Agenda constitucional

Gerardo Ruiz-Rico

Sueños de África

Han recorrido la Odisea más terrible, ignorados por héroes y dioses, para llegar a una orilla donde el sueño se convierte muchas veces en una pesadilla gris

Sueños que llegan en noches sin luna a través de un océano infinito, navegando en barcos de papel, fletados por cobardes que trafican con la esperanza de hombres y mujeres desesperados.
Sueños de piel morena que imaginan paraísos donde las madres pueden amamantar a sus hijas y los niños no caminan descalzos por la tierra. Sueños que vienen de un continente donde impera sólo la paz de los muertos y el futuro siempre es una lejana quimera.

Esos sueños viajan a diario hacia nuestra costa, entumecidos por el frío y el hambre, con el miedo en su mirada, apenas sin voz ni identidad propia que los reconozca como parte de nuestra especie.
Sueños de la sabana y de territorios sin frontera. Sueños que llevan todavía la arena del desierto en sus bolsillos, pobres desventurados que huyen de guerras y holocaustos que todavía no aparecen en los libros de historia.

Han recorrido la Odisea más terrible, ignorados por héroes y dioses, para llegar a una orilla donde el sueño se convierte muchas veces en una pesadilla gris, en el espejismo de una ilusión perdida en medio de un camino inagotable.



Sueños de niños, mujeres y hombres que desembarcan allí donde nuevos amos sin escrúpulos tienen el poder para decidir sobre su vida y su libertad.

Para evitar que contagien la pureza de una supuesta raza superior, o conviertan la sociedad del primer mundo en un lugar donde impere el odiado mestizaje, se decide devolverlos al desierto inhabitable donde vivían, o simplemente importarlos como moneda de cambio a otros países, donde se les ha preparado una moderna versión de los antiguos campos de concentración.

Este es probablemente el final de la historia de unos sueños lejanos y anónimos, los mismos en realidad que tuvieron algunos de nuestros abuelos y abuelas, cuando salieron hace tiempo de una España pobre sin paliativos, sometida al autoritarismo político y cultural de una época de la que nuca deberíamos sentirnos orgullosos.