Va ya para más de un lustro que el PSOE andaluz dejó de parecerse a sí mismo. “Yo ya no soy yo/ ni mi casa es ya mi casa”. El PSOE de hoy recuerda demasiado a aquel impotente PP de Gabino Puche, de Teófila Martínez o de Juan Ignacio Zoido –aunque no al del último Javier Arenas, que logró adelantarlo en votos en 2012–, a aquel PP para quien desalojar de la Junta de Andalucía al todopoderoso PSOE de entonces era un sueño imposible. Para la derecha andaluza fue una dura travesía de 30 años. ¿Por qué perdieron los socialistas el poder detentado durante tres décadas? Seguramente, y entre otras, por una razón que en el manual de derrotas de la política suele figurar entre las más viejas del mundo: el exceso de confianza.
Los socialistas andaluces todavía no se han recuperado de aquel fatídico diciembre de 2018 en que perdieron un poder que parecía que les hubiera sido entregado graciosamente para toda la eternidad. El relevo de Susana Díaz por Juan Espadas merced a la contundente victoria de este en las primarias de 2021 no ha tenido, no está teniendo los efectos vigorizadores que, hace ya la eternidad de tres años y medio, muchos en el partido creyeron que podía tener.
Al contrario que Susana Díaz, que demostró ser mejor secretaria general del partido que presidenta de la Junta, Espadas demostró ser mejor alcalde de Sevilla que secretario general con capacidades -o posibilidades efectivas- de sacar de su postración a la mayor federación territorial del Partido Socialista.
Al secretario general del PSOE andaluz no le faltan virtudes políticas, pero entre ellas no tienen suficiente peso específico aquellas que se precisan para liderar no un partido, así en abstracto, sino para liderar un partido que había entrado en barrena –“yo ya no soy yo/ ni mi casa es ya mi casa”- tras perder el poder y contemplar sin dar crédito a lo que contemplaba cómo quienes habían sido sus principales referentes institucionales y orgánicos eran procesados y duramente condenados. Aunque el Tribunal Constitucional revocaría finalmente el grueso de las groseras condenas del caso ERE, el daño político –y personal– era, es irreparable.
Si le hubiera correspondido dirigir la organización en tiempos de bonanza, como a Manuel Chaves en el último lustro del siglo XX y primero del XXI, Espadas habría hecho un papel impecable, pero le han tocado los confusos y exhaustos tiempos que le han tocado y muchos de quienes hoy lo respaldan formalmente saben que, más antes que después aunque siempre desde el respeto debido a su cabal e intachable trayectoria, habrá que encontrar un nuevo piloto que conduzca con mayor brío, determinación y audacia el coche socialista, y eso en el caso nada inverosímil de que el verdadero problema socialista no sea propiamente el piloto sino más bien el coche mismo: un vehículo que a su vez precisa de una puesta a punto integral que, ciertamente, el esforzado equipo de mecánicos de Talleres Juan no ha sido capaz de llevar a cabo.
Este fin de semana hay congreso federal del PSOE en Sevilla y a la vuelta de la esquina le llegará el turno al congreso regional, donde es seguro que habrá una candidatura alternativa aunque todavía no se sepa quién va a encabezarla. Mucho menos seguro es que los críticos sean capaces de desalojar al secretario general; no al menos mientras este siga contando con el apoyo decidido de Ferraz, pues la militancia sabe perfectamente que en tales circunstancias matar a Juan Espadas equivaldría a infligir otra grave herida más a un Pedro Sánchez que bastante tiene con procurar curarse las suyas sin que los compañeros andaluces vengan a sumarle otras.
La posición oficiosa de Ferraz es que ahora no toca plantearse relevar a Espadas porque hay tareas mucho más urgentes y trascendentales; pero si, como es lo más probable, en el futuro las encuestas siguen diciendo lo mismo que han dicho unánimemente hasta ahora, que el PSOE no tiene opción alguna no ya de desalojar al PP sino ni siquiera de inquietarlo, Sánchez no tendrá más remedio que mover ficha en el tablero andaluz: hoy por hoy, solo él puede hacerlo (para lo cual, por cierto y dicho sea de paso, no tendrá más remedio que consultar con Jaén: una de las pocas provincias donde todavía el PSOE tiene poder propio, autónomo, con una dirección disciplinada y respetuosa con la dirección federal, sí, pero no dependiente de ella). Juan Espadas está solo pero todavía no lo sabe: comunicarle la dolorosa circunstancia de esa soledad -y convencerlo de que no se trata de una ‘fake news’- es tarea de Pedro Sánchez.