Sobre nuestras piedras lunares

Manuel Montejo

El botones

El alcalde quiere vender el Ayuntamiento para convertirlo en un hotel. Puede parecer una broma o incluso una inocentada

Los acontecimientos de las últimas semanas en España y en Jaén (guerra comercial y aranceles, enésimo enfrentamiento entre Ayuntamiento y Junta, inauguración de un centro de salud y situación de la sanidad, etc.) estaban ocupando la preparación de esta columna semanal, cuando de repente una amiga me sobresaltó con un aviso. Resulta que el día anterior, aprovechando un encuentro informativo de un medio provincial (Diario Jaén), el alcalde de Jaén había anunciado “su intención de convertir el actual edificio del Ayuntamiento, en la Plaza de Santa María, en un hotel de cinco estrellas para atraer turismo de alto nivel”.

Sí, lo que han oído. El alcalde quiere vender el Ayuntamiento para convertirlo en un hotel. Puede parecer una broma o incluso una inocentada. Si fuera 28 de diciembre, todos nos reiríamos pensando en ese “Gran Hotel Catedral de Jaén” junto al Obispado. Quizás, quise creer en un principio, Julio Millán ha optado por la misma estrategia de Trump, la del loco. Esa forma de gobernar a base de ocurrencias, anuncios estrambóticos o supuestas ideas irracionales que en realidad esconde una estrategia razonada y meditada de intimidación y presión. Consiste en hacer demandas extremadamente fuertes para asustar a la otra parte y obtener finalmente un resultado menos avanzado que el anunciado, pero más importante que el que podría haber obtenido sin hacerlo. En ese caso, su intención podría reducirse a vender algún pequeño espacio municipal concreto sobre el que ya ha recibido alguna oferta. Con esa idea me intenté tranquilizar para escuchar al completo la intervención de nuestro alcalde, pero no lo conseguí.



Millán se justificó en la deuda económica y en la deficiente organización municipal, argumentando que para solucionar ambas cuestiones es necesario “llegar a conocer el problema, detectarlo y tener determinación para poder afrontarlo”. No parece que, después de casi tres años de concejal y otros casi cinco años de alcalde, se haya dado mucha prisa para abordar ambas cuestiones urgentes, sin entrar a considerar que él también ha contribuido a empeorar esta situación. Pero, yendo a las soluciones, Julio cree que es indispensable un presupuesto que reestructure el gasto, se entiende que el de los servicios y el personal (cuestiones que se llevan “afrontando” más de dos décadas pero que siguen prácticamente igual), y una innovación en cuanto a los ingresos. Y es aquí donde ha anunciado su idea estrella: alquilar el edificio de Correos en los Jardinillos para albergar los servicios municipales y así “liberar” otros como el Palacio del Capitán Quesada en la Merced, donde se sitúa la Gerencia de Urbanismo, que “posee unas condiciones inmejorables para albergar un hotel boutique”; el Casino de Artesanos de la calle Cerón, donde se sitúa el Patronato de Asuntos Sociales; el Palacio del Patronato de Cultura de la calle Bernardo López y el Ayuntamiento de la Plaza de Santa María, que “tiene una situación privilegiada para contemplar las mejores vistas de la ciudad y disfrutar de la Catedral”. Con todo ello, unos ocho mil metros cuadrados de Patrimonio Histórico y Cultural de Jaén, Julio Millán planea construir un “gran hotel de cinco estrellas con más de 140 habitaciones, además del resto de servicios hoteleros”, advirtiendo que ya tienen, desde el anterior mandato, tanto un primer estudio de viabilidad como contactos para ejecutarlo con empresas de la provincia y de fuera.

¿Cómo se han quedado? Seguro que con la misma cara de incredulidad que yo. Bueno, al menos, y por lo que nos dicen, ya sabemos que no se trató de una ocurrencia, ni de un globo sonda de esos que acostumbra el PSOE, ni de que le sentara mal el desayuno, sino de un plan que ya se tuvo sobre la mesa en el mandato 2019-2023. Sin embargo, no me parecía, de memoria, que hubiera estado presente en el programa electoral con el que ganó las elecciones (que no la alcaldía) en 2023. Así que lo consulté y voilá, allí estaba, aunque no muy explícito, ese afán hostelero de Julio: “Impulsaremos la construcción de nuevos hoteles que vengan a suplir la baja oferta que existe actualmente en la ciudad, poniendo a disposición de la iniciativa privada suelos y espacios municipales en los que poder desarrollarlos.” Hombre, es cierto que la idea está ahí, pero hubiera sido un detalle de transparencia, democracia y buen gobierno que, si el estudio de viabilidad y los contactos ya estaban hechos, en el programa hubiera aparecido, en lugar de “suelos y espacios municipales”, “TODO el Patrimonio Histórico municipal del Casco Antiguo de Jaén”. Igual así se hubiera podido discutir la propuesta en la campaña electoral, Julio.

No sabemos de dónde le viene este interés hostelero a nuestro alcalde. Puede que por haberse quedado a medias en su proyecto para el Rey Fernando con el gerente del Condestable, que supuestamente intentará retomar después de su disputa con Agustín, o por la influencia de “Juanma”, no el de Sevilla sino el de aquí, el presidente de Jaén Merece Más. Sea por lo que sea, llama la atención el uso de los espacios y el dinero público para el sector hostelero. En cualquier otro momento o lugar, este tipo de proyectos se harían a través de Patrimonio Nacional y Paradores, que para eso están, o al menos es lo que podríamos esperar de un dirigente “socialista”. Sin embargo, lo que nos encontramos es un alcalde que, como si fuera un botones, intenta agradar a distintos propietarios de hoteles, moviéndose entre la reapertura del Rey Fernando y el interés en él de dos empresas hosteleras; el apoyo a su moción de censura de otro miembro del sector hostelero y, ahora, pretendiendo venderles, a ellos o a otros, el Patrimonio Histórico y Cultural municipal para construir más hoteles. Que se ande con ojo Paco Reyes, no se vea obligado a adelantar su retirada, teniendo en cuentas las vistas privilegiadas del centro de Jaén que hay desde el balcón de su despacho en el Palacio Provincial, que podría convertirse en una suite de lujo.

Alguien debería aconsejarle al alcalde que no parece buena idea aproximarse a ese personaje de Ibáñez, el “botones Sacarino”, torpe e ingenuo, pero de gran corazón e imaginación, que en su afán por agradar a sus jefes no hace otra cosa que provocar líos, confusiones y jaleos.

Tampoco a otro personaje, este real, al que pareció emular en su intervención del pasado viernes, el expresidente Aznar. Porque pocos como él justificaron el ansía privatizadora de todo lo bueno que tenía el Estado (Telefónica, Repsol, Endesa, Tabacalera, Argentaria, Iberia) con la excusa de reducir la deuda, para al final dejarnos sin Patrimonio. Y bien que lo hemos lamentado desde entonces. Aquel proceso, que inició el PSOE de González y por el que se privatizaron cerca de 120 compañías, obteniendo por ello unos 45.000 millones de euros, buscaba sanear las cuentas públicas y liberalizar los mercados de bienes y servicios, pero terminó dejando a España sin Patrimonio y sin capacidad de intervención.

Nuestro país se deshizo de empresas estratégicas que han impedido posteriormente que el Estado imponga un determinado modelo productivo o intervenga en mercados en situaciones de crisis, a la manera en que lo han hecho en otros países de nuestro entorno (Alemania, Francia e Italia), que mantuvieron sus empresas estratégicas, su Patrimonio, mientras que aquí todo se vendía al mejor postor. Ese Aznar tampoco es buen espejo, Julio, por no hablar de que terminó el proceso de privatización colocando al frente de las antiguas empresas estatales a amigos personales, lo que en algunos casos acabó muy mal.

En definitiva, si tenemos que tomarnos esto como algo más que una extravagancia, una idea para desviar la atención o un globo sonda, lo primero sería hablar de la deuda y de la reestructuración de esta que ha prometido el Ministerio de Hacienda, y que no supone más que otra patada a la lata, una carencia de 10 años que realmente aumenta la deuda municipal, pero le da oxígeno al gobierno actual. Es decir, no es una solución, como bien lleva repitiendo el PSOE desde hace años. A cambio, está claro que el Ministerio obligará al Ayuntamiento a una serie de sacrificios, que aún no conocemos, pero bien podrían empezar por vender el Patrimonio Histórico, haciéndolo pasar por una medida que cambie el rumbo financiero municipal. Sin embargo, la pérdida de nuestro Patrimonio, del de todos, no es más que “pan para hoy y hambre para mañana”, una pérdida para Jaén, a la que le toca pagar los platos rotos de la desastrosa gestión de todos los alcaldes que han pasado por ese despacho desde hace veinte años.

Pero es que, además, Millán nos cuenta que estos proyectos pretenden “hacer de Jaén una ciudad ideal para vivir, algo que ya es por su entorno natural, su tamaño y posición privilegiada, pero más aún lo será por sus oportunidades, los servicios y la calidad de vida que ofrece”. Difícil de creer cuando la propuesta pretende ponernos en manos del sector inmobiliario y hostelero, mercantilizando nuestro Patrimonio Histórico y reduciendo el turismo a la mera atracción de inversiones de capitales nacionales o internacionales.

El impacto de esta medida puede ser aún mayor que la pérdida cultural. La gentrificación y la turistificación son las amenazas para los habitantes de esos barrios, que pueden verse desplazados debido al aumento en los costes de vida y alquiler de un Casco Antiguo convertido en un parque temático. No podemos olvidar que las prácticas lucrativas y especulativas de actores privados van en contra de la propia la idea de Patrimonio Histórico.

Esta especialización y masificación del sector ha ampliado el espacio turístico sin que se libre ningún lugar, generando una sobredimensión del turismo en muchas zonas de España y cuestionándose actualmente la capacidad de retorno social del turismo en ámbitos centrales como la fiscalidad o el empleo generado. Existen ejemplos de diversas ciudades que han comenzado a repensar el modelo de desarrollo urbano para recuperar el control de sus espacios y, con ello, reforzar su identidad cultural. Porque el crecimiento desmedido del turismo y las inversiones privadas están provocando cambios en el uso del suelo, la pérdida de patrimonio cultural y el desplazamiento de residentes.

Además, ¿queremos que Jaén sea otra zona de empleo precario y temporal? ¿El futuro que Julio imagina para nuestros hijos es camareros y camareras? ¿Así va a evitar que sigan emigrando? No estoy seguro de que debamos apostar nuestro futuro a este modelo inviable y precario.

En lugar de diversificar el modelo económico para no depender únicamente de una economía basada en el turismo de masas o la especulación inmobiliaria; en lugar de apuntar a la I+D, la innovación y el fortalecimiento del tejido social, Millán apuesta por la figura del botones.

Por otro lado, la pérdida irreversible de patrimonio supone también un uso privado de lo público. El patrimonio municipal es de todos y convertirlo en negocio privado es una privatización injusta si no hay un claro beneficio colectivo. Justificarlo en intereses cortoplacistas o en un diagnóstico erróneo (como una demanda turística inflada), sólo puede agravar problemas estructurales, además de ser cuestionable la legitimidad de la aprobación no participada de una medida de este calibre.

Si seguimos lamentando, y debatiendo, tantas y tantas pérdidas irrecuperables de nuestro patrimonio y nuestros recuerdos de Jaén, estando en manos municipales, imaginen cómo podremos evitarlo cuando sean bienes privados.

Vender el patrimonio histórico para cubrir deudas, por un absurdo “me lo quitan de las manos”, es peligroso, y difícil de hacer siguiendo criterios de sostenibilidad social, cultural y económica. Muchas ciudades que se han “vendido al turismo” ahora están intentando recuperar el control sobre sus espacios y su identidad. ¿Qué pasará cuando no quede nada por vender? ¿Venderemos al Botones?