Un 26 de junio de 1977 un grupo de transexuales, travestis, gais y lesbianas se manifestaron por las míticas Ramblas barcelonesas bajo el lema “Nosaltres no tenim por, nosaltres som” (“nosotros no tenemos miedo, nosotros somos”) para reivindicar la derogación de infames leyes franquistas contra la homosexualidad. Aquella marcha fue un canto a la libertad, a la tolerancia y a una democracia plena. Con la proclamación de la Constitución Española y la derogación de las leyes franquistas, la homosexualidad dejó de ser delito en 1979. Pero tuvieron que pasar tres décadas hasta que el gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero diera luz verde al matrimonio igualitario, convirtiéndonos en el tercer país del mundo en legalizar la unión entre dos personas de un mismo sexo. Sólo por detrás de Países Bajos (2000) y Bélgica (2003). Esta ley, por cierto, recurrida por el PP, nos otorgó un barniz de tolerancia y respeto ante la atenta mirada de la comunidad internacional. Los cambios sociales y legislativos en nuestro país contribuyeron a poner fin a una represión brutal contra un colectivo declarado "enfermo y peligroso"; eran hombres y mujeres que sufrieron por sentir y ser diferentes a lo que la despiadada norma marcaba. España siguió avanzando en sus derechos al establecer la igualdad total en lo relativo a adopción entre parejas del mismo sexo, que todavía no se contemplaba en la legislación de ningún otro país. El 27 de junio de 2022 salía adelante el proyecto de la ley para la igualdad real y efectiva de las personas trans y para la garantía de los derechos LGTBI. Y pese a ello, los armarios no acaban de vaciarse. Todavía hay personas que siguen ocultando su orientación sexual por miedo a perder su trabajo, por temor a la familia o por el qué dirán; el número de agresiones homófobas no termina de disminuir, muchas de ellas ni siquiera se denuncian. Hay un dato que es estremecedor, casi un 70% de la población española LGTBIQA+ piensa que la política está poco o nada comprometida con la protección del colectivo y eso que el actual ministro del Interior, Grande Marlaska, nunca ha ocultado su orientación sexual. Este escenario puede ir a peor con el auge de la extrema derecha que ha convertido la igualdad y las leyes de género en una de sus dianas políticas. No hace falta poner el foco en la Italia de Meloni o la Francia de Le Pen, basta con mirar a los ayuntamientos de Madrid, Sevilla, Toledo o Valencia, donde se preparan para celebrar el Día del Orgullo LGTBIQA+ sin uno de sus símbolos: la bandera arcoíris, porque siguen creyendo que lo que no se ve no existe.
Antonia Merino
Con perspectiva sureñaEl “Orgullo” sigue siendo muy necesario
Todavía hay personas que siguen ocultando su orientación sexual por miedo a perder su trabajo, por temor a la familia o por el qué dirán