Cada 8 de marzo celebramos el Día Internacional de la Mujer; si bien, sería mejor decir que todos los meses son marzo y todos los días 8 de marzo para millones de mujeres que cada mañana se enfrentan a un desafío, porque no todas ellas afrontan la vida de la misma manera, porque no todas tienen las mismas oportunidades y porque muchas e importantes reivindicaciones siguen sin ser una realidad: brecha salarial, paridad, aborto, educación, cuidados, conciliación, violencia machista… No todas las mujeres tienen la suerte de combinar con éxito el trabajo y la maternidad; para una mayoría sus puestos de trabajo son incompatibles con otros aspectos fundamentales de su vida. Hay quien no quiere privarse de criar a sus hijos, y otras que prefieren congelar sus óvulos y dar prioridad a su vida profesional y otras que simplemente no quieren ser madres… Poder elegir libremente y disfrutar de una verdadera igualdad de oportunidades implica no sólo cambiar muchas cosas sino estar presente en todas las estructuras económicas y sociales del país y para esto se han partido el cobre varias generaciones de mujeres feministas, porque su lucha ha permitido evolucionar hacia una sociedad cada vez más comprometida con la eliminación de todas las formas de discriminación. En una sociedad tan politizada y sobre todo tan polarizada como la nuestra, el Día de la Mujer queda relegado a un número en el calendario y a un debate donde todos/as se erigen en abanderados de la igualdad, pero son las políticas públicas precisamente las que marcan la diferencian entre unos partidos y otros. Guste más o guste menos, el tren por la libertad de la mujer siempre descarrila cuando el conservadurismo toma las riendas del poder. Basta con repasar la hemeroteca para recordar el largo historial de rechazo a los principales avances sociales de esta índole: divorcio, aborto, matrimonio entre personas del mismo sexo o votando en contra de leyes que buscaban la igualdad (en 2007, el PP fue el único grupo parlamentario que no votó a favor de la ley de Igualdad optando por la abstención). La pauta es siempre la misma desde hace décadas, en el momento en que se aprueba una ley de tinte progresista, el Partido Popular se opone y recurre a la vía judicial para tumbarla. Lo curioso es que cuando gana las elecciones, declina cambiar estas leyes y se 'rinde' a la aceptación social. Es más, ha llegado incluso a apropiarse de leyes impulsadas por la izquierda. Quizás por ello resulta jocoso oír hablar de libertad e igualdad a aquellos que eliminan el área de Igualdad o la esconde dentro de una cartera multidisciplinar como la Consejería de Integración Social, Juventud e Igualdad de oportunidades de la Junta de Andalucía. Y no es un mero cambio de nomenclatura, es un síntoma de una ofensiva vinculada a posiciones ultraconservadoras.
Antonia Merino
Con perspectiva sureñaEl tren por la igualdad avanza
Guste más o guste menos, el tren por la libertad de la mujer siempre descarrila cuando el conservadurismo toma las riendas