Lo confieso: no encuentro ninguna diferencia entre el Jaén de ahora y el de antes de las elecciones municipales por mucho que los militantes de un lado y otro hagan sus distingos. ¿La ciudad está ahora mucho más limpia? Pues no. La limpieza de una ciudad se mide también por el grado de civismo de sus vecinos. Es fácil echar las culpas al Ayuntamiento de turno y no es que no cumpla con su tarea, lo que sucede es que la propia gente es la que contribuye con el abandono de la ciudad al arrojar, de manera indiscriminada, basura a las calles. El compromiso, en este caso, debe ser mutuo. ¿Hay más comercios abiertos ahora que antes? No. Bueno, tenemos en pleno centro uno de esos establecimientos estrella de comida rápida dirigido a ese público joven (menores de 18 años), que, por cierto, sigue careciendo de una oferta de ocio alternativo. ¿Se siguen cerrando comercios? Tristemente, sí. A la euforia por las compras online y la querencia por el mercadillo ahora las acompañamos con ese maravilloso centro comercial (Jaén Plaza), que ha arrastrado consigo algunas de las franquicias más emblemáticas dejándonos el centro de pena por más que nos deslumbre el encendido navideño. Los barrios es otra cuestión, ahí la iluminación no llega ni siquiera por descuido. El Jaén Plaza será para algunos síntoma de modernidad, pero no cabe la menor duda de que ha desvalijado a su vecino de enfrente, La Loma; que mantiene su actividad gracias al supermercado, ya que el resto de locales ha bajado mayoritariamente las persianas bien por falta de clientela, bien porque han cruzado la carretera para sobrevivir. Tenemos, por otra parte, actuaciones del Consistorio heredadas del anterior equipo de gobierno, todo hay que decirlo, pongamos el ejemplo de la famosa Rambla del Deporte o el acondicionamiento del Aula de la Naturaleza de la Cañada de las Hazadillas. Proyectos que no deberían generar más debate que el del acuerdo por avanzar hacia actuaciones que hagan más agradable la vida en nuestra ciudad, pero ya sabemos que en Jaén los rifirrafes entre partidos forman parte de su idiosincrasia y sin ellos no sería Jaén, mientras los carteles de “Se vende”, “Se alquila” o “Se traspasa” no solo han empapelado el centro comercial sino también el resto del casco urbano. Es la gris carta de presentación de una ciudad abandonada de no ser por la hostelería, que tras la pandemia ha usurpado parte del espacio público para ampliar su negocio. Pero quien nos salva de este desasosiego son las estrellas Michelin, que al menos nos han situado en el mapa del turismo gastronómico junto con la Catedral, el Castillo de Santa Catalina o el Centro Cultural de los Baños Árabes. No obstante, Jaén es como un pequeño reino de taifas para el viajero, porque a diferencia de otras ciudades vecinas que sí han cuidado y conservado sus cascos antiguos, donde la armonía se respira y sus calles son las más transitadas, pero también las más cuidadas, aquí se ha hecho todo lo contrario. Nuestro casco histórico sigue siendo la gran asignatura pendiente. La pregunta que me hago es si alguien tiene un proyecto nítido para Jaén que vaya más allá de la sumisión a las siglas de su partido, llámese PSOE, PP o Jaén Merece Más; de que sueñe como podría ser el Jaén de hoy y el de mañana y lo proponga a los vecinos. Parece que no. Lo que sí tenemos ahora es un alcalde que, a diferencia del anterior que le costó salir de la madriguera, se ha metido a influencer de la política local y parece más interesado en los likes, los selfies y en elevar su popularidad que en presentar propuestas y debatir sobre temas de relevancia política local. Veremos qué pasa cuando se acaben los proyectos heredados y las inversiones sigan siendo sólo promesas.