Régimen Abierto

Antonio Avendaño

La quinta traición de Juan Marín Lozano

Con el exlíder de Cs nos sucede a muchos lo que con el rey emérito: nuestra querella con ambos Juanes es personal, no meramente política o institucional

 La quinta traición de Juan Marín Lozano

Foto: EXTRA JAÉN

Juan Marín.

Hubo un tiempo no menor, varios años, en que Juan Marín tenía un proyecto po-lítico. Hoy solo tiene un proyecto personal que ha devorado al proyecto político. ¿En qué momento exacto el primero cedió paso al segundo? Seguramente en el momento en que, viendo irremisiblemente derrotado e inviable el proyecto políti-co que fue Cs, decidió incorporarse a ese grupo de políticos de su partido que, desde esta misma tribunal digital, Manolo Expósito ha definido sin piedad como “los engullibles”. Ñam, ñam, qué rico, la carne está algo reseca pero el regustillo a naranja le da mucho frescor, ñam, ñam.

Juan Marín ha sido engullido a razón de 65.000 euros al año por un periodo no inferior a cuatro pero previsiblemente prorrogable. El nuevo presidente del Con-sejo Económico y Social va a cumplir 60 años en diciembre, de manera que tiene económicamente asegurado ese comprometido periodo que son los últimos años de vida laboral, cuando quedarse sin empleo puede resultar letal porque nadie te contrata y si lo hacen el salario nunca se acercará al que cobraste en tus buenos tiempos.

En apariencia, Juan sigue en política, pero donde de verdad sigue es en la lista de cotizantes a la Seguridad Social. No es el primer político ni será el último que cambia sus convicciones por un buen empleo, pero sí de los pocos que lo ha he-cho sin pudor, como en su día el naranja Toni Cantó o la socialista Soraya Ro-dríguez. Marín es el Cantó del sur.



¿Somos excesivamente severos con él? Sí y no. Con el exlíder de Cs, exvicepresi-dente de la Junta y exconsejero de muchas cosas, entre ellas una que se llamaba Regeneración Democrática, a muchos nos sucede lo mismo que nos ha sucedido con el rey emérito Juan Carlos I: que lo que nos vincula a ellos es una querella personal, no meramente política ni institucional. Lo nuestro con ambos Juanes no son solo negocios, es personal. Sentimos que nos han traicionado porque pusi-mos en ellos unas esperanzas y los adornamos con unas virtudes que, a la postre, no tenían.

De Juan tengo escrito en este mismo sitio, por ejemplo, esto:
“En sus buenos tiempos, Marín daba como pocos políticos el perfil que necesita-ba un partido como Cs y hasta un país como España: prudente, moderado, no apolítico pero sí con el mínimo de ideología, ni de izquierdas ni de derechas sino todo lo contrario, nacido para bisagra más que para puerta Sin embargo, el polí-tico templado que, con flema británica, había conseguido arrancar valiosas con-cesiones al Gobierno de Susana Díaz se contaminó pronto de la cultura antisocia-lista del Partido Popular: como su enloquecido capitán Rivera, Marín no supo ver que el futuro de Cs residía en no caer jamás en la tentación de convertirse en un partido anti PP ni en un partido anti PSOE. Político quisquilloso y cabal con sus socios parlamentarios socialistas, la entrada en el Gobierno presidido por Moreno hizo de él un político dócil, acomodaticio e imposible de diferenciar del PP, mimetizado hasta tal punto con el oso que lo abrazaba que no advirtió el fu-nesto desenlace que padecen los incautos que se dejan abrazar tan fogosamente por alguien mucho más poderoso que ellos”.

Era sin duda un duro juicio político, pero no tanto como para atribuir la obse-quiosa conducta de Marín a un sigiloso plan personal de cara a su jubilación. Me equivoqué: al mejor Juan Marín que conocimos no lo ha matado el abrazo de nin-gún oso; lo ha matado un sueldo de 65.000 euracos al año.

Marín ha traicionado su perfil de político victoriano, ha traicionado a sus electo-res, ha traicionado a su partido y ha traicionado su compromiso con la regenera-ción democrática. El cargo de presidente del Consejo Económico y Social es su quinta traición: esta vez a sí mismo, pero no solo a él, también a quienes, sin ser sus electores, le tuvimos consideración y respeto. En esto ha seguido puntual-mente los pasos de su padre político Albert Rivera. A ambos les cuadraría, debi-damente actualizado, el viejo romance del rey don Sancho: “¡Cuán traidor eres, Juanillo!/Cuatro traiciones has hecho/y con esta serán cinco,/si gran traidor fue el padre,/mayor traidor es el hijo”.