Pese a la hegemonía de las redes sociales, el poder de la pequeña pantalla sigue intacto. Tan temida como influyente, tan criticada como venerada; así es la televisión. Un oscuro objeto de deseo para la política que, desde el inicio de la democracia, se ha entregado en cuerpo y alma al control de la misma, más por el poder de sus audiencias que por su propia credibilidad. Ese control ha sido una constante en los medios públicos, un interés desmesurado por usurpar a los ciudadanos sus legítimos derechos. Con este tutelaje, los partidos han conseguido devaluar los criterios periodísticos muy a pesar de los trabajadores que admiten, en la mayoría de los casos, complicaciones para llevar a cabo su trabajo con rigor y veracidad. Este es el escenario en el que se encuentran los trabajadores de las televisiones autonómicas de Galicia y Andalucía. Este martes los miembros del Comité Intercentros de la Radio Televisión de Galicia se manifestaban a las puertas del Senado para denunciar la manipulación informativa y el acoso laboral al que se ven sometidos por hacer simple y llanamente su trabajo. Bajo la consigna de “No más atropellos”, la plantilla denuncia un conflicto laboral que le enfrenta desde hace más de cinco años con la actual dirección de la corporación, capitaneada por el PP y sin la participación de la ciudadanía en el control y gestión de los medios. Cinco años de represalias por defender el pluralismo y el periodismo frente a la manipulación y el servilismo político y cerca de 400 sentencias por burlar derechos fundamentales y laborales. Estos días hemos conocido también otro sesudo informe del Consejo Profesional de la Radio Televisión de Andalucía (RTVA) en el que vuelve a sacar las vergüenzas de aquellos que tutelan los programas informativos de Canal Sur, ahora controlados por el gobierno de Moreno Bonilla. El citado informe denuncia “la degradación del Servicio Público” en un informe con 190 malas prácticas. El mismo partido que hace ostentación de la bandera de libertad, actúa como un verdadero tirano de la información allá donde gobierna. Libertad no es teñir de azul las administraciones, libertad es defender los derechos de todos los ciudadanos, incluido el de la información, uno de los derechos fundamentales de las personas reconocido en la Carta de las Naciones Unidas. Ni los profesionales del periodismo ni los ciudadanos se merecen la utilización partidista y casi pornográfica de los medios públicos para apuntalar a gobiernos. Pero ahí están los políticos y los mercenarios del periodismo encargados de hacer el trabajo más impúdico: utilizar la televisión para mentir, especular, minimizar la dimensión real de los acontecimientos, aventurar respuestas milagrosas o buscar culpables. Sabemos que la televisión tiene la capacidad para apuntalar el voto de los indecisos, un voto capaz de cambiar el signo de la historia si los comicios son muy disputados; pero también sabemos que la falta de credibilidad no solo ocasiona desprestigio al medio y a los profesionales sino que esos “guisos” que se elaboran en las cocinas políticas pueden resultar hasta indigestos. Aunque a tenor de los hechos esto no es algo que parezca preocupar ni a unos ni a otros.
Antonia Merino
Con perspectiva sureñaLos "desinformativos" de Canal Sur y TVG
Los partidos han conseguido devaluar los criterios periodísticos muy a pesar de los trabajadores