Las mentiras de la ultraderecha para combatir la inmigración desgranan un amplio mapa de peligros y amenazas, la mayoría están sustentadas en alarmas ficticias pues no tienen otro objeto que hacernos creer que nuestro país se resquebraja cuando el que se cuela en nuestro territorio lo hace en cayuco o saltando alambradas. Mientras el drama humanitario se asienta en nuestras costas (Canarias, Ceuta, Melilla…), el discurso del odio ha ido penetrando en cantidades ingentes en nuestra sociedad generando una inquietud social totalmente artificial. Un discurso que alimenta miedos y fobias hacia una población totalmente vulnerable que huye de la barbarie de sus países de origen. Ellos como cualquier ser humano aspiran a vivir como nosotros, con nuestros derechos y nuestro bienestar, lo mismo que anhelaríamos nosotros si estuviéramos en su piel. Esta semana hemos visto como el director de la Policía Nacional, Francisco Pardo, rectificaba al portavoz de Vox en el Ayuntamiento de Madrid, Javier Ortega Smith, quien en la Comisión de Interior del Congreso volvió a vincular la migración con la delincuencia. Ortega Smith denunciaba "problemas de seguridad". Pardo fue contundente en su respuesta, atestiguando que "como el castellano tiene una palabra muy clara para calificarlo, es una mentira como la copa de un pino". "El 75% de los delitos cometidos en España son perpetrados por ciudadanos españoles", y los crímenes que involucran a extranjeros no deben ser atribuidos a la migración. "Los delitos no los cometen migrantes, sino personas que carecen de un DNI o pasaporte español", aclaró el director de la Policía Nacional, subrayando que la mayoría de las infracciones provienen de la población nacional. Da igual que una voz autorizada desmienta las mentiras, que refute con datos cada falsedad cuando lo que se impone es señalar a los más vulnerables. Ese discurso obsceno ha creado toda una serie de falsas creencias sobre los inmigrantes con el único fin de alimentar los más bajos instintos de un país cada vez más xenófobo y racista. Un país que pierde toda empatía por otros seres humanos y cae en la trampa de creer que se está produciendo una invasión que no existe más que en su imaginación. El inmigrante seguirá pagando lo que sea a los traficantes de personas, asumirá mil riesgos porque el derecho a la esperanza no se lo pueden quitar ni unas alambradas, ni unas leyes, ni la profundidad del mar. La auténtica crisis no reside en ellos, habita en una sociedad y una clase política escasamente comprometida con la humanidad.
Antonia Merino
Con perspectiva sureñaLos otros
La auténtica crisis no reside en los inmigrantes, habita en una sociedad y una clase política escasamente comprometida