La rentabilidad de las explotaciones agrícolas, que la mayor parte del tiempo hace equilibrios en el alambre, se ha desplomado en los últimos años a cuenta de unas condiciones climáticas extremas que se ceban con la mayoría de cultivos, entre ellos el olivar.
Hemos encadenado dos años de cosechas de aceite récord, por escasas, y el estado vegetativo de la mayor parte de nuestro olivar, no se va a recuperar en el corto plazo.
Mientras tanto el precio de los combustibles y de todos los insumos necesarios para el cultivo, continúan desbocados. Las explicaciones han pasado de la guerra de Ucrania, a la invasión de Israel en Gaza y su impacto en el tráfico del mar Rojo.
Sin restarle importancia a estas tragedias humanitarias, para las que nos quedamos sin adjetivos, las causa real sigue siendo la misma: la especulación de quienes ven en cualquier tragedia una oportunidad de negocio.
El incremento del precio del aceite de oliva, en el último año, viene siendo el argumento recurrente para justificar la subida de la cesta de la compra, aunque casi nunca se entra en el porqué de esta situación.
Curiosamente la opinión pública es capaz de entender que el precio de los combustibles suba porque los países productores disminuyan voluntariamente su producción, y en cambio no es capaz de comprender que después de dos campañas consecutivas, con reducciones del 70% en la producción, el precio del aceite alcance precios nunca vistos.
Y mientras, los beneficios de las grandes cadenas de alimentación alcanzan cifras récord y no por escasos.
Como en años anteriores el campo, al menos una parte de él, ha vuelto a salir a las calles y carreteras de nuestro país. Entre sus reivindicaciones, la reducción de controles para la producción viene siendo fija, junto con la eliminación de burocracia y requisitos para el cobro de subvenciones.
Teniendo parte de razón, sobretodo en la maraña burocrática que hay que superar año tras año para cobrar la PAC, me llama la atención que no se exija un control en la cadena de valor de los productos agrícolas, que impida que el consumidor pague por un producto hasta diez veces más de lo que percibe quien lo produce.
De verdad pensamos que la rentabilidad va aumentar cuando se reduzcan los controles fitosanitarios en los cultivos y como consecuencia la confianza de los consumidores en nuestros productos??
Supongo que seguimos errando el tiro porque siempre miramos a ras de suelo.