Aurea mediocritas

Nacho García

Delirante

Somos arbitrarios e inasibles, heterogéneos y contradictorios, una paradoja en nosotros mismos, pura antítesis

Estamos en la época dorada del bulo, del deepfake, del rumor, de la pseudoverdad. Es la época álgida de la desinformación y la contrainformación de los llamados “medios sintéticos”, que inventan mentiras verosímiles o manipulan noticias hasta provocar el suficiente estupor para que sean aceptadas como verdades por una sociedad cada vez más crédula, ansiosa de escándalos y consumidora de cuchicheos que les hagan olvidar sus propios problemas y ocultar sus miedos, fomentando la indignación o la indolencia.

Es ésta una época de histrionismo e histerismo donde prima todo lo que empiece por neuro- y evite/trate neuras. Estamos ahítos de neuroemociones, de neurociencia, de neurofeedback, de neurosensers, de neurosis, de neurastenias,... Cada vez hay menos gente neurotípica y más gente neurodivergente. Lo normal es lo atípico, hay que ser original o diferente y siempre súper creativo. Se ha pasado de la taxonomía del zodiaco a la clasificación del eneagrama y de ahí al “Pantone”, es decir, de catalogar bajo el influjo de un signo (cuestiones astrales), se ha pasado a asignar un número a cada personalidad (cuestiones de eneatipo) para luego teñir de un color del parchís (relacionado con patrones de comportamiento). Y así, determinando nuestra personalidad intentan acotarla de manera reduccionista, simplificando la complejidad de la mente humana, con el objetivo de manipularla conductualmente.

Seguimos siendo inexplicables, somos seres especiales. Ni Rorschach ni Freud, ni Jung ni Myers, ni el sistema DISC ni el análisis DAFO. Somos arbitrarios e inasibles, heterogéneos y contradictorios, una paradoja en nosotros mismos, pura antítesis. Y pese a esto, más simples que el mecanismo de un chupete, más manipulables y endebles que nunca, gracias a la creciente ignorancia fruto de la inoperatividad y postergación del conocimiento, así como del desuso de la necesaria reflexión que provea de una visión holística. Y es que es notable el deterioro del pensamiento crítico, de un pensamiento intrínseco y profundo que ayude a comprender (comprenderse) para aceptar (aceptarse) y afrontar con garantías cualquier situación. Todo ahora es competencial, proactivo y superficial, ligado a un utilitarismo mal entendido, que sólo produce una falsa sensación de felicidad momentánea y un bienestar inmediato al mayor número de individuos. Saber hacer cosas sin pensar ni entender, sin preguntarse por qué ni para qué, simplemente para satisfacer instintos o impulsos primarios. Ni un atisbo de sensatez, ni un ápice de cordura, ni cuestionamiento científico ni razonamiento válido alguno.



Y en estos momentos de desorientación y zozobra surgen miles de programas de mentoring o coaching, se publican cientos de libros de autoayuda o empoderamiento y abundan decenas de terapias cognitivas y contextuales, amén de la clásica psicología clínica y las religiones tradicionales. Cada vez más ciencias de la conciencia, a la que no dejan tranquila, cada vez más creencias dopaminérgicas y poca fe. Para rematar el cuadro, lo último: la filosofía “delulu”, ríete del estoicismo, hasta luego resiliencia, adiós aceptación. Parece que ahora la delirante solución para las nuevas generaciones está en el autoengaño, qué feliz sería Huxley en este mundo Matrix. Ni yin ni yang, ni chi, ni zen, ni mindfulness, ni alineación de chakras, ni karma ni nirvana. ¡Morfeo, una ronda de pastillas azules para todos!