Régimen Abierto

Antonio Avendaño

El PP es una fábrica de sanchistas

La obsesiva querencia de Génova a la sobreactuación al juzgar las acciones del Gobierno de Sánchez se está convirtiendo en el mejor aliado del presidente

La noticia de El País del 30 de octubre de 1983 decía así:

“El ministro de Asuntos Exteriores español, Fernando Morán, planteó ayer a las autoridades chinas el deseo de que el Parque Zoológico de Madrid cuente en el futuro con un nuevo ejemplar hembra de panda gigante, que sustituya a Shao-Shao, fallecida el pasado domingo a consecuencia de una infección intestinal. Morán se encuentra en visita oficial en la República Popular China desde el pasado viernes. Sin embargo, la donación de un nuevo panda hembra a España, que permitiría restablecer la capacidad reproductora del grupo instalado en el zoológico madrileño, encontrará obstáculos, según impresiones recogidas en Pekín. Los pandas gigantes, de los que apenas queda un millar en 12 reservas naturales de la República Popular China, atraviesan un período de especiales dificultades para la supervivencia”.



Eran los tiempos en que el pobre Fernando Morán era objeto de múltiples burlas que lo convertían en protagonista de chistes leperos que lo retrataban como un tonto rematado. Obviamente, no lo era. Casi todos los chistes eran en contra, aunque también hubo alguno a favor. Como este:

Al regreso del ministro de Exteriores de China, su mujer, que estaba esperándole en el aeropuerto, le preguntó: Fernando, ¿has conseguido que el Gobierno chino le regale a España el panda gigante que le pediste”. A lo que el ministro respondía resignado: “Mari Luz, da lo mismo que los chinos acepten o rechacen mi petición: si no traigo el panda, la derecha dirá que soy un inútil, y lo consigo que venga dirá que me han dado el más pequeño que tenían”.

Aunque apócrifa, la situación que retrataba el viejo chiste se ha convertido en regla de oro de la política: la derecha no le da ni agua a la izquierda, pero la izquierda hace más o menos lo mismo. El juego limpio es imposible si uno de los dos jugadores decide jugar sucio. Hace muchos años que en la política se acabó el juego limpio, si es que, claro está, alguna vez lo hubo. La impresión generalizada es que hoy el juego sucio se practica con mucha más intensidad y de manera mucho más científica y sistemática que antaño; o tal vez lo que sucede es simplemente que las jugadas sucias se difunden a mucha mayor velocidad y llegan a muchísimos más destinatarios que hace apenas unas décadas.

Aun así, hay jugadores especialmente dotados para el juego sucio. Un juego sucio del que, en realidad, el primer damnificado es su propio equipo, mucho más, en todo caso, que el conjunto contrario. En el Partido Popular sobresale particularmente el hoy titular, tras mucho tiempo en el banquillo, Esteban González Pons, eurodiputado y vicesecretario general del partido para quien la mediación de España para que el líder opositor venezolano Edmundo González abandonara su país con destino al nuestro ha convertido al Gobierno español en cómplice de Nicolás Maduro por haber obligado Caracas al virtual ganador de las elecciones a firmar, en la embajada de España, un papel reconociendo la victoria del líder chavista como condición para autorizar su salida hacia el exilio.

La conclusión que el cráneo privilegiado Esteban González Pons saca de lo sucedido es esta: “Para la salida del presidente electo [en referencia a Edmundo González], su coacción y su envío al exilio, el Gobierno de España ha sido un cooperador necesario. El Gobierno de España está implicado en el golpe de Estado producido en Venezuela”. Como diría Mota, no digo que me lo mejores, solo iguálamelo.

Es difícil imaginar qué razones han llevado a Pons a ejecutar esa jugada que, pretendiendo burlar al contrario dejándolo en ridículo, a quien realmente burla y deja en ridículo es a él mismo. Y también a su partido, que tendrá no pocas dificultades para mantener la tesis del golpismo de Sánchez, sobre todo después de que el propio Edmundo González emitiera ayer un comunicado de urgencia González negando “categóricamente” haber sido “coaccionado ni por el Gobierno de España ni por el Embajador español en Venezuela” y recalcando lo que es obvio para cualquier que no sea eurodiputado y vicesecretario general del PP: que “las gestiones diplomáticas realizadas tuvieron como único propósito facilitar mi salida del país, sin ejercer ningún tipo de presión sobre mí”. 

El ministro de Exteriores José Manuel Alvares bien podría decir lo que el viejo chiste le atribuía al pobre Morán: si no llegamos a lograr que Edmundo saliera de Venezuela, habrían dicho que éramos cómplices de Maduro; pero ahora que lo hemos logrado, también dicen que lo somos”.

La obsesiva querencia del PP a la sobreactuación y a hacer un uso indiscriminado de la brocha gorda al juzgar las acciones del Gobierno de Pedro Sánchez se está convirtiendo en el mejor aliado del presidente: quienes pensaban que el primer enemigo del sanchismo era el equipo del Partido Popular tal vez empiezan a considerar que los de Génova se han erigido en su colaborador necesario, cuando no en su cómplice más valioso, particularmente cuando quien toma las riendas del juego es ese inverosímil titular llamado Esteban González Pons.