Aurea mediocritas

Nacho García

Ni hotros ni hunos

No sé, a mí lo ocurrido hace un siglo, me recuerda en algunos aspectos al ambiente que se respira en la actualidad

Las elecciones de abril de 1923 fueron muy diferentes de las que se celebrarán en 2023. Hace cien años, bajo el régimen político de la Restauración borbónica, los gobiernos cambiaban antes (y no después) de las elecciones, pues los resultados estaban “encasillados” de antemano debido al sistemático fraude electoral (anclado en la desmovilización y el falseamiento de resultados). El gobierno que convocó, en este caso el gobierno de concentración liberal de García Prieto fue el que ganó [con un 54,28% de los votos frente al 30,32% del Partido Conservador]. Aquellas últimas elecciones precedieron al golpe de estado de septiembre y la posterior dictadura de Primo de Rivera, que suspendió la Constitución de 1876.

Antes, en julio de 1923, aparecía el primer número de la Revista de Occidente, publicación cultural y de pensamiento fundada por el filósofo José Ortega y Gasset, quien la dirigió hasta su cierre con el estallido de la Guerra Civil, en 1936. Esta revista congregó a la élite intelectual de la época que escribió artículos sobre distintas cuestiones científicas, políticas, culturales y artísticas. Colaboraron autores de la talla de Einstein, Scheller, Marañón, Neruda o Borges, aparte de casi toda la nómina de la Generación del 98, del Novecentismo y la Generación del 27.



El florecimiento de la cultura española contrastaba con la crisis política y la desintegración social no sólo del país, sino de todo el viejo continente, inmerso en una decadencia desde la Primera Guerra Mundial. Ortega ya había abordado la cuestión en su España Invertebrada, pero fue la Revista de Occidente el medio a través del cual afrontó el asunto desde distintas ópticas. En el fondo fue una pugna de la inteligencia frente al totalitarismo, una lucha contra el auge de los fascismos, incluso contra el racismo norteamericano. Esa intelijencia por la que clamaba Juan Ramón Jiménez para desterrar ese “odio a la inteligencia”, que denunciaba Unamuno, quien había sido desterrado en Fuerteventura por su oposición a la dictadura hasta que fuese restituido en su cátedra salmantina con el advenimiento de la República.

No sé, a mí lo ocurrido hace un siglo, me recuerda en algunos aspectos al ambiente que se respira en la actualidad. No soy catastrofista, pero estos aparentemente felices veinte se asemejan a aquellos felices veinte, al menos en lo superficial, con una cultura que insta a la reflexión pausada, pero que se enfrenta a la cancelación, incluso a la censura.  La actual crisis socioeconómica (me viene a la mente el Crack del 29) y la inestabilidad política, así como la mentalidad hedonista y capitalista empujan a una progresiva deshumanización (término que ya se utilizaba hace un siglo) y a un doble comportamiento antagónico y paradójico: por un lado, un ser humano individualista, consumista e insolidario; por otro lado, un "hombre-masa", al que todo le resulta indiferente, un ente sin rumbo, satisfecho o insatisfecho con su deriva, sobreviviendo por inercia, mimetizándose con un entorno cada vez más degradado.

En esta época, como en aquella, hay dos bandos visceralmente enfrentados a los que habría que recordar la consabida advertencia de Unamuno unos días antes de morir: "entre los hunos y los hotros están ensangrentando, desangrando, arruinando, envenenando y -lo que acaso es peor- estupidizando a la patria". La sociedad está cansada de ese desencuentro continuo con negaciones mutuas, harta de la crispación sistemática. Cualquier debate es estéril, nadie se enriquece con la heterogeneidad y el pluralismo, todos se acusan de sectarismo y se cierran en banda, con un rencor fratricida.

Ya no existen los demás, ya no hay otros, todos son hunos, vehementes y opacos. Los hunos, con Atila a la cabeza, precipitaron la caída del Imperio Romano. Otros hunos y otros hotros provocaron una Guerra Civil y la II Guerra Mundial. Si los unos y los otros del presente se empecinan en repetir los errores de los hunos y los hotros del pasado, crisis tras crisis, elección tras elección, no habrá nadie que impida el carácter cíclico de la historia. El "hombre-ego" y el "hombre-masa" tropezarán en la misma piedra.