Es casi una crueldad tener sólo dos minutos para poder hablar de tí, mi querido Manolo.
Iliturgitano de cuna y sepultura, pediatra, desde Madrid a Andalucía apreciado por sus colegas, amado por sus pequeños pacientes, sus madres y padres y querido, muy querido, por toda su familia
Taurino, sevillista (bueno algún defecto tenía que tener), cofrade, disfrutón del regalo de la vida. Debatíamos sobre decisiones políticas, sobre feminismo, no sin cierta tensión, pero sin hacernos daño, desde la pluralidad y el respeto, buscando puntos en común, que los había y muchos.
He visto como, a lo largo de su vida, ha crecido profesional, personal y espiritualmente, hasta convertirse en todo un ejemplo a seguir, poniendo la guinda en los últimos meses, en esos tiempos lentos que regala la enfermedad. ¡Todo es para bien!
Su dedicación, entusiasmo y vocación médica, llena de humanidad, como así lo hizo su padre, han sido el mejor aval, seguro premiado del gozo que deriva del ocuparse de los demás: su familia, sus pacientes, sus amigos, con esa rectitud de vida en la que tuvo que ver mucho la formación de sus padres y hermanos y la mano divina que tuvo a bien darle una compañera excepcional: Juliana. Aquel 12 de mayo comenzaron un camino con los valores que les unían, que os unen, y que tan bien supisteis trasmitir a vuestros cinco hijos.
Hace casi veintiún años, un día de noviembre madrileño, en una guardia, le llamaron a la sala de partos porque una madre tenía problemas en el alumbramiento y el bebé no llegaba, temiendo lo que ocurrió, que no respiraba, le faltaba oxígeno. Sólo la rápida y eficaz actuación de aquel pediatra permitió que hoy María sea una joven a punto de acabar la carrera universitaria y, aunque apenada por la partida de su querido pediatra, llena de proyectos, feliz.
Sé que hay muchas Marías, muchos bebés, viviendo gracias a tí, querido Manolo, o que se fueron sin que nadie pueda decir que luchaste por ellos hasta la extenuación y que, estoy segura, desde el pasado jueves estarán de tu mano.
Por todo ello, la Sanidad andaluza se queda huérfana.
Gracias Manolo por cuidar de tantos niños, por cuidarnos a tantos, como luego tú has sido cuidado por tu maravillosa familia. Te recordaré cada 1 y 6 de enero, te recordaré siempre.
Espéranos hasta cuando Dios quiera.