La cárcel es un cáncer que muchas veces destruye el alma pero pocas el cuerpo. El cáncer es una cárcel que muchas veces destruye el cuerpo pero no siempre puede con el alma, que erige só-lidas murallas con los humildes materiales de derribo que el cuerpo hostigado por la metástasis ha logrado salvar de la destrucción.
El expresidente de la Junta de Andalucía José Antonio Griñán viene luchando a brazo partido contra el doble tumor del cáncer seguro y de la cárcel probable. Esta semana ha burlado al segundo pero por estar atrapado tras las rejas del primero. La Audiencia de Sevilla ha dictaminado por fin que no debe ingresar en prisión por estar “aquejado de una enfermedad muy grave con padecimientos incurables”. Aun así, Griñán es hoy por hoy, de una forma u otra, un hombre entre rejas.
Trágico dilema: susto o muerte, cárcel o cáncer. Terrible encrucijada para un ciudadano honorable como José Antonio Griñán que siente su condena y la orden consiguiente de ingreso en prisión como una muerte en vida. La sentencia por malversación y prevaricación ha manchado su buena fama, tan justa y afanosamente alcanzada. En caso de ingresar en prisión quedaría destruida para siempre la remota fe en la justicia que todavía alienta en su corazón devastado.
De Griñán bien puede afirmarse aquello que escribía Séneca de cierto personaje de su tragedia ‘Las troyanas’: “Un gran peso lo abruma: su nobleza”, una máxima que, como las reflexiones aquí desgranadas, vale para Griñán no menos que para tantos otros condenados a prisión en el desdichado proceso de los ERE: Fran-cisco Vallejo, Carmen Martínez Aguayo, Miguel Ángel Serrano, Jesús María Rodríguez…
Sobre la decisión judicial de posponer por cinco años el ingreso en prisión del expresidente han opinado dos de sus adversarios políticos, la diputada de Adelante Andalucía Maribel Mora y el consejero de Justicia José Antonio Nieto. A primera vista, parecen haber dicho lo mismo, pero no es así. Mora, que tiene tras de sí una esforzada trayectoria de compromiso en defensa de los derechos de los presos, los inmigrantes y los condenados de la tierra, lamenta no que el expresidente haya eludido la cárcel, sino que no la eludan quienes, sufriendo en su opinión los mismos padecimientos incurables, no cuentan con “capacidades suficientes para defender sus derechos”. Así explica sus razones la diputada por Sevilla: “El caso del señor Griñán debe ser la norma. Estoy completamente de acuerdo con la decisión de que sea tratado fuera de los muros de las prisiones, pero la pregunta que debemos hacer-nos es ¿a cuántas personas se las está tratando de manera diferente en las prisiones andaluzas haciendo de su vida un verdadero calvario incompatible con la vida digna?”.
Por su parte, el justiciero consejero de Justicia de Junta de Anda-lucía piensa que esta decisión judicial sobre Griñán supone una “nueva valoración” de este tipo de situaciones, por lo que “todos los ciudadanos que tengan una enfermedad grave deben tener el mismo trato” que el expresidente; parece insinuar Nieto, aunque sin atreverse a decirlo, que la Audiencia de Sevilla ha sido demasiado indulgente con el reo socialista. A la vista de declaraciones anteriores y de la posición implacable de los letrados del Partido Popular personados en la causa, lo que en realidad parece incomodar a Nieto no es que permanezcan en la cárcel presos con “padecimientos incurables”, sino que Griñán no esté entre rejas como ellos. Lo que en Mora es franqueza, en Nieto es doblez; lo que en ella es compasión, en él es fingimiento, salvo, claro está, que a partir de este mismo momento el consejero de Justicia se embarque en una vigorosa campaña institucional y personal en favor la excarcelación de los internos cuyo estado de salud sea equiparable al que sufre el expresidente.
Tras la condena del Tribunal Supremo, confirmando las severas penas impuestas a los políticos socialistas procesados en el caso de los ERE, la última esperanza de todos ellos es el Tribunal Constitucional, que ha admitido a trámite -buena noticia- sus recursos por entender que a lo largo del proceso podrían haberles sido conculcados derechos fundamentales. No todo, pues, está perdido para ellos. Quienes pensamos que los condenados, sea por malversación o sea únicamente por prevaricación, cometieron, en el peor de los casos, errores pero nunca delitos tenemos poco o casi nada que alegar en su defensa echando mano de argumentos estrictamente jurídicos, que es algo que ya han hecho sin éxito sus abogados defensores.
A Griñán y al resto de condenados en esta macrocausa que se ha llevado por delante la reputación del Partido Socialista de Anda-lucía les cuadra dolorosamente esta lúcida y amarga reflexión que la gran George Eliot dejó escrita en su inolvidable ‘Middlemarch’: “Pero el terrible castigo que sigue a ciertos errores es que siempre resulta posible, para aquellos que así lo desean, interpretarlos como delitos: no existe otra prueba en favor de la persona en cuestión que su propia conciencia y sus afirmaciones”.