Aurea mediocritas

Nacho García

El docente apóstata

Cualquier docente crítico intenta enseñar y generar aprendizaje, no simular que enseña, aparentando no enseñar

¿En qué momento está un docente amortizado?

No sé si es en el momento en el que ya sólo trabaja por pura y dura dignidad, es decir, por mera profesionalidad, o en el momento que trabaja con total indignación. Últimamente, se leen noticias de docentes que "dimiten", que dejan su trabajo por estrés psicológico o por desesperación ante lo incomprensible por ilógico, resignados a su suerte e impotentes. Son docentes que están hartos de actualizarse y de reinventarse, cansados de remar para capear distintos vendavales legislativos (lomloeano, lomceano, loeano y otros), tocados y casi hundidos. Los biempensantes argüirán que no es para tanto, que quizás sólo sea otro eco del fenómeno de la "Gran dimisión" o consecuencia del síndrome de "burnout", que seguramente sólo afectará a unos cuántos, una minoría a cada rato más inmensa.



Cualquier docente crítico intenta enseñar y generar aprendizaje, no simular que enseña, aparentando no enseñar, obligado a maquillar los resultados para no verse envuelto en una vorágine burocrática acreditativa de su acción pedagógica.  Un docente que no dice sí a todo es considerado un negacionista del nuevo paradigma buenista, cuyo mantra consiste en aprobar generando evaluaciones positivas indiscriminadamente, para cuadrar las cuentas y justificar así el gasto, independientemente de que el alumnado haya aprendido o sepa algo.

Muchos docentes siguen enseñando mucho, al máximo nivel, pero con la boca chica, a hurtadillas, casi en la clandestinidad, en los márgenes de la norma, al margen de lo establecido, lejos de soflamas propagandísticas y del proselitismo reinante, apóstatas de la nueva fe. Son docentes purasangre, cuyo hábitat es el aula, cerca de su alumnado, implicándose en su aprendizaje, preocupándose por su crecimiento personal y su formación académica, compartiendo su experiencia y su saber.

Algunos docentes críticos y apóstatas viven estigmatizados y desorientados, víctimas propiciatorias en sus propios centros: unos, perdidos hace tiempo, otros, echándose a perder. Todos ellos minusvalorados e infrautilizados por haberse resistido a la manipulación y al maniqueísmo administrativo del "o conmigo o contra mí". Reniegan de la nueva doctrina de moda, rezuman sensatez y ambicionan un sistema menos cortoplacista y más razonable, producto de leyes consensuadas y estables en el tiempo. Son docentes impenitentes, que no claudican, que se resisten a capitular ante el nuevo dogma o entregarse sin condiciones, que no comulgan por dignidad y respeto a sí mismos.

Un docente apóstata no es un desertor de la tiza, sino un docente sincero y honesto que decide retirarse pacíficamente, motu proprio, para no traicionar a nadie ni traicionarse. Eso sí, aún sigue siendo, en cuerpo y alma, un DOCENTE, con letras mayúsculas, alguien que no transige con la cambiante legislación, enemigo acérrimo de la sinrazón y que no acata ciertas imposiciones. Es un rebelde con causa y más que un apóstata, es un apóstol de la verdad que evangeliza a gritos en nombre de la verdadera Educación en mitad del desierto, con la cruz a cuestas, rodeado de fariseos y meapilas. Su sacrificio no será en vano, pues la verdad le hará libre…y quizás el tiempo le dé la razón y si no, tiempo al tiempo.