“Motonabo”. No sé dónde escuché por primera vez esta palabra compuesta y no recuerdo tampoco en qué contexto. Lo que tengo claro es que fue en la adolescencia, eso seguro porque antes, de más niño, hubiese solo retenido el significado textual, es decir, la unión divergente entre un vehículo de combustión a dos ruedas y una raíz de tipo tuberoso y no, no es ese el significado que retengo. Un inciso, en alemán la traducción literal sería “Motorradrübe” y no tendría sentido alguno, pero suena gracioso, mucho más gracioso abreviadamente, “Motorrübe”, que también vale. Igual lo propago por ahí, a ver qué tal. En el siglo de los neologismos todo vale, en cualquier idioma, todo, todo vale. Además al alemán le hace falta más apelativos ofensivos, carece de eso, sinceramente. De hecho ni se le llama “Rübe” al nabo, al nabo humano. No disfruta de maravillas como “pisacharcos”, “tarambana”, “pagafantas”, “vacíacorrales”, “putón verbenero”, “zampabollos”, “chocholoco”, “mojabragas”, etc... es más, al menos en mi zona, tienen no más de tres o cuatro sustantivos para referirse al pene. ¿No es eso increíble? En mi quijotera hispánica no cabe semejante carencia lingüística. Cientos de tipos diferentes de panes, salchichas y quesos y no más de cuatro apelativos para la polla, el colmo del panadero.
La pregunta es, ¿qué significa exactamente “motonabo”? Porque “motonave” sí que viene en el diccionario, pero “motonabo” no. Al igual que “señoro” tampoco, pero “señor” sí. A mí, sin saber exactamente qué describe la palabra “motonabo”, me sugiere una imagen clara y diáfana de lo que se pretendió enmarcar dentro de esta extraña composición, fuese quien fuese el “artista” de la misma. Nada simpático de hecho, machista por supuesto, hiriente si se quiere pero con pinceladas precisas de realidad como suele ser común. En la sociedad líquida hemos adoptado la misma postura que en el romanticismo, la de cerrar los ojos a la misma y dejarnos llevar por fantasías idílicas con cimientos de bruma y narrativas en las antípodas de la racionalidad. En nuestra época coexisten la mitología más delirante y el humanismo fantástico con la inteligencia artificial y la física cuántica. Goethe en sí mismo, vivimos en Goethe, el romántico disidente, posiblemente en su colon. Tú pregúntale a la Montero que qué es una mujer y verás cómo entra en bucle con pantallazo azul de Windows incluído.
Pero, Calamidad, ¿qué significa “motonabo”? ¡Déjate de mamonadas! Tú sabes lo mismo que yo y, al igual que yo, tienes miedo de expresarte al respecto. La RAE también tiene miedo, lo tiene, no por “motonabo”, esa palabra es anecdótica, pero en otras tantas está cagada la RAE. Es comprensible, la nueva inquisición es implacable, sutil, no tortura físicamente, está refinada, es sibilina, pero severa como no lo fue la española jamás. Eso lo saben hasta los Monty Python, esos mucho más que otros. Es terrible la nueva inquisición, es a su homónima como los Slasher al terror psicológico. Te desolla con cara angelical. Solo una RAE cagada aceptaría “cocreta”, “toballa” o “murciégalo”. Solo el terror lleva a comportamientos erráticos y febles, solo el pánico doblega a la lógica y al sentido común. Ahora la corrección, la rectitud, el consenso se arrodillan ante la atalaya de la necedad coronada en la catedral de la sensiblería popular y el gobierno de los necios, de los vagos. Occidente se parece cada vez más a una facultad de Bellas Artes.
No es tan difícil, coño, cro-que-ta. Repite conmigo, despacio, cro-que-ta. Joder. Y esto está pringando, no, ya ha pringado, a cada uno de las parcelas de la sociedad. Se adaptan los planes educativos a los torpes, los requerimientos profesionales a los débiles, se reservan plazas a los imposibles y se les proporciona aforo a los que no tienen nada que decir, solo para sentirnos bien, para estar todos, para no excluir. El clamor debilitante de la oclocracia mecido en los brazos de la superioridad moral. Lo gracioso es que la vida en sí es exclusiva, jodidamente exclusiva, de ahí las mierdas genéticas y las putadas. Lo más gracioso es que a la postre a todo el mundo se le llena la boca de meritocracia. No es bonito, claro que no, pero es que es así y romantizarlo es ponerte una venda en los putos ojos, con lo que eso conlleva. No todo vale, coño. ¿Murciégalo, serveza? ¡Pero si es más difícil de pronunciar, carajo!
La RAE está cagada, la RAE va en motonabo a toda hostia prostituyendo su reputación, el futuro de todo un lenguaje, en pos de un paseíto de acompañante en el vespino del guaperillas de turno para poder sentirse estúpidamente admirada por los tontos del pueblo. ¡No, Calamidad, es que la RAE ha de adaptarse a los modismos más populares! No, querida, la democracia no funciona para todo. Dos más dos son cuatro o nos vamos a la mierda, y punto. Cocreta... la madre que los parió.
P.D.: Todavía vendrán los que defiendan semejante aberración, tiene que haber de todo. Como los que se “empoderan” con el acento de su pueblo. Nunca hay que avergonzarse por el acento que uno ha adquirido, por supuesto, es parte fundamental del acervo cultural, pero convengamos en que algunos bonitos, lo que viene siendo melódicos, agradables al oído y bonitos no son, coño. A tu hijo por más feo que sea lo quieres, pero de ahí a cegarse y subirlo a una pasarela... cojones, hay un mar de olivos de por medio. Que no pasa nada, pero que ser, es. Calamidad, eres un gilipollas. A buenas horas, maja. Pero que ser, es.