Régimen Abierto

Antonio Avendaño

California de Europa, Motor de España

Todo Gobierno tiene derecho a disfrutar de su cuota de propaganda, como todos los ciudadanos tenemos el deber de no tomárnosla demasiado en serio

 California de Europa, Motor de España

Foto: EXTRA JAÉN

La bandera de Andalucía entre la de la Unión Europea y la de España.

Todos los gobernantes quieren hacer historia, pero a la postre la mayoría de ellos no suelen hacer mucho más que propaganda. O hacen historia sin saber que están haciéndola. O entran en la historia pero por la puerta de atrás, o incluso por la gatera. Aznar creyó que iba a entrar en la Historia por la Puerta Grande aureolado por la leyenda ‘España va bien’ y al final entró en ella por el ominoso portillo de las mentiras del 11-M. Fue el presidente que quiso engañar a todo un país para no perder unas elecciones: no logró ni una cosa ni la otra.
Hacer historia está menos en manos de los hombres que en manos del azar, del destino, de la fatalidad. El filósofo alemán Friedrich Schelling escribió que “lo que hace verdaderamente importantes las acciones humanas son sus consecuencias reales, y estas casi siempre son distintas de las que se pretendían”.

Al presidente socialista andaluz José Rodríguez de la Borbolla le hubiera gustado entrar en la historia habiendo convertido a Andalucía en la ‘California de Europa’, que es un eslogan que haría fortuna hacia finales de los años 80, pero que no pasó de eso, de ser un eslogan.
A su sucesor Manuel Chaves también le hubiera gustado que lo que los socialistas de los primeros años de la década de 2000 llamaron enfáticamente ‘Segunda Modernización de Andalucía’ se hubiera materializado en un Gran Salto que equiparara a la comunidad del sur con las más pujantes del centro y el norte. Al final, aquello se quedó en poco más que un programa electoral que incluía propuestas bastante avanzadas como la generalización de Internet, el bilingüismo en las escuelas, el fomento de la cultura emprendedora o situar al 95 por ciento la población andaluza a menos de 25 minutos de una vía de gran capacidad. Aun desarrollados parcialmente, no dejaron, desde luego, de suponer avances significativos, pero quedaron muy lejos de la revolución sugerida por la ampulosa divisa de la ‘Segunda Modernización’.

El actual presidente, Juan Manuel Moreno Bonilla, no quiere ser menos que sus antecesores. La Andalucía que Borbolla soñó como ‘California de Europa’ Moreno la ha llamado ‘Motor de España’. Es lo mismo pero con otro nombre. Moreno no para de repetirlo en todos los foros a los que es invitado. La última vez ha sido esta misma semana en Málaga, en el ‘Fórum Europa’, donde reiteró que su Gobierno “va en serio” cuando postula que quiere convertir a Andalucía en “el motor económico de España”; y no solo eso, el presidente parece estar convencido de que en realidad ya lo es porque lidera, por encima incluso de Madrid o Cataluña, tropecientos indicativos económicos: aluvión de autónomos, creación de empleo a mansalva, implantación de empresas, récord de exportaciones…
Sería bueno para todos, y no solo para el Partido Popular, que el presidente acertara y que lo que hoy es solo propaganda mañana fuera realidad. Lo malo es que la realidad se forja a un ritmo mucho más lento que la propaganda. Los datos del Instituto Nacional de Estadística así lo atestiguan: el año 2000, Andalucía se situaba en el 74,2 por ciento de la riqueza del país, es decir, que disponía de un 25,8 por ciento menos de renta que la media española. Al cierre de 2021, aquel 74,2 se ha convertido en un 74,1.



La Andalucía que se encontraron Escuredo o Borbolla no es la misma que ellos legaron a Chaves, del mismo modo que la construida por Chaves que heredó Moreno contaba con unos servicios públicos y un capital físico lo suficientemente potentes como para aventajar con holgura a territorios como el sur de Italia, con el que sí compartía subdesarrollo y miseria en el arranque del último tercio del siglo XX. Sea como fuere, todo Gobierno tiene derecho a disfrutar de su cuota de propaganda, como todos los ciudadanos tenemos el deber de no tomárnosla demasiado en serio.

Con mucha anticipación, el llorado Javier Aristu supo poner las cosas más o menos en su sitio en una entrevista a Paquiño Correal en El País, en un año tan remoto como 1999: “Andalucía no es ni la California de Borbolla ni la Calabria de los victimistas”. Ni el Motor de España, cabría añadir.