La mayoría de la gente de este país es responsable, cuando en marzo nos confinaron desde el Gobierno Central lo asumimos, lo mismo que en noviembre con las órdenes del Gobierno andaluz. Que nadie lo dude, cuando seamos llamados para vacunamos, iremos. No hay otra opción, mantendremos la unidad y no aprovecharemos la ocasión para romper la convivencia o contaminar las redes sociales con comentarios negacionistas o generadores de odio.
Aún resuenan los gritos de hace unos meses en Madrid por las medidas del Gobierno Central contra la pandemia: ¡Libertad!, ¡Libertad!, sobre sus vehículos descapotables, la rojigualda al viento, con rítmicos golpes de los palos de golf contra cacerolas de acero inoxidable. No faltaron versiones más cutres, acá en los confines patrios, protagonizadas por sus manijeros, los del quiero y no puedo, pijos provincianos desclasados.
La cacerolada acabó cuando las limitaciones en la movilidad, en el horario del comercio o la hostelería, pasaron a ser reguladas por las comunidades autónomas, gobernadas por la derecha. El problema no son las medidas, sino quien las toma, nunca aceptaron a un gobierno de izquierdas, y hacen lo imposible por desestabilizarlo aunque para ello tengan que hundir al país. Mienten al afirmar que el Gobierno es ilegítimo, este Gobierno fue elegido en las urnas, su formación obedece a un mandato de la ciudadanía, que acudió a votar en elecciones democráticas.
Apagados los gritos de Libertad, ahora reponen “él se rompe España”, o el “están vendidos a los separatistas” aunque estén en la cárcel, acusan al gobierno de socialcomunista y bolivariano, o que el Gobierno está en manos de ETA, que por cierto ya no existe. En un frente abierto donde hasta sacaron militares golpistas, que dicen querer fusilar a 26 millones de hijos de puta en defensa de la libertad y se arrogan como garantes de la democracia a la vez que ensalzan la figura de Franco. Toda una llamada bajo el grito de ¡Vienen los rojos! Cuando en realidad el problema es que nunca se fueron los franquistas.
España no se rompe por tener un Gobierno salido de las urnas que se preocupa por los que menos tienen. Se rompe por un Rey Emérito chorizo, que evade impuestos y cobra comisiones, se rompe por las amnistías fiscales a los que más tienen y roban, porque la Ley no es igual para todos. Por las desigualdades sociales, los desahucios, por una Sanidad pública desmantelada, por vender los pisos de la gente a fondos buitre, a los que les dan la gestión de las residencias de nuestros mayores, o de nuestros hospitales. Se rompe al ver como las puertas giratorias siguen funcionado o como se empobrecen nuestras escuelas a la vez que se subvenciona la educación concertada. Por una Ley mordaza que pretende callarnos mientras ellos gritan Libertad, se rompe por los abusos de los de siempre, que solo son “demócratas” cuando gobiernan ellos.