Régimen Abierto

Antonio Avendaño

¿Terrorismo islámico en Andalucía?

El perfil del asesino de Algeciras podría encajar con el de un peligroso salafista, pero también con el de un pobre diablo. Tal vez sea ambas cosas

 ¿Terrorismo islámico en Andalucía?

Foto: E. P.

Policía Nacional en el lugar de los hechos del suceso en Algeciras.

Cuando los medios publicamos una noticia informando de que tal personaje ha sido abucheado estaría bien contar cuántos abucheadores han sido exactamente, al menos así compensaríamos un poco el desequilibrio entre la relevancia tipográfica que damos a la noticia y la relevancia efectiva de lo sucedido. Si tuviéramos más en cuenta la cantidad, identificaríamos mejor la calidad.

La recomendación vale, pongamos por caso, para la noticia sobre los insultos proferidos días atrás en Barcelona contra el líder bastante independentista Oriol Junqueras por unos tipos muchos más independentistas que él; y vale para la noticia que daba cuenta de lo sucedido esta semana en la Universidad Complutense de Madrid, donde la presidenta de la Comunidad, Isabel Ayuso, fue abucheada y tuvo que salir escoltada por la Policía.
Esta dialéctica informativa de la calidad y la cantidad también podría valer para examinar el trato que los medios estamos dando al asesinato este miércoles en Algeciras del sacristán de una iglesia a manos de un marroquí al que el juez instructor del caso vincula con el terrorismo salafista.

Su nombre es Yassine Kanjaa, pesaba sobre él una orden de expulsión por estar ilegalmente en España pero, al no tener antecedentes policiales, su salida del país no era una prioridad para las autoridades españolas ni marroquíes. Vivía en un miserable piso patera en la ciudad fronteriza y en las últimas semanas su comportamiento había cambiado, según sus compañeros, a los que empezaba a darles un poco de miedo. Súbitamente, desde hacía un par de meses hablaba mucho de Dios, del diablo y de los terribles pecados que se cometían diariamente contra el Corán.



Por ahora no se le conocen conexiones con ninguna célula terrorista, pero podría haberse convertido al integrismo salafista en solitario, a través de internet y sin relacionarse personalmente con otros terroristas. Su perfil podría encajar con el de un peligroso fundamentalista, pero también con el de un pobre diablo, aunque ambas dimensiones no tienen por qué ser excluyentes.

El hecho de haber escandalizado a los fieles de la iglesia con sus gritos islamistas y sus insultos a la fe cristiana para después marcharse y regresar un poco más tarde armado con una catana no indica precisamente un alto grado de sofisticación: en el tiempo que tardó un volver al templo, donde hirió al sacerdote, alguien podía haber llamado a la Policía, que podría haber estado esperándolo para detenerlo.

Es pronto para adelantar cómo acabará todo esto. El único hecho dolorosamente inequívoco e irreversible es la muerte del sacristán Diego Valencia, un hombre de iglesia que no había hecho daño a nadie. Murió sin saber si lo estaba asesinando un terrorista o un pobre diablo. O ambos.

Los medios están haciendo mucho ruido con el crimen de Algeciras. Puede que más del que debieran, pero es inevitable que así sea. Lo explicaba muy bien el historiador superventas Yuval Noah Yarari: “Hay una alianza estricta entre los medios de comunicación y el terror. Se dan ganancias el uno al otro. Los medios llevan el mensaje de los terroristas y los terroristas ayudan a los medios a vender. No lo hacen a propósito, pero es lo que sucede. Todo el objetivo del terrorismo es llamar la atención”. La controversia es casi tan antigua como el propio terrorismo y el propio periodismo, pero su solución no es tan fácil como parecer sugerir el brillante autor de ’Sapiens’.

Más afinaba, en cambio, Harari en esta reflexión sobre el terrorismo islamista en Europa: "Los yihadistas no son el problema. Mueren más europeos por un rayo que por terrorismo. Los yihadistas son como un mosquito o una mosca, ellos pueden causar mucho daño en el mundo cuando entran en en la oreja de un elefante y el elefante se vuelve loco y empieza a destruir todo lo que hay a su alrededor. Pero por sí mismos, su fuerza es totalmente marginal. Los problemas del mundo no son con los yihadistas. La importancia de la yihad es psicológica".

Sus palabras conectan con la dialéctica de la cantidad y la calidad. El asesino de Algeciras ha sido uno pero algunos pretenden convertirlo en representante y encarnación de la comunidad musulmana. “Unos les abren las puertas, otros los financian y el pueblo los sufre. No podemos tolerar que el islamismo avance en nuestro suelo”, ha escrito el cráneo privilegiado Santiago Abascal en su cuenta de Twitter. Mientras no se demuestre lo contrario, el criminal de Algeciras es un mosquito, no un elefante. El elefante somos nosotros, aunque unos más que otros.