Con perspectiva sureña

Antonia Merino

El virus de la democracia

Bordeando ya la segunda quincena de enero, este comienzo de 2023 se nos antoja un tanto movidito y eso que aún nos quedan unos cuantos meses hasta...

 El virus de la democracia

Foto: EXTRA JAÉN

Congreso de los Diputados.

Bordeando ya la segunda quincena de enero, este comienzo de 2023 se nos antoja un tanto movidito y eso que aún nos quedan unos cuantos meses hasta que las urnas reclamen nuestro voto. El vía crucis político por el que transitaremos este año puede ser de infarto a tenor de los titulares broncos y declaraciones estentóreas de la derecha y extrema derecha, empeñadas en seguir cuestionando la legitimidad del actual gobierno elegido democráticamente en las urnas. Son los autodenominados constitucionalistas, que pretenden salvar a España del infierno “socialcomunista” a cualquier precio. Son los que han pasado de puntillas por la intentona golpista de Brasil (ni condena expresa ni referencia alguna a la legitimidad del presidente Lula da Silva, objetivo de los seguidores del ultra Bolsonaro), los mismos que blanquean una etapa tan oscura como el franquismo y rechazan la Ley de Memoria Histórica, acusando de rencorosos a los “vencidos y desarmados”, a la vez que les deniegan el derecho a dar una sepultura digna a sus muertos que yacen en las cunetas. Son aquellos que se apuntan a la estrategia de deslegitimar a las instituciones que no controlan, mientras obstruyen otras como la renovación del Consejo General del Poder Judicial (CGPJ) para seguir manejando a su antojo las reglas del juego político. 2023 supone un nuevo rubicón para la democracia española, de las urnas surgirá la posibilidad de un paso adelante o de una gran regresión. El año electoral viene marcado por la confrontación de dos temores, el que lanzan PP y VOX, las cesiones del gobierno a los independentistas catalanes, y el que advierten desde el resto de fuerzas políticas sobre una ola reaccionaria que busca imponer una visión excluyente de España y un retroceso en derechos sociales. El “suflé” catalán se ha desinflado, aunque algunos se afanen en reavivar las ascuas. El último CIS catalán recoge el creciente desinterés de la población de Cataluña por la política después de la década del procés independentista. Pero el embrollo catalán ha brindado a la derecha una fábrica de miedo y de exaltación nacional muy productiva que atraviesa todo el debate político y desvía la atención de retos tan fundamentales como la cultura de la igualdad de oportunidades, así que le interesa más que a los propios independentistas mantener este ‘muerto’ vivo. Es también un intento de tratar de tener distraído al personal y que no fijen la mirada en Feijóo, que en pocos meses ha demostrado que igual que su antecesor, Pablo Casado, cada vez que habla genera dudas sobre su capacidad de liderazgo en un PP donde Díaz Ayuso amenaza como la espada de Damocles. Ya saben que estamos en alerta por esa nueva variante del virus de la COVID-19, pero corremos aún más riesgo frente a este otro virus que pone en riesgo la convivencia democrática y por tanto, la propia democracia. Esta vez el peligro no viene de China.