Aurea mediocritas

Nacho García

De PISA a BIC o PIC

El edificio educativo debería ser considerado como Bien de Interés Cultural (BIC)

En esta Iberia milenaria, untada de aceite y vino, pisa es esa porción de aceituna o uva que se estruja de una vez en el molino o lagar. La olivicultura y viticultura, la oleitecnia y enología son disciplinas y técnicas que combinan ciencia y arte para cultivar y elaborar esos productos con la máxima calidad.

En esta Iberia milenaria, untada de ayudas y fondos europeos, PISA es ese informe del programa de evaluación internacional que mide el rendimiento académico del alumnado en tres áreas de competencia: competencia matemática, competencia científica y competencia lectora (que no lingüística, vaya usted a saber por qué). La Educación en España, cada vez más alejada de la cultura, de la ciencia y el arte, se sonroja de nuevo obteniendo su peor resultado, retrocediendo en matemáticas y lectura.



En esta Iberia milenaria, tierra de refranes sentenciosos como “quien no se consuela es porque no quiere” y “mal de muchos, consuelo de tontos”, ya se consideran estos resultados como (atención al oxímoron) los peores mejores, ya que han resistido el batacazo que han sufrido otros países del entorno, con un descenso medio mayor de las puntuaciones. Los que deberían avergonzarse porque ya lo sabían, puesto que generaron el problema, y lo veían venir, se llevan ahora hipócritamente las manos a la cabeza ante tamaño varapalo, aduciendo múltiples y manidas excusas, pero aún así, en el summum de la prepotencia y la ignominia, se jactan de su magnífica gestión con los recursos disponibles, quejándose siempre de la herencia recibida.

Como no hay mal que por bien no venga ni mal que cien años dure, haciendo de tripas corazón y con buena cara a mal tiempo, sin pretender ser profeta en tierra de nadie, este humilde profesor de un instituto cualquiera de una provincia cualquiera vuelve a proponer la necesidad de un gran pacto educativo, fruto un gran consenso estatal básico, al margen de vaivenes políticos, sociales e ideológicos. Sería conveniente centrarse en aspectos sustanciales para obtener resultados que respondan a objetivos de calidad, equidad y eficacia, así como preservar al sistema de efectos negativos y resultados anómalos.

Basta ya de chapuzas y ñapas. Ya está bien de postergar decisiones y de no escarmentar en cabeza ajena. En este país se escurre el bulto y se ve la paja en el ojo ajeno y no la viga en el propio. ¿Consecuencia? Progresiva parálisis educativa (casi colapso) y ausencia de la determinación idónea para afrontar cambios profundos y permanentes. ¿Resultado? Erial de conocimiento o páramo yermo de saberes, es decir, terreno baldío, urbano o rústico, donde no se puede cultivar ni edificar nada.

Pero esta tierra es fecunda,  indómita e insurrecta, propensa a utopías quijotescas, y está habitada aún por esas “almas inquietas” machadianas que, tarde o temprano, se rebelarán contra este paradigma educativo anquilosante. Además, los profundos cimientos del edificio de Educación son sólidos y han resistido los embates de distintos temporales, aunque ya estén algo vetustos y cada vez vayan saliendo más grietas y goteras. Quizás habría que estudiar los planos de este bien inmueble (más bien, bien patrimonial) y reevaluar su estado de conservación para determinar qué actuaciones de calado deberían realizarse. Podría ser que hubiese que redimensionar la estructura para soportar mejor las nuevas cargas o, a lo mejor, simplemente reparar las cubiertas.

Sea como fuere, el edificio educativo debería ser considerado como Bien de Interés Cultural (BIC) o, por su esencia, Patrimonio Cultural Inmaterial (PIC), y como tal habría de estar protegido y ser objeto de especial atención, y no recibir meros cuidados paliativos, sino prospectivos. De paso, incluso podría solicitar más ayudas y subvenciones para completar la exigua inversión.

Por cierto, si hubiera remodelación, sugiérase al interiorista que priorice la actuación sobre Andalucía, a ver si puede colocarla en las plantas superiores porque lleva años en el sótano y ya huele a cerrado, casi a podrido.

En fin, a buen entendedor…