En la segunda década de los dos mil, a unos profesores e interinos de la universidad se les ocurrió que formar un partido político era mejor para follar que un grupo de rock (¿De qué me suena eso a mí?) o ser el delantero centro del Coscojales, F.C. Andaban de birritas por Malasaña, cachondos perdidos, y se dieron de bruces con el 11M. ¡Coño, ni en brazos! El resto, lamentablemente, está siendo historia. También te digo, para andar con tanta hambre siendo profes de Uni, así serían los pájaros.
La belleza del movimiento espontáneo que significó el 11M fue secuestrada por esta jauría de oportunistas, por estas hienas psicóticas que no satisfechas con el poder que les confería su despacho en la facultad, asaltaron la vida pública para refocilarse en sus más bajos deseos. Ya sea éste el odio por sus semejantes, aunque representen a la mitad de la población, satisfacer su ego desmedido o la calentura de bragueta que arrastraban desde primero de BUP. Por otro lado nada nuevo si has estudiado una carrera universitaria y tuviste la mala suerte de tener que andar de departamentos. En esos ambientes los complejos y los traumas se plasman en tesis y doctorados. No te sanas, infectas a los demás. Por eso mismo, jóvenes, si os encontráis con un profesor que ame su trabajo, respete la institución y se aleje de las mamandurrias habituales, aprovechadlo con toda el ansia porque son rara avis.
No recuerdo cuando, pero ya le advertí a una colega, porque me daba en la nariz, que de entre los aliados feministas se dan los peores depredadores sexuales. Tiene su lógica, si la presa no te identifica como tal, tienes la mitad de la caza servida. Como esos tiparracos que se disfrazan de payaso, de Bob Esponja o de Dora la exploradora para, bueno, ya sabes, en fin. No entremos en detalles. Tía, si algún día te encuentras con un tipo que no salte como una escopetilla de caña al oír que todos los hombres somos violadores en potencia o cómplices, corre, corre mucho. Ningún tipo en su sano juicio dejaría de enloquecer al escuchar semejantes afirmaciones sobre su naturaleza, semejantes aseveraciones sobre su calidad humana y su condición, por no hablar de que esa generalización afectaría igualmente a su padre, sus hermanos, sus hijos, etc... Ningún tipo en su sano juicio porque, al margen de los San Benitos que nos quieran colgar, la mayoría, la inmensa mayoría, nos cortaríamos los huevos por el bien de cualquiera de vosotras. Literal, hay una operación para eso, vasectomía. Sin paternalismos, nada, es que somos así de gilipollas. Esa es nuestra verdadera naturaleza y nos mola un follón. Pero sin insultar, al menos, ya que no estamos en eras de reconocimiento, al menos, sin insultar. Un poquito de por favor.
Y dice el Errejón que la culpa de todo la tiene el patriarcado y el neoliberalismo. Tócate los huevos Mari Loli. No es que el tío sea un marrano y un salido; que no tiene nada de malo, yo mismo soy un marrano y un salido, y que tire la primera piedra el que esté libre de culpa, la que esté también; sino que la forma de vida neoriberal y el patriarcado le han llevado a esta situación. Balones fuera. Las voces de mi cabeza me obligaron. Es increíble el grado de cinismo de esta peña. No contento con eso va y alude, con dos cojones, a la salud mental. En un tris se ha cagado en todo lo cagable. En un tris ha devaluado a todos los indefensos solo para intentar salirse con la suya. Así está la izquierda pop, la que se ha olvidado de los obreros porque son tan ajenos a ellos como el día a la noche. Esta izquierda ocupada en misticismos de homeopatía social y en fantasmas de las navidades pasadas, pero que desprecia profundamente al trabajador y a la vida sencilla. A la vida que fomenta y crea vida. Esta izquierda que ya no es nunca más nuestra sino de ellos en su perversión, despreciando la vigía a los convenios colectivos en pos de la obsesión sectaria con ese grimorio especulativo que están escribiendo a sangre y fuego para mayor gloria del fin de los tiempos. Esta izquierda con orejillas y boquino, con cara de nene apaleado, esta izquierda de subir mucho las cejas y hablar raro, con mucha prosopopeya, para que los obreros no la entendamos porque somos tontos. ¡Qué hijos de fruta!
El caso Errejón es tan irritante porque él mismo y sus amigues, ex amigues, las ratas son las primeras en abandonar el barco, nos han estado dando la turra durante años con la cuestión en sí. Una brasa acojonante día tras día durante al menos diez años, señalándonos con el dedo inquisidor y llamándonos de todo menos bonitos. Diez años de restregarnos su supuesta superioridad moral, que ya ves para lo que ha quedado, de moralinas y grandes y nobles arengas en pos de la igualdad, diez años. Diez años llamándonos machistas sin descanso, agresores y violadores. Diez años de Necronomicón fatalista y de gritar hasta desgañitarse con que viene el lobo, cuando no paran de desenmascarse fierecillas en su sacrosanto rebaño. Por eso es tan cargante este tema, mucho. Por eso cuando le veo esa carica de seminarista pajillero, ese boquino de boquerón, esas orejucas de suricata y ese aire a Benjamin Button en el primer acto, me dan ganas de cagarme en todo. Me dan ganas de abrir la ventana y chillar al mundo: “¡Lo sabía, cojones! ¡Si es que no podía ser de otra manera, joder! ¡Lo sabía!”
Eso sí, todo ésto si es declarado culpable. La presunción de inocencia no se toca, por muy mal que te pueda caer el imputado. La ley está para proteger a quien te cae bien y a quien te cae mal, la subjetividad para el fútbol y para el estampado de las cortinas. Para los colores el gusto, para legislar y juzgar la razón y la ley. Por mucho que él mismo, frecuentemente, haya declarado culpables a muchos sin juicio y a lo horda de Salem, con el aplauso fanático del Ministerísimo, claro. ¡Cómo se puso con el “piquito”, madre! ¡La yugular le iba a saltar, la yugular! Y mira.
Tampoco me la voy a coger con papel de fumar, la denunciante también se las trae, aquí hay para todos. La denunciante... No voy a entrar en detalles. Si quieres lo lees, de su propio testimonio, ojo, de su declaración en la denuncia. Mocatriz, modelo, cantante y actriz. No se puede legislar para reparar la estupidez y ser gilipollas no es un delito, maña. Ser mujer no es una invalidez por mucho que lo pretendan, por mucho que el ex coletas se vanaglorie de que hoy día en España toda mujer es reconocida como víctima. ¿Cuándo pasó el estatus de víctima a ser una especie de título nobiliario?
De ahí que, tras desahogarse uno, se apele a la serenidad y se aguarde a la decisión del tribunal. Aunque claro, para Errejón y sus amigues la oración es: “Hermana yo si te creo.” Así que igual no hay que otorgarle al “Errejonazo” la presunción de inocencia, igual no la quiere, igual no se la merece. No, por supuesto que está en su derecho y en el de tener un juicio justo. Los demás, el patriarcado, observamos curiosamente la leyes que para eso están. No nos saltamos el código civil y el penal por cuatro emociones desnortadas o por el interés de te quiero Andrés. Me refiero al patriarcado de verdad, a los machirulos como yo, no a los cuatro mocos que se dicen hombres. Porque para nosotros los machirulos un violador, un agresor, un maltratador y toda esa bazofia no son hombres, no tiene el derecho a sentarse en nuestra mesa ni a pisar nuestras calles. Puestos y empeñados en que exista un patriarcado, prefiero imaginarme el mío. En mi fantasía mando yo. Bueno, y mis neurosis.
¡Ah, qué coraje me da! Pero deja que sean los tribunales los que hablen que para eso están. Esta moda de los juicios públicos está por volver a poner de rabiosa actualidad las antorchas y los trinches. Trinches, las horcas para los que hicisteis la ESO y una especie de tenedores muy grandes, como palas, que servían para remover los cereales, que no los Kellogg's, y separar la paja del grano para los de la LOMLOE. Parafraseando al Bizarro: “Soy todo dar.” Supongo que se refiere a ser dadivoso.