Este sábado cientos de mujeres volverán a pisar las calles para lanzar un grito contra el terrorismo machista que mata y ahoga en vida. El 25 de noviembre, 25-N, simboliza el clamor del feminismo por la erradicación de la violencia de género. 1.237 mujeres han muerto en manos de sus parejas o ex parejas desde el 1 de enero de 2003 hasta el día de hoy. 52 en lo que va de año; y de ese total, 17 son andaluzas (un 32,7% del cómputo total), según las últimas estadísticas del Ministerio de Igualdad sobre la violencia de género. El feminicidio ha dejado en el camino a 51 huérfanos menores de 18 años y dos menores muertos a lo largo de este año. Las cifras hablan por sí solas. A pesar de los hitos conseguidos, aún queda un largo camino por recorrer; la violencia contra la mujer es una realidad que se manifiesta de muchas maneras: física, psicológica, sexual, económica, social o vicaria. Acabar con ella debe ser la máxima prioridad de cualquier gobierno porque entre sus obligaciones está la de protegerla de sus agresores. Debe perseguirse desde todos los frentes posibles con leyes, con educación, con campañas de información y de sensibilización. Aunque no hay vacunas ni soluciones rápidas, se debe combatir sin peros ni ambages. No podemos hablar de avances si no reconocemos que es una violación de derechos humanos, la más terrible de nuestro tiempo, que se da en la mayoría de las ocasiones de puertas adentros en miles de hogares, con miedo a elevar la voz y desvelar el calvario que soportan (40 de los 52 asesinatos de este año no presentaban denuncias previas). Precisamente ese reconocimiento ha saltado por los aires desde el momento en el que el negacionismo ha entrado en las instituciones para reventar las políticas de igualdad. Cuando creíamos que nada nos haría retroceder en derechos, el PP ha abierto las puertas de las instituciones autonómicas y locales a los ultras de VOX, socio preferente de Feijóo. VOX es el que partido que colgó una lona gigante en la que el feminismo se va a la basura en las semanas previas a las elecciones autonómicas y locales de mayo; el mismo que humilló a las mujeres de izquierda paseando muñecas hinchables por las calles de Madrid, el que ha eliminado concejalías de igualdad, ha sustituido el término violencia machista por el de violencia intrafamiliar o ha eliminado los puntos violetas, todo ello bajo el consentimiento del PP. No se puede soplar y sorber al mismo tiempo. No puedes hablar de defensa de la mujer si vas de la mano de quienes boicotean las leyes que las protegen y recortan en derechos y libertades. No puedes hablar de compromiso cuando eliminas la Educación por la Ciudadanía, la única asignatura que incidía en la igualdad, permites que vuelvan a los colegios la segregación por sexos o implantas el pin parental. La educación es fundamental para romper estereotipos; es el agente protector para promover la igualdad entre niños y niñas. Pero cuando asumes el discurso ultra y desbaratas las políticas de igualdad, lo único que se consigue es reforzar el machismo y así es muy difícil prevenir y causas que el número de víctimas siga incrementándose.
Antonia Merino
Con perspectiva sureña25-N, un clamor contra el terrorismo machista
Cuando creíamos que nada nos haría retroceder en derechos, el PP ha abierto las puertas de las instituciones autonómicas y locales a los ultras de VOX