Es muy conocida en las aulas de periodismo la anécdota, tal vez apócrifa, del profesor que, para explicar a sus alumnos la naturaleza de la información política, hacía entrar en el aula a un colaborador que se limitaba a decir: "Sin comentarios", y luego se marchaba. "Ya pueden ustedes empezar a escribir", instaba el docente a sus alumnos.
Desde que se conoció el pasado miércoles 24 la carta del presidente Pedro Sánchez anunciando que se tomaba hasta el lunes 29 para decidir si continuaba o no en el cargo, pues se le hacía insoportable el acoso que está sufriendo su mujer Begoña Gómez, los cronistas políticos se enfrentan a un omnipresente "sin comentarios" con el que no saben muy bien qué hacer. Tras la carta, el silencio. Nadie sabe nada. En el partido y en el Gobierno están con el alma en vilo: no descartan que Sánchez, genio y figura, lo mande todo al carajo.
Los más viles, que suelen ser también los más sectarios, no han dado credibilidad alguna a la carta, que interpretan con una añagaza más de 'Perro' Sánchez, a quien por supuesto no conceden el beneficio de la duda: ¿y si fuera verdad que, en efecto, el poder se le ha hecho insoportable debido al altísimo coste familiar que conlleva? Una de las particularidades de Pedro Sánchez es que es un político que no tiene adversarios: solo tiene enemigos, gente convencida de que es preciso acabar con él porque supone un peligro para la unidad de España y la pervivencia de la Constitución y la democracia. ¿Cómo, pues, alguien así va a tener corazón?
Pero quienes, en el otro lado, dan credibilidad a la confesión de Sánchez no están menos desconcertados. ¿Por qué lo ha hecho? ¿Con la idea de provocar una ola de simpatía que ayude a recomponer su erosionada imagen pública? ¿Con el propósito de plantear una moción de confianza al Congreso y salir reforzado de ella, pues en plena campaña electoral los de Puigdemont no podrían votar en contra? Puede ser, pero es poco verosímil. Personas cercanas al presidente aseguran que es un hombre realmente abatido por los ataques que sufre su mujer. Según eso, Pedro no era el tipo con mandíbula de hierro y corazón de titanio que todos, hasta los más fieles, creían.
La hipótesis más convincente sigue siendo la sugerida por la navaja de Occam: "En igualdad de condiciones, la explicación más simple y suficiente es la más probable", es decir, que el hartazgo, la impotencia y la aflicción que atenazan a Sanchez son verdad y son la causa de esta crisis: "Llegados a este punto -escribe el presidente–, la pregunta que legítimamente me hago es ¿merece la pena todo esto? Sinceramente, no lo sé. Este ataque no tiene precedentes, es tan grave y tan burdo que necesito parar y reflexionar con mi esposa. Muchas veces se nos olvida que tras los políticos hay personas. Y yo, no me causa rubor decirlo, soy un hombre profundamente enamorado de mi mujer que vive con impotencia el fango que sobre ella esparcen día sí y día también".
El punto débil de la hipótesis Occam es el abismo existente entre la dramática percepción que Pedro tiene de la ofensiva de la derecha contra Begoña y la poca o ninguna importancia que quienes votaron y apoyan al presidente han venido dando a tal ofensiva. Lo que para la gente de izquierdas no era sino un episodio más de la histórica falta de deportividad de la derecha cuando no alcanza el poder que creía tener al alcance de la mano, en la familia Sánchez-Gómez era vivido como una dolorosísima, inmerecida e insufrible desdicha. ¿Está Sánchez, con su amago de dimisión, matando moscas a cañonazos? Esta es seguramente la impresión más generalizada entre quienes simpatizan con el presidente. ¿Una denuncia no demasiado consistente que probablemente será archivada antes que después es motivo bastante para provocar una crisis política de tal envergadura que incluso las cancillerías europeas la están siguiendo con suma atención?
Si Sánchez dimitiera el lunes –nuestra apuesta que no lo hará–, se habría comportado como un buen marido pero como un mal presidente del Gobierno. Quien ocupa tal responsabilidad no puede poner su condición de amante esposo por delante de su condición de político que está ahí en representación de millones de personas.
Antonio Avendaño
Régimen Abierto¿Está Sánchez matando moscas a cañonazos?
Si Sánchez dimitiera el lunes – nuestra apuesta es que no lo hará–, habría actuado como un buen marido pero como un mal presidente del Gobierno
Foto: MONCLOA
Pedro Sánchez.