Aurea mediocritas

Nacho García

Ideoilógico *

Esta humilde invitación a la lectura es también una invitación a un repaso pausado de la historia

Que sí, que desgraciadamente en nuestros días un supuesto desliz y la consiguiente difamación importan más que toda una vida de trabajo y compromiso. Que sí, que una promesa vale más que mil palabras y una noticia infundada más que mil promesas. Que sí, que un discurso sensato con argumentos convincentes y datos fehacientes no tienen nada que hacer frente a la verborrea de influencers que trolean. Que sí, que mucha gente de izquierdas es ultrarreligiosa y mucha gente de derechas es republicana. Que sí, que en muchos barrios obreros y proletarios ganan partidos conservadores y en muchos barrios elitistas gana la izquierda, es decir, tal es el malestar o la crispación que la gente vota opciones que son perjudiciales a sus propios intereses. Que sí, que aumenta la queja de la subida de precios en alimentación y carburantes, impuestos, pero no deja de crecer el gasto en bares y restaurantes, en celebraciones y viajes, en tabaco y alcohol, en clínicas de estética o peluquerías. Se ahorra y se dilapida. Sensata austeridad versus impulsivo despilfarro. España es un oxímoron continuo, una  irónica paradoja.

En este país, parece que la aseveración “la democracia ha sido sustituida por una ilusión de democracia”, de Mausfeld, se está implantando, debido a un irrefrenable capitalismo y una acelerada gestión y manipulación de la opinión sobre ciudadanos responsables convertidos en consumidores apáticos. Estamos en manos de una política esclava de la economía y los mercados en la cual unos acusan a otros de la ya permanente crisis económica y social, con un discurso ideoilógico contra la acción política de la que unos y otros forman parte. Estamos en manos de rivales encarnizados, de acérrimos enemigos, de contrincantes fanáticos e intransigentes. Y tal es la vehemencia del enfrentamiento que la ciudadanía está llegando al paroxismo de la aflicción, ya no sabe qué hacer o a qué atenerse, ni qué votar o si votar merece la pena o si vale para algo.



Yo no tengo la respuesta y cuando esto ocurre, me refugio en la lectura donde siempre encuentro reflexión y calma. Bien me evado con alguna novela interesante, pero intrascendente; bien, leo alguna obra en la que se aborden cuestiones relacionadas con la situación que vivimos. Durante las pasadas elecciones, debido a su cariz municipal, volví a leer la maravillosa novelita El disputado voto del Señor Cayo, de Miguel Delibes y la divertida Mauricio o las elecciones primarias, de Eduardo Mendoza. Me sirvieron para escapar de la prosa hipnótica de los magníficos relatos de A sangre y fuego, de Chaves Nogales, y, sobre todo, para adquirir una perspectiva más objetiva de las circunstancias.

Para estas elecciones, por su carácter sorpresivo y su trascendencia nacional, pero sobre todo porque me preocupa cada vez más la inquietante y sucesiva bajada de participación por desafección o desmovilización de parte del pueblo soberano, quizás relea el Ensayo sobre la lucidez, de José Saramago, en la cuál se plantea la hipótesis de una rebelión silenciosa. También me han recomendado Candidato, de Antonio J. Rodríguez, quién declaró que se ha llegado “a un momento de cinismo en el que cosas como las cloacas del Estado ya no sorprenden: hay casi más una performance de indignación que una indignación real”. Es una auténtica captatio benevolentiae sobre mi percepción de la realidad.

Esta humilde invitación a la lectura es también una invitación a un repaso pausado de la historia, así como una incitación a la rebeldía contra la pasividad y la postración, contra el abatimiento ante tanta palabrería y negativismo. Ni fatum romano ni fatalidad barroca, no es cuestión de rendirse a pulsiones ni de un sálvese quien pueda, sino de observar atentamente y afrontar con racionalidad los acontecimientos. Algo tan simple como actuar con honestidad y comportarse con honradez, cada uno en su ámbito, con solidaridad y espíritu de colaboración, es decir, acción frente al letargo. Consejo: léanse "Del pasado efímero" y “El mañana efímero”, de Machado. Yo apuesto por esa "España de la rabia y de la idea".