunte, que una entrada para ver a los AC/DC salga a 140 napos aprox. es de juzgado de guardia), otros por asomarse a una ventana al pasado donde aderezados con unas cuantas copas revivirán aquellos tiempos en que cortaban el bacalao con una vespino blanca y que no volverán. Y luego tenemos esas bandas que triunfaron en su época transformadas por la necesidad en sus propias bandas tributo recorriendo la geografía nacional en las llamadas “Fiestas de los 80” donde entre Licor 43 con chocolate, Fernán Disco y una buena clavada de entrada se codea gente respetable como “La Guardia “ o “La Orquesta Mondragón” con engendros tales como “Sonia y Selena” o “Amistades Peligrosas “ ( éstos últimos marcaron a toda una generación con su excelso pareado “Hoy voy a ir al grano/Te voy a meter mano”). Sarna con gusto no pica y quien quiera que lo disfrute. A mí que me esperen sentados.
Carlos Oya
La chapaNostalgia S. A.
Que no se me malentienda. Un grupo tributo es mucho mejor que Máster Chef. Pero eso no es música