Me suda la Polca

Jesús Calamidad

Ordenando las fotos encontré ese retrato

Se abrió el sótano de los celos,...

Ordenando fotos de los discos duros antiguos, esos que almaceno con maniática rigurosidad y cuidado, puesto que son la única biblioteca, fonoteca, fototeca, pornoteca, filmoteca y pinacoteca que me puedo permitir; ser pobre apesta, tía; encontré el retrato a 35 mm en blanco y negro, en su momento insolado en papel Ilford 100, multigrado, brillo. Ya me gustaría a mí un salón tardo victoriano a tres alturas con escalera de caracol de hierro forjado, estanterías a todo lo que diese la dimensión horizontal y multitud de bargueños, cajoneras y otros muebles de oficio para acaparar lo inconcebible, pero no ha podido ser. ¡Joder! Mucho menos lo de un suelo acuchillado de maderas nobles en motivo de espiral. Por supuesto, visto lo visto, me alego con que haya suelo que pisar. Me tengo que conformar con pasearme por mi apartamento infestado de muebles de Ikea, impolutos, ataviado con unos vaqueros y una camiseta de Poe infestada de polillas, ambos limpios y secos, gritándole a nadie: “¡Ligeia!” Bueno, ya vendrá la realidad aumentada para satisfacer estas chorradas victorianas, no desesperemos.

Ordenando las fotos encontré ese retrato. Por suerte no tuve que escarbar entre escombros, solo estaba en la carpeta equivocada. La memoria es curiosa, salta por estímulos inesperados y nos devuelve cortometrajes en Panavisión que pensábamos habían quedado sepultados hace décadas junto con los ocho milímetros de la boda de tu primo el de Cuenca y con el bautizo de la primera hija de la prima de tu madre. Pero no, ahí están, solo hay que rascar un poco. Lo curioso es que ese retrato no rescató de mi memoria momentos troncales con la protagonista del mismo; ¡qué vaya que si los hay, grrr..!; sino un episodio que sucedió al deceso de nuestra “relación”, tiempo después.



Lo cierto es que sin pecar de modesto, el retrato, pasando por alto mis habilidades nefastas para el enfoque manual y mi falta de interés y desapego por los requisitos técnicos para la fotografía a pesar de mis conocimientos, es compositivamente amabilísimo y la luz, que siempre he sabido encontrar, realzaba la ya belleza natural de la modelo otorgándole un cierto aire que podría recordar a las obras de Vermeer. Baja modesto que sube el Calamidad. ¡Nah, no seas así! Sin hambre, sed ni frío, sin estar aterido por el miedo, el arte no es tan complicado. No te lo vas a creer pero, no sé si por suerte o por talento, no es la primera vez que me ocurrió. Lo de cuajar un retrato. Tengo o tenía, retratos a amantes que recordaban a la Venus de Botticelli, a la de Urbino, ups, a la Wally de Schiele, a la “Lánguida melancolía” de Modigliani, a Cynthia Wood en Playboy o incluso a la Venus de Willendorf. La belleza está en los ojos del que mira, no juzgues. Lo cierto es que en este caso recordaba poderosamente a “La joven de la perla”, salvando las distancias.

Imagino que debido a lo afortunado del retrato en cuanto a la representación de la modelo, ella se ocupó en copiarla y distribuirla para mayor gloria de sí misma. Aún no existía Instagram o no se usaba de esta guisa. Todo bien, ningún problema, “vivo para dar.” ¿Ahora sí, Bizarro? El intríngulis vino cuando la dama, supongo que su nueva pareja no ajeno a la belleza de la instantánea en el momento de aceptarla como escapulario, dádiva de su amada, y como hombre sensible, quiero recordarlo así, consciente de que, insisto, la belleza está en los ojos del que mira, fue interrogada al respecto. Una estampa magnífica, reitero, y ya que esa mirada autora solo hacía resplandecer aún más a la modelo, no pudo más que confesarle que el retrato era obra mía. Los selfies eran cosa rara de mala calidad, por aquel entonces. De hecho los buenos se denominaban autoretratos, los filtros eran el conocimiento técnico y el talento, y no costaban dos euros con noventa y nueve en el “play store”.

Se abrió el sótano de los celos, que corran las ratas de la inseguridad hacia la luz. De ser un completo desconocido pasé a formar parte de las huestes del infierno sitas en el Realejo, Granada, encarnadas en un tipo con ínfulas artísticas y machaca de discoteca. Eso sí, pobre; entró en schock el muchacho. Nada reprochable, en esa época estaba yo buenorro para darle a Rock en los huevos. Un pringao tirando a gilipollas, pero muy resultón. Los demonios de los celos no entienden de sentido común, al igual que la calentura. Además, creo recordar que en aquella época se expusieron dos grabados míos en el Milenio de Granada, una punta seca y una manera negra, si no me equivoco, y participaba en combates “privados” de boxeo amateur. Una putada para el chaval, vamos, aunque los perdiese todos. Una putada hasta que tuvo el acierto de mostrar interés por conocerme, reconozcamos que más llevado por el demonio verde, monstruo que se devora a sí mismo, que por genuina curiosidad; por el Santo que sea bendito sea Rock. A partir de ese momento, como siempre ocurre, alguien con sentido común pone los pies en la tierra. Ya decía Marco Aurelio, y si no, me lo invento, algo como que tus pensamientos son más terribles que la realidad. Me da pereza buscarlo, pero vamos, que es algo así.

Aún me reconforta la admiración que sentí cuando plantado ante mí, una cabeza por debajo de mí para hacer gala de la verdad, cuerpo erguido y mirada serena, voz firme y ánimo templado me interrogó: “¿Sigues enamorado de mi novia?” Ahora, una pequeña pausa para la publicidad.

“¡Astaprofén, el analgésico antiinflamatorio para tus ataques de cuernos asintomáticos! De venta en farmacias. Consulte con su farmacéutico o su quiropráctico. Las autoridades sanitarias advierten de que cuando el río suena, agua lleva y bla, bla y bla.” Yo no salía de mi asombro, admirado, pero sin salir de mi asombro. Hay que tener un par de huevos, eso es cierto. De hecho yo, en su momento, no los tuve. Eso me hubiese ahorrado décadas de neurosis y, posiblemente, hubiese ganado un aliado pírrico en las luchas intestinas a las que nos arrastra el devenir del monstruo en el que se empeñan en transmutarnos, esa lamentable bestia astada. La cornucopia no es siempre la materialización de la abundancia. Inciso: “Escribir escuchando a Vivaldi es un no parar de referencias Shakesperianas que me están empezando a tocar los cojones. Parece como si estuviese escribiendo con una pluma de ganso.” ¡Qué digo, ojalá escribiese canciones como el Kike Ganso. Qué pedazo de compositor, caraxo! ¡Se acabó! Rammstein en el Apple Music. Total, que el tío vino a pedirle explicaciones al menda y el menda se las dio, sin tener por qué, pero se las dio. Porque uno es un honrado cajista, ¡maldita sea lá!, que gana cuatro pesetas y no debe ná. ¡Ni idea de cómo se ha colado “La verbena de la paloma” en la lista de la Neue Deutsche Härte”, ni puta idea!

Chaval, créeme. De tener que preocuparte por algún otro tío en el mundo entero, yo lo haría de todos salvo de mí, de su padre y de su hermano. Tío, creo recordar que la amé, eso quiero recordar, eso me cuenta la fotografía y debió de ser así porque la mirada no miente. Se vuelve al hogar, siempre, pero ella no era mi hogar, fue mi asilo pero no mi hogar. Además, no te rayes, la vida no es fácil pero tampoco es tan dramática en el sentido literario. El drama de la vida es mucho más carnal, físico; es hambre, es frío, es dolor, es enfermedad, el resto nos lo estamos inventando porque, en el mejor de los casos, todo lo anterior está satisfecho. Dame un abrazo, tronco. Reza para que todo sea ésto y no lo otro. Un corazón inquieto es muchísimo mejor que uno inerte. No soy nadie, tú tampoco y ella tampoco. Somos nadie.

Pero Calamidad, gilipollas, ¿qué coño me estás contando? ¿Qué tiene ésto que ver con nada salvo con tus putas moviditas autobiográficas? De las que, por cierto, ya estamos hasta el coño. Pues mira que te cuente, nena, es que quería dar mi opinión sobre lo de la gota fría en Valencia de este año, pero he preferido cerrar el pico y hablar sobre lo que sí sé a ciencia cierta. ¿Podría haber lanzado bocanadas furiosas, lloreras rabiosas o arengas oportunistas sobre lo de la DANA? Sí, claro, como poder puedo, aunque escuchando y leyendo a algunos y algunas y algunes a los que no les importa sufrir de diarrea verbal, he preferido apretar el culo y chantar la muy, ya que no quiero caer en esa mezquindad, como aquellos, o en ese arrebato emocional, como otros. Sobre todo porque no estoy allí, no soy de allí y no me está pasando, gracias a Rock. Mi humilde criterio es que de estas desgracias se hagan crónicas forenses, en su acepción de relativo al foro, en su acepción de sitio en que los tribunales oyen y determinan las causas. La emocionalidad en las tragedias solo acarrea más tragedias, tragedias subsidiarias que acaban por eclipsar a su fuente, en el mejor de los casos, o las hacen susceptibles de acabar siendo pasto de intereses partidistas. En esta tragedia es preferible pararse a escuchar, una cabeza por debajo de todos para hacer gala de la verdad, cuerpo erguido y mirada serena, oído limpio y ánimo templado. Sobre todo, dar muchas gracias a Rock por haberte librado.

A estas alturas de la vida, no me sorprende que la peña aproveche cualquier ocasión, sea la que sea, para arrimar la sardina, es condición humana. Eso no quita que la vergüenza esté despareciendo de la escena pública de una manera espeluznante. La naturaleza no es un desastre, el desastre somos nosotros. Al menos antes, no muy de antiguo, se consideraba el decoro y la prudencia, aunque fuese por terror a cocerse en el infierno o al descrédito social. Al parecer, hoy ni se conoce la vergüenza, ni la contrición, ni la reparación, ni la culpa, sino el erre que erre goebbelsriano en el argumento exculpatorio mentiroso, el “tú más”, el “empezó él” y el “que viene el lobo”, ya muerda éste a la diestra o a la siniestra. Y entre todos la casa sin barrer, lamentable y trágicamente con consecuencias humanitarias vergonzantes para un autodenominado primer mundo.

El mayor drama de la humanidad es la humanidad en sí misma. La mayor gloria de la humanidad es la humanidad en sí misma. “Dos lobos habitan en el hombre y...” toda esa mierda.

Por eso mismo he preferido escribir algo sobre lo que sí he vivido, sí he experimentado y sí he compartido con otro ser humano. Ver la tele o el youtube no te hace testigo y mucho menos experto. Sobre algo que sí conozco bien, que sí he respirado y olido, que sí he podido sentir la tensión, por muy chorrada autobiográfica que sea, en vez de vomitar subjetivismos oportunistas e histéricos de algo que, aún conmoviéndome hasta el “Weltschmerz”, solo vivo bajo la experiencia ajena y en el total desconocimiento empírico y teórico. Soy un sinvergüenza, pero solo en lo baladí. No me jodas con la caterva de expertos en platós, en el internete y en los despachitos de la flema política, no me jodas. Igual habría que plantarse ante ellos, una cabeza por debajo de ellos para hacer gala de la verdad, cuerpo erguido y mirada serena, voz firme y ánimo templado e interrogarles. ¿Sabrían guardar el tipo? Lo dudo.

P.D.: ¿A que pensabas que los tiros iban por otro sitio? Todavía no, paciencia. Citando a Forrest: “...la vida es como una caja de bombones...”