Con perspectiva sureña

Antonia Merino

El progreso de la desigualdad

No tenemos ni idea de qué nos deparará 2023, pero nos aferramos al pensamiento de que será mucho mejor que el año que dejamos atrás; sin embargo, nuestros...

 El progreso de la desigualdad

Foto: EXTRA JAÉN

Desigualdad social.

No tenemos ni idea de qué nos deparará 2023, pero nos aferramos al pensamiento de que será mucho mejor que el año que dejamos atrás; sin embargo, nuestros buenos y sanos propósitos tropiezan con los agoreros de turno que pronostican una debacle en todos los frentes. Ni hechiceros, ni encantadores de serpientes: son iluminados disfrazados de científicos, políticos, periodistas, cuenta-cuentos, vende-humos y hasta supuestos intelectuales… Todos ellos nos hacen creer que el camino está ya trazado, que es gris y sombrío, de ahí su defensa acérrima de lo que hay, una defensa que impide debatir y cambiar una realidad que perpetúa la desigualdad. Y en este escenario incierto, la distancia entre privilegiados y precarios avanza como un coche sin frenos. Podemos contar por centenares los estudios que nos hablan de esa progresión imparable de la desigualdad. El informe sobre el estado de la pobreza de la Red Europea de Lucha contra la Pobreza y la Exclusión Social en el Estado Español (EAPN-ES) del pasado año nos regalaba el siguiente titular: algo más de 13,1 millones de españoles estaban en riesgo de pobreza y/o exclusión social en el año 2021 en España, lo que supone el 27,8% de la población. Otra noticia con escaso recorrido mediático fue que el 1% de los españoles concentra casi la cuarta parte de la riqueza de todo el país. En concreto, ese porcentaje de españoles suma el 24,2% de la riqueza, cuando hace menos de una década representaba el 21,1%, según un informe del centro de estudios, que coordina el economista Thomas Piketty. En cualquier caso, cada una de estas investigaciones nos deja bien claro que la avería del famoso ascensor social lleva bastante tiempo sin reparar. Sabemos que el éxito económico no se alcanza, salvo contadas excepciones, gracias a los esfuerzos y méritos de cada uno, sino que pesan otras causas como la situación económica de los padres, su educación, el entorno cultural… Pero sigamos hablando de estos agoreros que persiguen una actitud resignada de los ciudadanos, convencidos de que no hay forma de cambiar el rumbo de los acontecimientos más desfavorables. Según el presidente de los empresarios españoles, Antonio Garamendi, no hay que hablar de “ricos y pobres”, porque dividen y radicalizan a la sociedad. ¿Qué pasaría si en televisiones y radios se hablara continuamente de las diferencias que hay en España entre los ricos y los pobres y de las causas que las originan? ¿O si se hablara de que los más pobres pagan, en proporción, más impuestos que los ricos, que reciben menos ayudas, y que tienen más dificultades para encontrar un trabajo o que tienen menos probabilidades de estudiar que los ricos? Probablemente, se avanzaría en invertir las tornas. Y eso no interesa.