Toca hacer balance político de lo sucedido en Andalucía en el año 2022. La operación no requiere grandes dotes intelectuales ni periodísticos: 2022 fue el año en que Andalucía se hizo rotunda, inequívoca y oficialmente de derechas.
La naturaleza y el alcance de la mayoría absoluta de 58 diputados obtenida por el Partido Popular de Juan Manuel Moreno admiten distintas lecturas, pero ni las que menos simpatizan con posiciones conservadoras pueden obviar que en Andalucía se ha producido un cambio de ciclo político.
Basta repasar lo sucedido en plazas electorales como Jaén, donde el Partido Socialista fue hegemónico durante décadas, para predecir que los resultados del 19-J no serán flor de un día si el PP sabe gestionarlos sin sectarismo. Los de Moreno se hicieron con más del 42 por ciento de los votos emitidos ese día en la provincia, muy por encima del escuálido 27 por ciento de los socialistas. La predicción del CIS no pudo ser más errada: otorgaba al PP un 35 por ciento y al PSOE un 22.
Los 141.000 votos que el PSOE obtuvo en Jaén en las generales de noviembre de 2019 menguaron hasta los 86.000 de las autonómicas de dos años y medio después. Antes de las generales, en las locales de la primavera de 2019, los socialistas jiennenses habían sumado casi 160.000 papeletas. ¿Las conservarán en las municipales de mayo de 2023? Es difícil saberlo, pero hoy por hoy las apuestas tienden a pensar que no. Al secretario general de los socialistas, Francisco Reyes, le queda faena por delante para frenar la hegemonía local conservadora: Juan Espadas puede venir a echar una mano, desde luego, pero es evidente que tras el batacazo del 19-J no pasa por su mejor momento. Ni él ni el partido. Los alcaldes tendrán que emplearse a fondo. Más a fondo que nunca.
Entre los socialistas andaluces cunde la sospecha, nunca explicitada en público y pocas veces en privado, de que Juan Espadas no será capaz de remontar la poderosa corriente conservadora que el 19-J dejó al PSOE exhausto en la orilla, sin apenas fuerzas para seguir braceando. El partido entró en un trance depresivo del que todavía no ha logrado salir. En Jaén concretamente, perder la Diputación sería un golpe político y psicológico terrible para la agrupación andaluza más potente del PSOE después de la de Sevilla. Los 16 diputados provinciales socialistas frente a los 10 del PP salidos de las urnas en 2019 certifican que el margen de Reyes es muy holgado, aunque no tanto como para conjurar el riesgo de llevarse un susto.
Para la izquierda, lo malo de la mayoría absoluta de Moreno no es únicamente la mayoría misma: lo peor es la doble sensación de que, por una parte, la hegemonía del PP puede ir para largo y, por otra, de que el PSOE no tiene hoy la fe en sí mismo que se necesita para revertir la situación. A su vez, la división que hay a su izquierda no ayuda precisamente.
Si el PP gana con claridad las municipales en Andalucía, las posibilidades socialistas de recuperar la Junta en 2026 habrán menguado dramáticamente, además de dejar a Espadas en una posición orgánica sumamente comprometida.
Recordemos que, según el sondeo postelectoral del CIS, Moreno arañó el 19-J hasta el 17,5 por ciento de quienes habían votado al PSOE en diciembre de 2018, una muy mala noticia para los socialistas pero quizá no tanto como la de que seis meses después el presidente no parece haber perdido ni uno solo de aquellos votos prestados.
Moreno es perfectamente consciente de que su mayoría absoluta lo fue en buena medida precisamente por ese trasvase de papeletas. Lo sabe y está obrando en consecuencia. No está imitando ni imitará a Isabel Díaz Ayuso. Su modelo es el José María Aznar templado de la primera legislatura 1996-2000, no el soberbio y fuertemente derechizado de su segundo mandato. Puede que en la intimidad Moreno sea más de derechas de lo que lo son sus políticas, pero sabe que se equivocaría si siguiera los pasos del Aznar de 2000-2004. Andalucía es hoy de derechas, pero estará muy atenta a verificar que le va lo bastante bien como para seguir siéndolo.