Un grano (de arena) incómodo

Alberto Puig Higuera

Doñana, cambio climático y la torpeza de simplificar la complejidad

La solución al Cambio Global pasará por elevar nuestra cultura informativa y formativa, por ser autosuficientes en recursos minerales y energía

Vivimos un tiempo donde la inmediatez es el formato preferido para envolver nuestros deseos y para analizar la realidad. Así en lo que a comunicación se refiere, preferimos manejarnos en mensajes cortos, densos y claros, próximos al “vamos al grano”.

Las ideas complejas se procesan cognitivamente y se vehiculizan, a través el lenguaje, bajo un “molde publicitario” para que resulten digeribles, contundentes e indubitables.



Ello por sí solo no supone ningún reproche si quien emite el aserto, el mensaje, el titular, el discurso, lo hace como resultado de un detenido proceso de análisis multinivel de las distintas variables que influyen sobre el fondo del asunto o el problema en cuestión.

Este método analítico obliga, para obtener todo su rendimiento, a otorgar distinta graduación o dar diferente peso o importancia a cada uno de los factores o variables; la denominada ponderación.

Sin embargo, estamos asistiendo desde la política a la ciencia pasando por las redes sociales y los medios comunicación a un claro déficit metodológico y epistemológico de la realidad. Se desechan variables, se reducen, se simplifican en cantidad y calidad. Y se pervierte el procedimiento de análisis para así verificar la hipótesis que mejor nos conviene.

Pongamos dos ejemplos, el debate sobre Doñana. Y la amenaza del cambio climático.

Respecto del primero, Doñana parque nacional, parque natural y entorno antrópico, es una realidad geográfica, ecológica, económica, territorial, y social tan extraordinariamente compleja que es imposible reducir su análisis, tal como estamos observando, al somero estudio de escogidos factores, utilizados para arrojar un dictamen, sagaz y explosivo, al fuego cruzado de titulares y declaraciones maniqueas. En este particular caso, todos los contendientes políticos y todas las administraciones han cometido errores, y durante décadas; incluso la Unión Europea.

Hace 30 años visité Doñana como ilusionado estudiante de Biología. Ya sus responsables técnicos nos alertaban de los gravísimos riesgos que corría el área. También recuerdo que, por aquel entonces, los parámetros económicos y sociales del entorno de Doñana eran de los más bajos de Andalucía. Poco después el entorno socioeconómico empezó a abandonar esa precariedad, impulsado por la gestión que las diferentes instituciones públicas practicaron sobre el delicado entramado del territorio, decantándose por fomentar una actividad económica - y el empleo de la comarca- basada en la agricultura intensiva; sin prever, corregir o compensar suficientemente los daños ambientales al ecosistema comarcal.

Respecto del Cambio Climático -preferible es hablar de Cambio Global pues engloba además los impactos producidos por los productos químicos, los residuos y las alteraciones de hábitats- y sin detenerse en las causas, lo que causa estupor es la simplificación y la bisoñez en las soluciones formuladas por parte de la autoridades e instituciones.

En la escala de su aplicación, así como en la forzada creencia de su pureza ambiental idónea para combatir el cambio climático, las autoridades “prescriben”: la descarbonización de la economía, la mitigación y reducción emisiones gases efecto invernadero, transición energética hacia fuente renovables, movilidad sostenible, vehículos eléctricos, …

Todas son medidas y acciones absolutamente loables en su planteamiento, algunas muy urgentes y necesarias; sin embargo, conllevan ineludiblemente unos costes energéticos, unos costes financieros en inversión y mantenimiento, un consumo de minerales y unas emisiones de CO2 e impactos ambientales no desdeñables; factores todos que aún no están suficientemente evaluados ni balanceados ni trazados de forma ponderada en las políticas institucionales.

Y así puede ocurrir que no dependamos de los suministros energéticos derivados del petróleo de Rusia o Argelia, pero pasemos a depender de los suministros de minerales y metales de China o del Congo, indispensables para activar la ansiada tecnología que ha de impulsar el cambio de paradigma eco-energético en Europa.

Estos “nuevos” factores o variables apenas asoman en los múltiples análisis científicos, técnicos, políticos. Se hurta así la visión general y completa a la ciudadanía. De este modo tampoco se aventura que “el cambio global es la negativa consecuencia del éxito poblacional de la especie, de los elevados estándares de confortabilidad y consumo energético, y de la elevación del producto interior bruto mundial”.

En definitiva, sea cual sea la escala territorial por analizar, asistimos a una torpe, obscena ramplona y terca simplificación universal, una constante mutilación analítica de los problemas y de sus soluciones. Ese no entrar en el “meollo de la cuestión”, no les quepa duda envenena el futuro de nuestros hijos y nietos.

Por ello, y en este segundo ejemplo, deshacer la densa y preocupante trama multifactorial del Cambio Global pasará indefectiblemente por elevar nuestra cultura informativa y formativa; pero ante todo por ser autosuficientes en recursos minerales y energía, y por decrecer de forma sostenible, sacrificando parte del exceso de confort y de riqueza del que gozamos sobre todo en el Occidente desarrollado.

En pos de ese decrecimiento sostenible: ante “la calor”, volver al ventilador. Y las fresas y las hortalizas con certificado de calidad ecológica o con cálculo de su huella hídrica.