Buenas tardes, hoy os voy a hablar de la necesidad de venerar la memoria de nuestras gentes, para ello os contaré que hace unos días estuve en el valle del Roncal y descubrí unos murales en memoria de las personas esclavas del Franquismo. En uno de estos leí que terminada la guerra el régimen decidió que los perdedores, los “desafectos al régimen”, habían de ser los responsables de la “reconstrucción del país que ellos mismos habían destruido con la dinamita”, tal y como rezaba la propaganda franquista.
Así, en el verano del 39 llegaron a Roncal los primeros camiones cargados de prisioneros, entre estos había cientos de jienenses, con la misión de excavar a pico y pala, el trazado de la carretera que había de unir tres pueblos.
Ayer en el Instagram de Roy Galán pude leer que Martín ha recuperado el sonajero, que su madre llevaba guardado en el bolsillo de su delantal el día que la fusilaron. Ella tenía 37 años y cuatro hijos, Martín era el más pequeño. Catalina fue enterrada en una fosa común, sin ataúd, cubierta de cal viva. 83 años después se encontraron sus huesos y el sonajero de su hijo. En unos días, como manda la tradición volveremos a los cementerios, a juntarnos en torno a la honra y a la memoria de nuestras queridas personas muertas. Habrá quienes no puedan hacerlo, porque sus cuerpos estarán en alguna fosa común, como el de quienes fueron a los campos de trabajo esclavo en el valle del Roncal, o el de quienes estuvieron en los campos de concentración de Higuera de Calatrava, Santiago de Calatrava, Cazorla, Quesada, Santo Tomé, Hinojares, Huesa, Jódar, Jaén.
Por eso debemos venerar la memoria de nuestras gentes.