Sobre nuestras piedras lunares

Manuel Montejo

En manos de "suecos"

Decíamos por aquí, hace una semana, que no sería posible salir de las numerosas e interdependientes crisis en las que estamos inmersos...

 En manos de "suecos"

Foto: EXTRA JAÉN

Banco Central Europeo.

Decíamos por aquí, hace una semana, que no sería posible salir de las numerosas e interdependientes crisis en las que estamos inmersos (crisis que, en el fondo, lo son de recursos), sin antes afrontar un cambio en nuestra forma de producir y consumir y haciendo que ese cambio no supusiera un coste para la población trabajadora, es decir, que fuera justa. Pues unos pocos días después se confirmó, aunque ya pudiéramos sospecharlo, que no es ese el camino elegido por nuestros dirigentes, lo que refuerza la idea de que no es que no se pueda hacer de otra manera sino que no quieren.

El pasado jueves, tres de los principales bancos centrales mundiales, entre ellos el banco central europeo, se reunieron y aumentaron de nuevo sus tasas de interés, justificándolo en la llamada "lucha contra la inflación". De esta forma, las tasas de interés han alcanzado ya sus niveles máximos de los últimos quince años, lo que supone un encarecimiento del crédito (no sólo si uno tiene hipoteca sino también de cualquier crédito de consumo, de financiación o inversión) y una disminución del crecimiento económico y del empleo. No parece desde luego la mejor noticia en estos momentos para nosotros, aunque tanto los mercados financieros como los gobiernos occidentales, y los principales medios de comunicación, saludaron el anuncio como si fuera la confirmación de unas políticas que funcionan y están sirviendo para disminuir la inflación.

La realidad, sin embargo, es que no se aprecia (ni se espera por los analistas) un crecimiento importante en los próximos meses ni una verdadera disminución de la inflación, ya que la caída de la tasa de aumento inflacionaria solo significa que su aumento se ralentiza, no que los precios hayan caído, especialmente cuando estas tasas excluyen en su cálculo los precios de los alimentos. Lo que sí podemos asegurar es que va a provocar el aumento del coste de pedir prestado para el consumo de los hogares y para la inversión de las empresas. De hecho, si el gasto del consumidor y la inversión bajan, mientras los salarios no aumentan, la inflación puede disminuir levemente pero a costa de aproximamos al filo de una recesión, lo que afectará de manera significativa a la producción y, por tanto, al empleo. Es decir, un verdadero riesgo para el conjunto de la economía y la población de nuestros países que no se entendería si no fuera porque tenemos claro que a lo que no afectará es al margen de beneficio empresarial ni al reparto de dividendos, que seguirán subiendo. No es nada nuevo; ya sabemos a quién le va a tocar sufrir de nuevo.



Ante este posible escenario, lo que de verdad deberíamos preguntarnos es cómo tienen pensado que salgamos de esta/estas crisis. ¿Pagando los de siempre? ¿Va a ser ésta también la forma en que pretendan la transformación de nuestro sistema productivo y económico? Y la respuesta claramente es que sí. Todo indica que las únicas medidas que se está dispuesto a tomar sólo tienen consecuencias negativas sobre el poder adquisitivo y el trabajo de la población, sobre nuestra economía y, por lo tanto, sobre el nivel de empleo. No parece que vayamos ver una nueva forma de distribuir los ingresos y los beneficios, sino un proceso de pauperización de trabajadores, autónomos y pequeños empresarios, mientras aumentan sin control los márgenes empresariales. Si su receta frente a la inflación es un aumento de los tipos de interés que generará más desempleo y mayor desigualdad social, el proceso de transición ecológica sólo puede ir por el mismo camino. Aunque otra cuestión crucial es si, ante la falta de recursos (naturales y también humanos) la perspectiva de una transición que asegure el mismo ritmo de crecimiento y consumo es posible, lo que ya sabemos es que de la mano de quienes ahora dirigen nuestros países, el camino sólo va a producir sufrimiento.

No se trata aquí de lanzar agoreros pronósticos ni de una eterna queja pesimista. Los datos y la realidad nos muestran que las decisiones que se están tomando perjudican a amplias capas de nuestra sociedad, a pesar de que tanto Gobiernos como oposiciones (de todos los colores) les dedican a ellos sus discursos y las medidas/parche que evitan un desmoronamiento absoluto.

De nada sirven las promesas de esperanza y seguridad cuando el día a día nos muestra que la inflación que se controla no es la de nuestra cesta de la compra; que lo que sube es mi hipoteca y no mi salario o que tengo que trabajar más para conservar un trabajo que sólo me sirve para ir empobreciéndome. El temor a perder lo poco que tenemos es lo que determina nuestra visión de nuestro presente y futuro y sabemos que no es el mismo que el de la gran mayoría de nuestros dirigentes o de las personas con voz en el espacio público.
Necesitamos más realidad y menos discurso, prestar más atención a las medidas y no a las promesas. Solo sobre eso podremos construir la confianza en un futuro mejor, posible y a nuestro alcance pero únicamente si lo hacemos y decidimos nosotros. Es una cuestión de decisiones y quienes mandan ahora se están "haciendo el sueco"; es decir, ni quieren ni les interesa enterarse, porque únicamente defienden sus intereses.