Régimen Abierto

Antonio Avendaño

La maldición del tranvía rojo

La derecha jiennense nunca perdonó la filiación socialista del metro ligero

Foto: Ramón Guirado

Tranvía de Jaén.

Lo que inicialmente creíamos que iba a ser un tranvía resultó ser una maldición. Los 120 millones de euros invertidos entre 2009 y 2011 por la Junta de Andalucía y el Ayuntamiento de Jaén iban a estar pudriéndose durante doce largos años. Herrumbrosas lanzas, escribió Juan Benet; herrumbrosas vías, lamentamos nosotros. 

Los trabajos de puesta a punto tanto de las instalaciones ferroviarias como el material móvil van a suponer una inversión cercana a los 6 millones de euros, que es la cantidad que las arcas públicas se habrían ahorrado si el tranvía hubiera echado a rodar, como estaba previsto, en el verano de 2011 tras arrancar con éxito el periodo de pruebas con pasajeros a principios de mayo de aquel año. Como se recordará, una orden judicial las paralizó al estimar un juzgado la demanda por competencia desleal interpuesta por la empresa concesionaria de autobuses urbanos.



Las últimas noticias son esperanzadoras: en principio (es importante recalcarlo: en principio), el tranvía estará operativo entre el segundo semestre de 2024 y el primero de 2025. Las fechas han sido motivo de discrepancia entre el concejal y portavoz municipal de Más Jaén, Manuel Carlos Vallejo, que veía “más que razonable que el tranvía pueda tardar un año o lo que vaya a tardar”, y el presidente del partido, Juan Manuel Camacho, que rectificaba sin contemplaciones a su concejal: el tranvía tiene que estar a punto “sí o sí” en 2024, no en 2025 como aventuró la consejera de Fomento y se apresuró a patrocinar el edil Vallejo: divergencias, en todo caso, menores y originadas seguramente más por la bisoñez propia de un partido de novatos que por otra cosa. 

La buena política

La política –sobre todo la buena política, en el sentido aristotélico de ciencia orientada a “alcanzar y salvaguardar el bien de la ciudad”– no es un oficio que se aprenda de un día para otro. De hecho, a veces no llega a aprenderse tras toda una vida dedicada a ella, como les ha sucedido a no pocos cargos institucionales del Partido Popular en este desgraciado asunto del tranvía de Jaén, pues nunca se propusieron seriamente hacer lo que la ‘buena política’ ordenaba hacer: poner en funcionamiento una infraestructura útil para la ciudad y que había costado un dineral. 

Muchas crónicas, la mayoría de ellas en medios conservadores, suelen despachar la escandalosa demora del funcionamiento del tranvía atribuyéndola a “las diferencias entre partidos”, repartiendo equitativamente así unas culpas que, al ser de todos, acaban, como todo el mundo sabe, no siendo de nadie. El pecado original del tranvía es que fue un proyecto promovido y financiado conjuntamente por la Junta de Andalucía socialista, que entonces presidía José Antonio Griñán, y la Alcaldía también socialista de Jaén, cuya titular era Carmen Peñalver.

Eso no significa, por cierto, que el socialismo fuera del todo inocente en esta historia. El humo de la codicia electoral tal vez cegó sus ojos: las obras del tranvía acabaron aceleradamente justo cuando daba comienzo la campaña electoral de las municipales de 2011. 

Un castigo del Señor

Las cosas no salieron, sin embargo, como los socialistas habían imaginado. Si habían pecado de ventajismo o de codicia, el Señor los castigó: aquel 22 de mayo de 2011 el PP arrasó en Jaén, donde el borroso candidato conservador José Enrique Fernández de Moya sumó nada menos que el 52 por ciento de los votos. Como ocurrió en muchas otras ciudades, en aquellas elecciones a la socialista Peñalver le tocó pagar los platos que el presidente del Gobierno de España, José Luis Rodríguez Zapatero, había roto a cuenta de su ininteligible gestión de la mayor crisis económica sufrida por el país muchas décadas. 

El alcalde Fernández de Moya, cuya hostilidad hacia el tranvía iba más allá de lo político para casi rayar en lo enfermizo, cumplió su compromiso electoral de no subirse jamás a tan diabólico transporte. Desde luego, los jienenses no se lo reprocharon cuando llegó la siguiente cita electoral: es cierto que en 2015 el PP pasó del 52 por ciento de cuatro años antes a solo un 38 por ciento, pero su merma fuera a parar a Ciudadanos y el Ayuntamiento no cambió de color político.

El último esfuerzo serio por desenterrar el tranvía lo hizo el consejero de Fomento de la Junta, Felipe López, un político imperturbable cuyos buenos oficios diplomáticos con el alcalde de Jaén, el popular Javier Márquez, llegaron a buen puerto en mayo de 2018 al firmarse un acuerdo a tres bandas entre la Junta, el Ayuntamiento y la Diputación. Sin embargo, el terreno que la flema británica y la largueza presupuestaria de López habían conquistado en primavera habría de quedar en entredicho cuando en el invierno de ese mismo año se produjo la ‘catástrofe’: el 2 de diciembre el PSOE ganaba las elecciones autonómicas pero no por tantos votos como para superar los que sumaban conjuntamente el PP, Cs y Vox.

Malo para el PSOE, bueno para el tranvía 

Mala noticia aquella para el PSOE andaluz, pero no necesariamente para Jaén y su tranvía, pues por primera vez en la historia Junta y Ayuntamiento eran gobernados por la derecha, lo que sin duda despejaba un camino cuyos obstáculos venían siendo más de orden ideológico que propiamente técnico o presupuestario. De hecho, apenas unas semanas después de tomar posesión como presidente autonómico, Juan Manuel Moreno Bonilla giraba visita institucional a Jaén y proclamaba textualmente y sin complejos que la llegada de un “Gobierno amigo” a San Telmo permitiría sacar por fin al tranvía de la vía muerta en que sesteaba desde hacía ocho años. 

La terminología de Moreno confirmaba el certero propósito formulado poco antes por el entonces concejal y hoy parlamentario autonómico del PP Manuel Bonilla: “El tranvía –auguraba con involuntario candor el edil– se pondrá en marcha con un Gobierno del PP en el Ayuntamiento y un presidente de la Junta también del PP”.

Bueno para el PSOE, malo para el tranvía

Quiso la fatalidad, sin embargo, que las cosas se torcieran apenas cinco meses después: en las elecciones de mayo de 2019, la Alcaldía volvía de nuevo a manos socialistas, esta vez con el apoyo de Cs. Bueno para el PSOE, pero malo para el tranvía. El acuerdo alcanzado en mayo de 2018 por la Junta socialista y el Ayuntamiento popular seguía en pie, pero… pero había que ejecutarlo. Con un alcalde socialista en la capital desde mayo de 2019, el Gobierno andaluz con mayoría absoluta dejó de tener las prisas que el ‘amigo’ Moreno, en calidad de plenipotenciario de sí mismo, había dejado entrever en su visita de tan solo unos meses antes. Los contactos de San Telmo con el Ayuntamiento no se interrumpieron pero tampoco avanzaron. Las cosas de palacio volvieron a ir despacio durante los cuatro años en que el socialista Julio Millán fue alcalde.

Mas no todo iban eternamente a ser malas noticias para Jaén y su metro ligero. Cuatro años después, en mayo de 2023, la derecha volvía a recuperar la capital. El PP gobierna desde entonces con el apoyo de los concejales localistas de Más Jaén, para quienes el tranvía es una exigencia irrenunciable. Aunque no lo fuera para ellos, lo sería para el propio Partido Popular aun gobernando en solitario. 

El popular Moreno no quiso regalarle un tranvía al socialista Millán, pero sí se lo obsequiará generosamente a su compañero de filas Agustín González. Los vagones originariamente rojos son ahora vagones azules. Lo que para el PP del pasado era un dispendio insoportable para el PP del presente es una necesidad insoslayable. Jaén no merece menos. Así se escribe la historia. Así funciona la política. No es lo que soñaba Aristóteles, pero siempre podría haber sido peor.