Aurea mediocritas

Nacho García

Zōon politikón

Me alucina la hipocresía de algunos animales políticos que confunden la prudencia con la cobardía o que muestran una valentía desproporcionada

Blablabla… que si patatín, que si patatán… que si esto, que si lo otro o lo de más allá. Como en el minicuento de Max Aub: "Hablaba, y hablaba, y hablaba, y hablaba, y hablaba, y hablaba, y hablaba. Y venga hablar". Los políticos nos aburren con una cháchara infumable de consignas partidistas y con una verborrea incontenible, a veces inescrutable, que nos sumen no ya en el escepticismo, sino directamente en la incredulidad. Si largos son estos tórridos días y más largas aún las sofocantes noches, eternas parecen ya estas abrasadoras semanas de campaña con comentarios acres, no sabe uno si mordaces o soeces.

¡Váyanse ya de vacaciones y déjennos en paz! Estoy más atónito que el Señor Cayo con las sandeces que se escuchan y con ciertas retrógradas propuestas que se propalan en mítines, materializadas ya en preocupantes acciones regresivas. Me alucina la hipocresía de algunos animales políticos que confunden la prudencia con la cobardía o que muestran una valentía desproporcionada o alardean de valentía en debates vacuos, mintiendo y desmintiendo a mansalva con una tergiversación deleznable de determinados hechos o una interpretación torticera de datos, manipulados convenientemente a su antojo.

Me he propuesto votar a quienes muestren mayor respeto por el contrario o adversario, que no enemigo, sin airear trapos sucios o propinar golpes bajos. Votaré a quienes escuchen atentamente y rebatan con argumentos perspicuos, respetando el turno de palabra, sin interrumpir vociferando. Votaré a quienes intenten convencer con razones, defendiendo sus tesis, sin falacias ni premisas falsas. Votaré a quienes se conduzcan con humildad y honestidad, reconozcan sus errores y vivan coherentemente, conforme a sus ideas. Votaré a quienes yo crea que van a gobernar para la mayoría y no sólo para sus fieles correligionarios o dadivosos copartidarios, que tarde o temprano se cobrarán con intereses los servicios prestados.



Y si persisten en insultos, ofensas, amenazas y difamaciones o si confabulan para malversar nuestros votos con pactos infructuosos, quizás haga como Richard Pryor en "El gran despilfarro" y no vote a ninguno de los anteriores. Anda que si no ganase ninguno, si ninguno resultase elegido o si todos fuesen oposición. Si en vez del 83% de voto en blanco que elucubrara Saramago con lucidez, hubiese un 83% de voto nulo, menuda ceguera nos alumbraría.

En fin, utopías o distopías aparte, intentaré escapar a esa herramienta de marketing llamada "posicionamiento", que provoca actuaciones irracionales. Intentaré ser un votante reflexivo (homo sapiens) para no ser considerado como un consumidor voraz (homo digitalis) expuesto a tácticas de mix de comunicación basadas en estudios de mercado cualitativos y cuantitativos. No sé si lo conseguiré, es complicado ante tanta exposición mediática, pues la campaña electoral se ha convertido en una batalla de comunicación y desinformación.

A estas alturas, lo único que tengo claro es que mi voto es importante y que no está en venta, por tanto no se puede comprar con promesas inconsistentes ni admite soborno alguno. Debatiré con mi conciencia sobre la mejor opción no sólo para mis intereses, sino también para el interés general de mi ciudad, mi región y mi país (a sabiendas de que la verdadera política de gestión viene determinada por Bruselas). Si no acierto, mi sufragio se perderá entre la inmensa minoría, aunque habrá contribuido ilusoriamente a la democracia una vez más.