Con perspectiva sureña

Antonia Merino

Un millón de andaluces

Desde que Moreno Bonilla llegó a San Telmo la fractura de nuestro sistema sanitario ha ido a más

La sanidad andaluza se ha quedado sin su denominación más apreciada: la “joya de la corona”. Atrás quedaron los halagos y los reconocimientos. De ser motivo de orgullo ha pasado a ser una fuente de preocupación para pacientes y profesionales sanitarios. Que más de un millón de andaluces esté en la lista de espera no es un asunto baladí como lo demuestran las multitudinarias protestas de los últimos meses denunciando el deterioro progresivo de la sanidad pública mientras desde el gobierno andaluz se desvía dinero público a la privada. El presidente de la Junta, Juan M. Moreno Bonilla anunció este miércoles, durante el Debate del Estado de la Comunidad, otro plan de choque para reducir las listas de espera después de reconocer como "inasumibles" unos retrasos que, a su juicio, "le duelen" porque "no son razonables". Palabras que, por cierto, colisionan con las de su consejera de Salud, Catalina García, que llegó a decir sin titubear que “si el sistema sanitario funciona, genera listas de espera”. Lo cierto es que la estrategia de presumir a bombo y platillo de inversiones y proyectos sanitarios hace aguas por todos los lados. Desde que Moreno Bonilla llegó a San Telmo la fractura de nuestro sistema sanitario ha ido a más a medida que las cuentas de resultados de los grandes grupos empresariales, que gestionan la sanidad privada, incrementaban sus beneficios. Andalucía está en el grupo de cabeza de las comunidades autónomas con mayor tasa de privatización de la sanidad y del negocio de los seguros privados. Frente a esta jugosa tarta, nos topamos con ese millón de andaluces en las listas de espera. 841.731 aguardan para una primera consulta y 192.561 para una operación quirúrgica, unos 20.000 más que hace un año, la segunda tasa más alta del país. Tras estas cifras se esconden personas con enfermedades graves y angustiadas por una demora que afecta tanto a su salud como a su calidad de vida al no recibir tratamiento en tiempo y forma. Un drama que conforme pasan los días se acrecienta. Hay dolencias que no entienden de listas de esperas. Un diagnóstico a tiempo salva vidas. Eso lo saben los gestores públicos y sus campañas de prevención. El SAS también sabe que esta demora genera miedo, mucho miedo ante un diagnóstico que no llega, miedo a la enfermedad, a denunciar y a no hacerlo, y miedo a unos servicios totalmente colapsados. La gente se juega su vida o lo que es lo mismo, su supervivencia. Es la única verdad de este catastrófico escenario. Precisamente son las redes sociales el vehículo utilizado por muchos pacientes para desahogarse y contar su particular suplicio, sus dolencias agravadas por los retrasos y las cancelaciones; mientras siguen aguardando en una lista de espera que no corre y ven como su derecho a la salud, reconocido en el artículo 43 de la Constitución, se convierte en papel mojado. Es una realidad que el PP ha querido esconder, ocultarla a los andaluces. Y cuando ha salido a la luz, en lugar de admitirla ha alimentado a la caverna mediática con asuntos turbios en los que presuntamente el PSOE de Jaén o alguien relacionado con él está involucrado. Bombas de humo y ventiladores en marcha para que no se hable de la noticia del mes y del año, la evidencia de la demolición de la sanidad pública andaluza a beneficio de las empresas privadas. Un millón de andaluces sin asistencia sanitaria.