A escasas semanas del comienzo de la campaña electoral para las elecciones del 23 de julio, las críticas al “sanchismo” se van relajando para dar paso a un Feijóo atropellado por sus pactos con VOX, por el mutismo en torno a su sobresueldo y por su negativa a debatir en la televisión pública (RTVE). Con estas mimbres Feijóo, laureado en su día como el gran salvador de los españoles, ha entrado en barrena después del dulce momento de gloria que vivió nada más aterrizar en los madriles. Sus alianzas con la ultraderecha nos han brindado un escenario meridianamente cristalino: con VOX hasta el infinito y más allá si la aritmética da. Y ahí están los gachones ultras ahogándole la fiesta al colocar al frente de instituciones autonómicas a sus dirigentes más reaccionarios y ultracatólicos, contrarios al cambio climático, a la ecología, al feminismo, al aborto, al concepto de violencia de género y a no sé cuántas cosas más. Podría ser una breve pincelada de un futurible gobierno con ministros de VOX en la bancada azul. En cuanto al sobresueldo, eso es harina de otro costal. El sobresueldo es ya un clásico en los despachos de Génova. El presidente del PP cobra de la Cámara Alta 72.952,6 euros brutos anuales como senador, pero su partido también tiene a bien agasajarle con una sustanciosa gratificación para compensar su "pobre" sueldo de parlamentario. Desde que abandonó su Galicia natal, sus honorarios siguen siendo un enigma para los ciudadanos. Lo llaman “gastos de representación”, pero la sombra de la Gürtel es manifiestamente alargada cuando se da la callada como respuesta. No sólo se niega a declarar al Senado cuánto percibe, sino que el Consejo de Transparencia y Buen Gobierno apercibió en marzo al PP de que incumplía la ley de transparencia. Es lo que tiene estar por encima de la ley: que la transparencia te la pasas por…Y para más “inri” tampoco ha trascendido si su partido le está pagando el alquiler de la vivienda en la que vive desde hace un año con su familia en el exclusivo barrio madrileño de El Viso, uno de los más caros de la capital; un lujo que solo está al alcance de unos pocos privilegiados. Muy singular todo lo que rodea al candidato y a su formación. Airean banderas por doquier y, para colmo, resulta que sus constantes expresiones de patriotismo no son ni mucho menos gratuitas, además tienen una compensación económica extra. Y para concluir, su negativa a debatir en Televisión Española, porque no se fía de la neutralidad de los profesionales de la cadena pública. ¿Cuál es su modelo público de televisión, la gallega? Pues bien, laTVG, su televisión, arrastra una histórica protesta (viernes negros) contra la manipulación informativa que supera las 250 semanas: la más larga de un medio de comunicación público en España. Pero, atacar y menospreciar gratuitamente un servicio público como excusa para garantizarse un debate en un medio privado, propiedad de un grupo empresarial con un claro posicionamiento político, que casualmente le es favorable, dice mucho de las inseguridades y carencias del propio candidato.
Antonia Merino
Con perspectiva sureñaFeijóo, el político menguante
Es lo que tiene estar por encima de la ley: que la transparencia te la pasas por…