Tribuna

Manuel Sola Arjona

La guerra intra-especie

No moriría por mi vecino, imagínate por un compatriota. La comunidad desapareció con el progreso.

 La guerra intra-especie

Todos son potenciales rivales.

La tribu ha desaparecido. El municipio no nos representa, y el país menos. No moriría por mi vecino, imagínate por un compatriota. La comunidad desapareció con el progreso. Demasiada gente demasiado conectada.

Y ya no luchamos por un futuro en común. Somos más rivales que compañeros. El mundo es una competición, desde el vecino al extranjero. Competición por los recursos, por la tierra, por la vivienda y hasta por el puto aparcamiento.

No son las personas, sino el contexto en que nos relacionamos. Tu vecino invierte sus ahorros en la empresa que a ti te deja en la ruina. Mis paisajes son sus beneficios. La cooperación salta por los aires y la comunidad implosiona. El egoísmo es un método de autoprotección cuando la comunidad ya no existe.



La supervivencia en solitario es agotadora. Antes huías del tigre de peras a ramos, ahora nadie vigila mientras duermes y todos son potenciales rivales. Tus problemas y miedos son en la gran mayoría de ocasiones provocados por tus semejantes. Nos libramos de tener que competir con otras especies para enfrascarnos en la más brutal de las batallas con los de nuestra misma especie.

Y no estamos preparados para gestionarlo. Somos animales sociales, miedosos de la soledad y el rechazo. Y es nuestra salud, física y mental, quien lo paga. Estamos totalmente destruidos y ni la psicología, los fármacos o esa nueva compra compulsiva puede evitarlo. Cualquier biólogo te diría lo mismo que yo: la pérdida del hábitat lleva a la degradación de la especie. El lobo no es feliz en el zoo, aunque coma a todas horas. Nos convencieron de que el geriátrico era el progreso, y ahora nos han dejado encerrados dentro.