Sin darnos cuenta hemos pasado del malicioso spam al malévolo slop, nueva denominación de contenidos “bazofIA”, creados por la Inteligencia Artificial, parece que sin intervención humana. Ambos son lo suficientemente molestos como para desbordar cualquier papelera de reciclaje e inundar nuestras vidas de basura.
Bienvenidos a la era de la llamada “mierdificación digital”, donde la basura y la bazofia informativas comparten colchón y nos hacen la cama. Conviven la posverdad y la posmentira, sendas distorsiones que manipulan la realidad y las emociones hasta convertirnos en “juguetes del destino” shakespearianos o peleles goyescos. De manera paulatina, aunque súbitamente (curiosa paradoja), ha aumentado la incertidumbre ante el aluvión de mensajes que se reciben, hasta el punto de que no hay entropía que analice el fenómeno. Y es que la percepción se está volviendo poliédrica y hasta el arte se hiela. Se avecina una nueva glaciación virtual globalizada que nos abocará al caos absoluto si continuamos alejándonos sistemáticamente de la realidad más cercana.
Frente a lo global y ambiguo sólo queda el valor de lo particular, de lo evidente, y la valentía de gente ignífuga al rumor y porosa al conocimiento, gente que disiente y alumbra. Tal es el caso de gente que asistió a un acto de un medio multimedia provincial, donde se defendía el valor del periodismo local, descentralizado, necesario por su cercanía y apego al terruño frente al influjo de los pseudomedios industriales y financiados, con intereses cada vez más espurios. En palabras de Miguel Pasquau, un periodismo honesto y un periodismo deshonesto, que conviven hasta tal punto que la mayoría ya puede elegir quién quiere que le engañe, o sea, cada uno puede elegir un veneno informativo para intoxicarse a su manera. Antón Losada afirmaba que, afortunadamente, nunca ha habido menos problemas de comunicación ni mayor acceso a la información que en nuestros días, aunque la máxima libertad de expresión convive con los mayores índices de censura, abierta o encubierta, directa o indirecta. Matizaba el gallego que si bien existe la manipulación y visiones sesgadas, nunca se puede renunciar al derecho constitucional de recibir una información plural, rigurosa y veraz.
Me recordaban estas y otras reflexiones a la reivindicación de la vida sencilla y natural de pueblo, rechazando la artificiosidad de la urbe, en la obra “Menosprecio de corte y alabanza de aldea”, de Antonio de Guevara, que se constituyó en todo un tópico durante el barroco, otra época sociopolíticamente crítica. En el acto, muchos provectos sabios deleitaron a los no-tan-jóvenes-ya con sus sentenciosas interrogaciones retóricas que más que preguntas eran avisos a navegantes en este mar de olivos. Observando con admiración las acertadas intervenciones de unos y otros, también me acordé del espíritu humilde de “El villano en su rincón”, obra de Lope de Vega que recrea el tópico del “beatus ille” y, joder, estando en Úbeda, la mente me llevó a Muñoz Molina y mi imaginación vagó por los cerros de Mágina.
Quizás en las raíces de la tierra (esa Humana raíz de Ruíz Amezcua) y el silencio de las besanas esté la respuesta para afrontar las frustraciones y exigencias de tanto ruido actual. Quizás lo más importante ahora sea sembrar en los vientos, aun con el riesgo de recoger tempestades, siempre será mejor la agitación del mar de fondo que la calma chicha o la perfección de aquel “cementerio bien cuidado” barojiano. Ya va siendo hora de reciclar la basura y la bazofia, pero no para darle de comer a los cerdos, sino para transformarla en abono que fecunde las sementeras. En Jaén bien sabemos a qué huele el alpechín, jámila o amurca.