Un grano (de arena) incómodo

Alberto Puig Higuera

Mayores, residencias y pandemias

“Los datos son estremecedores. El 90% de los fallecidos Covid en España son personas de más de 65 años. De ellos más de la mitad se han contagiado...

 Mayores, residencias y pandemias

Foto: EXTRA JAÉN

Residencia de mayores.

“Los datos son estremecedores. El 90% de los fallecidos Covid en España son personas de más de 65 años. De ellos más de la mitad se han contagiado y han muerto durante su estancia en alguna residencia de Mayores.

Cuando tan solo el 3,8% de las personas de más de 65 años en España está institucionalizada en alguna de las 5.500 residencias públicas y privadas, ese aporte ingente y luctuoso de fallecidos es de tal magnitud que deja claro que el virus ha entrado con demasiada facilidad y fluidez en las residencias, siguiendo la estela de otros patógenos respiratorios que ya antes de la pandemia generaban graves problemas de neumonías, pulmonías, insuficiencias respiratorias,…

La vulnerabilidad de las residencias, continente y contenido, a los virus respiratorios ya era algo demostrado y conocido antes de marzo de 2020.



El resto de Mayores fallecidos por Covid se han contagiado en su propia vivienda. Al igual que en las residencias si no se interponen las medidas ambientales adecuadas (ventilación, climatización, limpieza…) un dormitorio o un salón de un hogar se convierte en un espacio con alta concentración vírica.

¿Qué explica por tanto que la pandemia haya sido una “pandemia de residencias de Mayores”?
Como biólogo no puedo compartir el extendido parecer de que lo ocurrido desde marzo de 2020 haya sido una suerte de “plaga bíblica” inesperada como les interesa decir a los políticos e incluso a algún científico o sanitario mediático, a modo de bomba de humo para escapar de la autocrítica.

Era un virus preocupante. Por supuesto. Pero admitía más y mejor gestión. Los errores en su gestión institucional lo han hecho más peligroso y letal de lo que a priori era.
En las residencias a la ecuación “Virus preocupante + Fácil entrada del mismo + Errores prevención ambiental” se ha sumado otro factor que a modo de catalizador desencadenó el colapso, reventó las costuras de aproximadamente el 20% de la Residencias de nuestro país: “Los problemas organizativos, logísticos y funcionales internos” debidos a la desproporción en la relación entre el número de usuarios y el escasísimo número de trabajadores geriátricos y sanitarios.

Desequilibrio secular y estructural, voceado al más puro estilo “¡Que viene el lobo!” , que ningún gobierno ni estatal ni autonómico en los últimos 15 años ha atendido.

De resultas de ello los familiares hemos lamentado más la tétrica forma de morir de nuestros padres y madres tras meses de aislamiento en residencias –de Covid pero sobre todo deshidratados, anémicos, sucios, con heridas,…desatendidos como consecuencia del colapso organizativo- , que el propio hecho de la muerte algo ciertamente no deseable pero previsible en personas delicadas y de edad avanzada.

Aunque la vacuna puso afortunado freno a la escalada de muertes en todos los tramos de edad tuvo menor efecto amortiguador en los Mayores de 65 años. En los últimos seis meses hasta 9.900 personas mayores vacunadas han fallecido por Covid.

Que nadie vea aquí una velada crítica a la vacuna. Pero sí una firme crítica al exceso de optimismo mediático y de jactancia política “post-pandemia”.

La vacuna aun siendo importante, por sí sola no basta y necesita en determinados tramos de edad o/y personas vulnerables ser acompañada de otras medidas de protección ambiental, sobre todo en espacios cerrados como son las Residencias.

Los datos obligan a reconocer errores por parte de los políticos y altos responsables tecnócratas por lo ocurrido con los Mayores en sus domicilios, pero ante todo y sobre todo por no haber acertado a atajar la explosión de la pandemia en el interior de las residencias de Mayores.

Y consecuentemente deberían disculparse por no elevar el ratio de profesionales sanitarios y el ratio de auxiliares; por no mejorar las condiciones laborales de los antedichos; por no mejorar las condiciones de atención sociosanitaria; por impedir sistemáticamente las visitas de familiares- como si el peligro fueran las visitas-; por saturar y superpoblar los centros residenciales; por no aportar más recursos financieros y económicos a la dependencia antes, durante y después de la pandemia. Pedir perdón por no medicalizar realmente a la residencias (con análisis clínicos básicos e hidratación parenteral se hubieran salvado muchas vidas); por incumplir los planes de humanización durante la pandemia; por no saber diluir la carga vírica ambiental: errores en la sectorización, exceso compartición habitaciones, falta protocolos ventilación mañana, tarde y noche, mala climatización que vicia el aire interior; por no inspeccionar a las residencias con mayor rigor y mayores recursos;…

Llegados a este punto donde lo tristemente evidente ha quedado al descubierto, no debemos ceder los familiares y la sociedad sensible en el empeño de exigir cambios urgentes a los responsables y operadores de la gestión pública y privada de las residencias que mejoren la vida de nuestros mayores y no cercenen sus derechos.

Y seguir pidiendo a las Fiscalías, Institutos de Medicina Legal, Inspección Sanitaria e Inspección Social, Consejerías de Políticas Sociales, Secretaría General de Derechos Sociales, a los grupos políticos, y a los propietarios de las Residencias, a todos, un poco de autocrítica, más sensibilidad, más coordinación y mutua colaboración, mejores protocolos y normativas armonizadas, y más recursos técnicos, tecnológicos, sanitarios, humanos y financieros.

Nos tienen a su lado para colaborar con ellos. No en vano todos pretendemos llegar a “viejos” y ser tratados con la dignidad que no hemos sido capaces de ofrecer a nuestros mayores durante la Pandemia.”