Aurea mediocritas

Nacho García

Tirititrán, tran... Trump

Igual que echamos a Napoleón y otros tantos fanfarrones, echaríamos a Trump

Anda que… como a Trump le dé por encapricharse con Andalucía, visto lo visto con Groenlandia y Panamá, no veas. Ríete de la colonización romana o la invasión musulmana, que al menos trajeron y legaron su cultura; el imperialismo capitalista americano arrasaría con todo. La podredumbre cerebral y el tecnoautoritarismo hipervigilante americanos asolarían el sur de Iberia, socavando aún más las columnas de Hércules, algo que subrepticiamente ya han ido consiguiendo McDonald’s y Burger King a nivel mal alimenticio o Google y Microsoft a nivel informático.

El poderoso caballero de EEUU, condenado por falsificación, pero redimido por ostentar cargo (manda huevos, que diría aquél), seguramente tiraría una línea con el Guadalquivir como eje y desde Cazorla, donde nace, hasta Sanlúcar de Barrameda, donde desemboca, marcaría ciertas zonas con una X vía satélite para apropiarse de todo y dividirlo en taifas (aunque con su vasta incultura desconozca este concepto) para repartirlo entre sus secuaces y admiradores por los servicios prestados.



La cuenca del Genil, con la Alhambra y Sierra Nevada, más Málaga, serían para Zuckerberg, que nadie se “Meta” con él. Baeza, Úbeda, Sierra Morena y los olivares caerían en manos Milei, para que se inflara de desvaretar y podar con su motosierra. La Mezquita de Córdoba y Sevilla, con su Giralda y la Torre del Oro, para Elon Musk, por creerse el puto amo. Cádiz y Almería, con sus gasoductos Medgaz y Magreb, para Putin, aunque miraría de reojo la planta de biogás de Linares. Y Huelva, para Netanyahu, con el río Tinto de aguas tan rojas como sus manos manchadas de sangre.

Pero Andalucía, tierra indómita, no se dejaría avasallar. Igual que echamos a Napoleón y otros tantos fanfarrones, echaríamos a Trump, que no podría ni comprender ni aguantar la guasa gaditana, la mala follá granaína o el humor socarrón jiennense. Los andaluces, irreductibles íberos, como los de la aldea gala, acostumbrados a la opresión de terratenientes y la tiranía de déspotas, se levantarían una vez más contra cualquier enemigo de su tierra y su libertad.

Aunque lo más probable, si Trump y sus secuaces viniesen a Andalucía, es que sufrirían el Síndrome de Stendhal, sin saber lo que es (recuerden su ignorancia supina), al contemplar extasiados un amanecer en la Playa de los Muertos o un atardecer en Doñana. Suspirarían emocionados al escuchar flamenco o alucinarían con cualquier chirigota. Se deleitarían con el aceite, con un pionono o una tortillita de camarones. El embrujo andaluz les embargaría y aprenderían que unas cervecitas con tapa entre amigos lo arreglan todo y, si no, una buena siestecita tras un jerez. Su arrogancia supremacista se desvanecería yendo a la aceituna o deslomándose recolectando tomates o fresas, trabajando de sol a sol en los viñedos o en un invernadero.

Si acaso se pusiesen pesados, que se queden con Gibraltar (como no es mío) o con el terruño vallado de Palomares. Si insistiesen, que sí, que vale, que podéis seguir con el uso compartido de Rota y Morón hasta que el gallo cante. Pero vamos, que lo suyo sería que se quedasen tranquilitos en su país y que intentasen solucionar sus problemas de racismo, sanidad, discriminación, pobreza, inseguridad, medioambiente, etc. Aquí no serían bienvenidos, lo siento, Mr. Marshall. Con Nike, Levi’s, Apple, Coca-Cola, Uber y Amazon ya tenemos bastante. Esas miajas ya son una jartá.