Régimen Abierto

Antonio Avendaño

La coronación de Moreno

Ayer fue la investidura y mañana será el bodorrio, al aire libre y frente al palacio de San Telmo

 La coronación de Moreno

Foto: EFE/JULIO MUÑOZ

Juanma Moreno investido presidente de la Junta

Ayer fue la investidura y mañana será el bodorrio, fijado a una hora temprana y al aire libre, frente al palacio de San Telmo, en una ceremonia que amenizará la Orquesta Fundación Barenboim-Said y entre cuyos invitados figuran el jefe de filas del PP Alberto Núñez Feijóo, la presidenta madrileña Isabel Díaz Ayuso y una significativa representación institucional en la que no faltará algún ministro del Gobierno central. Por lo que ha trascendido hasta ahora, parece que el Rey de España y el Papa de Roma no asistirán; aun así, ¿quién da más?

El hecho de que el acto vaya a celebrarse en plena calle es síntoma de lo seguro que se siente el presidente, y no tanto por su mayoría absoluta como por la certeza de que no hay moros reivindicativos en la costa: sanitarios y enseñantes, que suelen ser los más protestones, regresaron a sus cuarteles después de los acuerdos de mejora salarial alcanzados semanas antes de las elecciones. No hay riesgo, pues, de que sindicalistas ruidosos empañen la ceremonia.

Sin embargo, la elección misma de ese modelo de toma de posesión tan impúdico desmiente los votos de humildad y moderación tantas veces proclamados por el presidente. También los humildes, a fin de cuentas hombres y no santos, pecan de cuando en cuando de soberbios.

Este sábado 23 de julio va a ser su gran día y Moreno quiere que el mundo lo sepa y tome nota. Atendiendo a su discurso de investidura del miércoles en el que tantas veces elogió su propia gestión y reprochó al presidente del Gobierno Pedro Sánchez la suya, la imagen que venía a cabeza era la de la parábola evangélica del fariseo y el publicano: “Señor, te doy gracias porque no soy como los otros hombres, ladrones, injustos, adúlteros…”.

La versión de Pascal es todavía mejor que la de Lucas: “No hay más que dos clases de hombres: los unos justos, y que se creen pecadores; los otros pecadores, que se creen justos”.

Moreno, huelga decirlo, es de estos últimos, aunque seríamos con él mas injustos de lo cristianamente tolerable si no recordáramos que el oficio de la política produce fariseos en cantidades escandalosamente industriales, mientras que la cosecha de publicanos ha venido menguando melancólicamente desde hace décadas.

¿Será Juan Manuel Moreno un presidente humilde, sencillo, dialogante, en fin, un santo pudiendo no serlo pues para ello le avalan 58 diputados? Estaría bien, pero sería irrelevante. Lo que cuenta en un gobernante son sus políticas, no su persona, aunque por desgracia en estos tiempos muchos de los gobernantes más populares lo son por su afabilidad, su franqueza, su desahogo o su simpatía más que por las cosas que efectivamente hacen cuando gobiernan. Véase, sin ir más lejos, el caso del recién decapitado Boris Johnson.

Moreno promete gobernar desde el diálogo, pero el suyo será inevitablemente un diálogo impostado, y no porque nuestro hombre sea un hipócrita sino porque las condiciones objetivas en que va a desenvolverse su mandato no propiciarán un diálogo que para ser verdadero ha de ser entre iguales o al menos entre casi iguales. Moreno tiene mayoría absoluta y esa circunstancia hace prácticamente inviable un diálogo real, aunque no sea obstáculo para poner en escena la parafernalia de la negociación y su representación teatral.

El rodillo parlamentario será inevitable, pero no es ninguna desgracia que así sea. La desgracia sería, por ejemplo, que los verdaderos beneficiarios de las futuras rebajas fiscales de Moreno volvieran a ser de nuevo quienes perciben las rentas más elevadas.

Técnicamente, la de mañana será una toma de posesión pero tendrá el formato de una coronación. La estética civil y más bien republicana de este tipo de actos no desmentirá, sino más bien todo lo contrario, las pretensiones sutilmente monárquicas de los organizadores. No será la toma de posesión de Juanma Moreno como presidente de la Junta, sino la entronización de Juan Manuel Moreno Bonilla en el año III después de J. M. M. B.