De todos es conocida la importancia socioeconómica de la agricultura en la provincia de Jaén, y nos es evidente la riqueza que supone el olivar y el aceite de oliva, pero a esta foto fija quiero añadirle una variable, el tiempo, que va a ser de nuestro olivar, de nuestras explotaciones, dentro de unos años, cuando algunos ya no estemos por aquí.
Ya conocemos el bajo crecimiento natural de la provincia, con una población cada vez más envejecida, ya rondamos el 24 % de mayores de 64 años, 5 puntos sobre la media andaluza; somos la única provincia andaluza que pierde población de forma sistemática desde el año 2000, y donde existe una menor tasa de extranjeros de España.
Con este punto de partida, ¿Quién va a trabajar nuestro olivar dentro de 20 años?.
Las explotaciones familiares se pierden, no tenemos relevo generacional, si asistimos a la asamblea de cualquier cooperativa, podemos ver la edad media de sus socios y escasas socias. Es un hecho que la propiedad de la tierra va a cambiar, como ya ocurrió hace 50 años, a la muerte del padre, los hijos, que ya no son agricultores, venden, y compra un nuevo empresario adaptado a la realidad económica del momento.
La economía del olivar y del aceite, no va a desaparecer, va a continuar creciendo, pero sus actores van a cambiar, y mucho. Conforme avanzo en esta línea de trabajo, veo como el olivar intensivo, el de campiña, el de alta producción, se dirige hacia grandes fincas, en manos de pocos propietarios y fondos de inversión.
Pero qué va a ocurrir con el olivar de baja producción, el que tienen difícil su transformación a la producción intensiva y el olivar de montaña, el de las olivas centenarias de nuestras Sierras y Parques Naturales.
La provincia de Jaén tiene un tercio de su olivar con pendientes superiores al 15 %, eso es mucha superficie, pero también muchos pueblos y mucha población, que precisamente son las mas afectadas a la escasa natalidad y al envejecimiento. Sobre esta zonas es sobre las que recae el mayor riesgo y sobre las que se deben hacer incidir las políticas públicas que hagan que los jóvenes vean el mundo rural un lugar donde desarrollar una vida digna y viable.