El tranvía de Jaén es posiblemente una de las infraestructuras públicas que más titulares nos ha regalado desde que se proyectara como una alternativa al bus de la capital. Hemos oído de todo acerca de ella: de su conveniencia o no para la ciudad; de su dudosa viabilidad económica e incluso se ha polemizado sobre su trazado; pero lo que no imaginábamos, pese al ruido de fondo, es que una de las inversiones más importantes realizadas en la capital quedara aparcada sine die por una orden judicial a causa de una supuesta competencia desleal a la empresa concesionaria de autobuses, al operar la primera en régimen de pérdidas; y por supuesto, por la actitud de un ex alcalde José Enrique Fernández de Moya, que optó obstaculizar su puesta en marcha. Daban igual los 120 millones de euros que se destinaron a su ejecución, que el equipamiento quedase obsoleto o que la misma plataforma tranviaria se tornarse durante más de una década en una suerte de aparcamiento gratuito a pesar del perjuicio que ocasionaba a la infraestructura. Lo cierto es que el tranvía ha sido el juguete roto de todas las administraciones; el fracaso de los políticos locales y el aprovechamiento espurio en perjuicio del interés general. Al margen del intercambio de reproches tan propio de Jaén, el proyecto tranviario se paralizó por razones exclusivamente políticas, aunque las excusas dadas varían según los actores y según su capacidad de influir en las altas esferas de la política andaluza. El PP consiguió trasladar la sensación de improvisación o mala praxis por parte de la administración socialista, impulsora de este transporte, haciendo creer a la ciudadanía que era un capricho no necesario ni querido en la ciudad. Esa dinámica de deshacer el camino andado, de intentar confundir a la ciudadanía con engañifas o medias verdades, es una estrategia perniciosa que avoca a boicotear importantes avances que tienen siempre un claro beneficiario, la ciudad y sus vecinos. También hemos visto como el punto de vista de la derecha ha evolucionado hacia posiciones muchos más favorables conforme las urnas le daban votos: recuperaban el Ayuntamiento de Jaén y se hacían con el timón del buque insignia, la Junta de Andalucía. Ahora ya no esconden sus preferencias por este transporte público reconociendo sus cualidades en materia de movilidad sostenible y su contribución medioambiental. Pero el tranvía seguirá estacionado en cocheras por más que el presidente de la Junta de Andalucía, Juan M. Moreno Bonilla, anuncie fechas y rectifique tantas veces como visitas realiza a nuestra ciudad. La última, que el tranvía estará para el primer semestre de 2025. Para acallar voces, el Ayuntamiento de Jaén ha lanzado la operación “maquillaje”, haciéndonos creer que han comenzado las labores de recuperación con el vallado del sistema tranviario. Nos esperan dos años de fotos, anuncios y titulares para tenernos entretenidos, curiosamente el mismo tiempo que se tardó en ejecutar las obras, sólo que ahora los trabajos son más livianos y menos molestos para la ciudadanía, pero eso sí, dos años que podrían alargarse “sine die”… En esta historia interminable y grotesca contamos con un actor más en escena: Jaén Merece Más, la plataforma ciudadana que pasó a la política para defender a Jaén por encima de siglas políticas. Pues bien, la nueva formación ha descubierto lo a gusto que se está en el papel de actor secundario, pero sin llegar a tener la relevancia que dicen tener; la irrelevancia remunerada no amarga a nadie y los discursos simplistas siempre son bien acogidos por quienes renuncian a pensar o a creer. En días de Halloween, el tranvía es un fantasmagórico tren, una ilusión para devotos.
Antonia Merino
Con perspectiva sureñaEl tranvía de nunca acabar
En esta historia interminable y grotesca contamos con un actor más en escena: Jaén Merece Más